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Nosotros ya no somos los mismos

Vicisitudes de una duda razonable

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Ernesto Cordero Arroyo, al intentar justificar en febrero pasado su costosísimo viaje al Súper Tazón y su falta al inicio de sesiones de la Cámara de Senadores, afirmó: Me parece un exceso que los servidores públicos no podamos hacer una vida como la hacen todos los mexicanosFoto Luis Humberto González
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uando terminé de leer las explicaciones del señor senador Cordero sobre los móviles que lo llevaron a optar por asistir al Superbowl y guardar para mejor ocasión la breve, solemne, aburrida y prescindible sesión inaugural del segundo periodo de sesiones del tercer año de la 62 Legislatura, un cólico biliar me fulminó. ¿Recuerdan? Con meses de anticipación reservé avión, hotel y boletos. Todo lo pagué con mi dinero. O sea, pienso yo con la candidez propia de mi edad, ¿se refiere a una herencia anticipada, a los ahorritos del pródigo sexenio pasado en el que, en múltiples domicilios, laboró en el país de Jauja o, a los impuestillos que el SAT voluntariamente recolecta entre nosotros para que el senador no tenga que pagar a crédito sus antojos? Y luego la burla intolerable: Me parece un exceso que los servidores públicos no podamos hacer una vida como la hacen TODOS los mexicanos. Me preparé mi Tila Martini, resoplé fuerte (eso de re y de fuerte son licencias del lenguaje) y decidí aplicar dos máximas que todos conocen y que marcan las pautas comunales de comportamiento entre el populacho nacional: el que se lleva se aguanta y chipote con sangre, sea chico o sea grande.

El mismo mes de febrero dirigí una brevísima solicitud a la Unidad de Enlace para el Acceso y la Transparencia de la Información del Senado de la República. Era ésta: Conocer los emolumentos a que se hizo acreedor el Sr. senador Ernesto Cordero Arroyo durante el mes de febrero del presente año. Este renglón y medio fue un golpe tan alevoso, que causó una verdadera conmoción en la burocracia senatorial. Yo pensé que una pregunta tan simple se resolvería así: el empleado que recibe las consultas ciudadanas, revisa una lista que tiene pegada a su escritorio con los nombres de los encargados de llenar los machotes con las respuestas más frecuentes y les distribuye las peticiones: “A ver, Cuquita: otra para ti. El salario del senador que se fue al supergoul. Checa la nómina que firmó y manda el dato hoy mismo a la transparencia”. Pero por andar menospreciando la modernidad de la administración y el dominio de la tecnología de punta, me equivoqué de cabo a rabo. En primer lugar no imaginé siquiera que mi sencillísimo cuestionamiento requería movilizar al tesorero general, al secretario general de servicios administrativos, al coordinador técnico de la secretaría general de servicios administrativos, a la jefa de la unidad de pago a senadores y, por supuesto, a la directora de la unidad de enlace para la transparencia y el acceso a la información pública. Échenle, bajita la mano, a tres ayudantes por cada funcionario y verá el remordimiento que me aqueja por el hoyo que le hice al erario. Sobre todo después de leer la estupenda información de doña Leticia Robles en el diario Excélsior, que nos da a conocer: Senado da sueldazo a 76 mandos superiores. Sus salarios van de 99 mil hasta 117 mil pesos al mes; hay 411 empleados de alto rango en la Cámara alta (¿alta? En salarios ¡altísima!) ¿No se les antoja saber cuánto les pagamos a los cinco altos mandos que intervinieron para formular la contestación a mi ingenua interrogante? Respuesta que transcribiré al final, acompañada de un cariñito constitucional.

Pero lo que no tiene desperdicio fueron los oficios que se entrecruzaron los altos mandos, para saciar mi curiosidad. En el mes de febrero presenté la breve y concreta solicitud de información que les repito: Conocer los emolumentos a los que se hizo acreedor el Sr. senador Ernesto Cordero en el mes de febrero. La petición va a dar al tesorero, señor Lauro López Sánchez, quien la remite al señor Roberto Figueroa, secretario de servicios administrativos. Por cierto agregándole al final un inexplicable sic. El adverbio latino, “ sic erat scriptum” es una aclaración del autor a los lectores: lo que acaban de leer lo copié tal cual estaba escrito. Yo como Herodes (vengan correcciones), me lavo las manos. Por qué el tesorero López Sánchez consideró necesaria esa aclaración, lo ignoro. Tal vez quería desafanarse de una bronca con el senador Cordero. Pero sigamos: copia de este sic le es remitido también a doña María del Carmen Lydia García, jefa de la unidad de pago a senadores, quien contesta que: “la dieta y las prestaciones económicas y los seguros que se otorgan a los senadores se encuentran en el Manual de percepciones de los servidores públicos de mando de la Cámara, en la siguiente dirección electrónica: http//wwwsenado.gob.mx/admin/docs/ recursos_humanos/manual_percepciones .pdf”

Quiero imaginar a la jefa María del Carmen García, marcar con una urgencia extrema el 040, para solicitar el número de los bomberos (porque la lumbre le llegaba ya mucho más arriba de los aparejos) y que la operadora le contestara: que dice don Carlos que esos datos están a su disposición en el directorio de su colonia o que se sirva consultar la sección amarilla.

