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México y Brasil: la profundización de una relación histórica
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n 1922, en una ceremonia celebrada en Río de Janeiro, en el contexto del centenario de la independencia de Brasil, José Vasconcelos, entonces secretario de Educación del presidente Álvaro Obregón, entregó al pueblo y gobierno de ese país, como gesto de amistad, una estatua de Cuauhtémoc, a la que llamó un trozo del corazón mismo de la patria mexicana.

Con ese mismo espíritu, el presidente Enrique Peña Nieto recibió esta semana a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien cumplió su primera visita de Estado a nuestro país. Una vez concluida, podemos afirmar con satisfacción que la visita ha abierto un nuevo capítulo en nuestra historia, uno de mayor cercanía y mayor cooperación.

Por el peso de su historia, sus aportaciones culturales al mundo y la solidez de sus economías, México y Brasil están llamados a jugar un papel relevante a escala global. Recordemos que juntos somos las dos mayores economías de América Latina. En conjunto, producimos 62 por ciento del producto interno bruto regional y generamos 58 por ciento de sus exportaciones.

La ambición compartida de una relación cada vez más profunda descansa en la intensidad de sus actuales intercambios, cuyo monto en 2014 superó 9 mil millones de dólares, lo que hace de Brasil el principal socio comercial de México en América Latina. Es, además, el primer receptor de la inversión mexicana en la región.

México y Brasil estamos convencidos de que el proceso de profundización de nuestros vínculos pasa primeramente por la actualización del marco jurídico que rige nuestra relación. Por ello, ambos países firmamos un acuerdo de facilitación de inversiones, sin precedente para Brasil en el continente americano. Nos propusimos, en específico, duplicar nuestro intercambio comercial en un plazo de 10 años. Para ello, iniciamos las negociaciones para ampliar y profundizar el Acuerdo de Complementación Económica (ACE 53), a fin de incluir nuevas mercancías y profundizar los niveles de preferencia, con la meta de eventualmente alcanzar la liberalización integral del comercio bilateral. Iniciamos, igualmente, pláticas tendientes a facilitar los trámites aduanales para incentivar el comercio y la inversión. Ampliamos nuestros acuerdos para impulsar el desarrollo de agricultura sustentable y la formación de técnicos especializados en ganadería y silvicultura tropical.

Conscientes de la importancia de la movilidad de personas para fomentar un mayor entendimiento mutuo, investigación conjunta, contactos empresariales y turismo, los presidentes destacaron los resultados de la eliminación de visas en 2013. A raíz de la implementación de dicha medida, y en tan sólo un año, el número de visitantes brasileños a nuestro país creció en 16 por ciento para superar la cifra de 300 mil. También actualizamos nuestro convenio sobre servicios aéreos, a fin de generar más competencia y más frecuencias directas.

Los resultados alcanzados marcan la pauta para poner en marcha una nueva relación bilateral que dé un nuevo impulso a nuestras economías y acerque a nuestras sociedades, en beneficio no sólo de mexicanos y brasileños, sino de la región latinoamericana y caribeña en su conjunto. Este compromiso histórico quedó sellado por los presidentes Peña Nieto y Rousseff con un simbólico brindis de tequila y cachaza, que desde ahora serán reconocidos en Brasil y México como designaciones propias y productos típicos.

Con la visita de la presidenta Rousseff como punta de lanza ha de cumplirse la visión expresada hace más de un siglo por el prócer brasileño José María da Silva Paranhos, vizconde de Río Branco: nuestro ideal no es la formación de dos mundos rivales, sino el de un solo mundo unido.

*Secretario de Relaciones Exteriores