Pero asomémonos al Reglamento del Senado a ver qué luces nos aporta: Los artículos, del 60 al 68, hacen referencia a las inasistencias de los senadores, con redacciones dignas de comentario si tiempo y espacio lo permitieran, por ejemplo: Se considera inasistencia cuando el senador no registra su asistencia… aunque asista. La inasistencia sólo se justifica cuando se acredite con los medios pertinentes (impertinentes, absténganse). Por enfermedad u otros motivos de salud (y yo que siempre pensé que la enfermedad era un motivo de no salud). En su caso, durante los periodos de pre y post parto (a éste, ¿lo consideran enfermedad o salud? ¿Las embarazadas dan a luz o se alivian? Mi abuela decía que era una gozosa enfermedad ¿Por eso habré tenido tantos tíos?) Luego el reglamento enumera una serie de inobjetables consideraciones para justificar inasistencias. Por ejemplo: cumplir encomiendas y comisiones que obliguen a los senadores estar en un sitio diferente a la misma hora de la sesión. Después de rigurosos análisis y encendidos debates llegaron a la conclusión de que esas ausencias eran justificables. Luego vienen los casos fortuitos o de fuerza mayor (en estos no está incluido, infortunadamente, el Superbowl). Los senadores disponen de cinco días (art. 62), para presentar la solicitud de justificación de su inasistencia. En el caso que nos ocupa, el senador Cordero destinó meses a conseguir sus reservaciones, pero se le pasó un mes para tratar de justificar su muy premeditada y saboreada inasistencia. Luego, como le resultó imposible realizar tan engorroso trámite, sencillamente solicitó que de su salario del mes siguiente le descontaran la cantidad de 5 mil 714.79 pesos, correspondiente a su salario del día que, por causa de fuerza mayor, le había sido imposible atender el honroso pero, a veces, engorroso encargo. (¡Enhorabuena! Gracias al senador, una familia completita comió y pagó sus tarjetas de crédito durante un mes).

Conclusión. Supongo que la sensibilidad política del tesorero Sánchez Acevedo, registró el despropósito de la jefa de la unidad de pago a senadores y le ordenó a uno de sus secretarios pergeñar el siguiente engendro, dirigido al secretario de servicios administrativos.

“En alcance a mi similar T-311/15, de fecha 20 de marzo de 2015, referente a la solicitud Infomex Senado 00025215-001, que indica: “Conocer los emolumentos a que se hizo acreedor el Sr. senador Ernesto Cordero Arroyo en el mes de febrero del presente año. (sic)

Al particular, me permito precisar que derivado de la inasistencia del día primero de febrero del año en curso, y a solicitud del senador Ernesto Javier Cordero Arroyo, se procedió a efectuar el descuento correspondiente que asciende a la cantidad de $5 mil 714.79 (cinco mil setecientos catorce pesos 79/100 mn), realizado en el presente mes de marzo.

¿Así que los omisos, indolentes, abúlicos presidente y secretario de la mesa directiva no le informaron, como se los ordena el reglamento, de la ausencia injustificada del senador? Entonces, ¿fue usted, alto mando, quien ordenó descontarle al senador Cordero el salario del día primero de febrero, sólo por atender a su honorable, espontánea y encarecida súplica? Pues de ser así, mandemos al carajo el inútil artículo 64 constitucional que ordena: Los senadores y diputados que no concurran a una sesión, sin causa justificada o sin permiso de la Cámara respectiva, no tendrán derecho a la dieta correspondiente al día que falten. O sea, altos mandos, que si el senador no se entera de que hay envidiosos investigando (¿Qué pajarito se lo habrá dicho en la orejita?), y no solicita el descuento legal a toro pasado, ¿la sinvergüenzada hubiera sido del 10?

Se quedó en el disco duro un ítem, por si hay reincidencia: Ernesto –flash– Cordero, el actuario de un sexenio. Saldrá a relucir a la menor provocación.

Twitter: @ortiztejeda