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Número Especial mayo junio 2015 No 199

El arrecife mesoamericano,
un paraíso que peligra por su belleza

Lorenzo Álvarez Filip
Unidad Académica de Sistemas Arrecifales del ICML, UNAM
Correo electrónico: [email protected] / www.barcolab.org

Los arrecifes de coral son los ecosistemas marinos más biodiversos en nuestro planeta. Representan solo el 0.2 por ciento del área total de los océanos pero albergan un tercio de las especies marinas conocidas. Además, proveen importantes bienes y servicios ambientales como proteger las costas de tormentas, proveer importantes recursos pesqueros y generar la arena blanca de las playas. Todo esto depende de la capacidad que tienen los corales de construir hábitat mediante la acumulación de carbonato de calcio; es decir, los corales al crecer generan una matriz de roca caliza que literalmente provee el entorno físico en el que todas las otras especies habitan. Los procesos biológicos para construir un arrecife llevan cientos o miles de años. Sin embargo, los humanos hemos demostrado que desacoplar su integridad ecológica y provocar la pérdida de hábitat solo requiere unas cuantas décadas.

Históricamente, los corales han ocupado más del 50 por ciento del sustrato en los arrecifes del mar Caribe. Esta relación ha disminuido drásticamente a partir de la década de los setenta del siglo pasado. Hoy en día, la gran mayoría de los arrecifes solo tiene entre cinco y 15 por ciento de corales, lo que representa una severa pérdida en la capacidad de construir arrecifes.

Esto deriva en consecuencias negativas para otras especies, así como para los bienes y servicios ambientales que proporcionan. Se estima, por ejemplo, que la degradación arrecifal ha resultado en una rápida disminución en la abundancia de varias especies de peces, lo que se refleja en la pérdida de recursos pesqueros disponibles para las personas que habitan y visitan las costas tropicales.

Las mayores formaciones arrecifales en nuestro país se encuentran en el estado de Quintana Roo y, al igual que sus pares en otras regiones del mundo, están en peligro. Los arrecifes de las costas de Quintana Roo son parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, una cadena discontinua de arrecifes de más de mil kilómetros de longitud que inicia en el norte de Quintana Roo y termina en las costas de Honduras. El pasado 12 de mayo, la iniciativa Arrecifes Saludables, un esfuerzo conjunto de más de 60 organizaciones, presentó el Reporte del Estado de Salud del Arrecife Mesoamericano 2015. Los resultados no son alentadores.

De un total de 248 sitios que se evaluaron en las costas de Quintana Roo, Belice, Guatemala y Honduras, 57 por ciento se encuentra en un estado delicado de salud. Esto quiere decir que estos arrecifes tienen muy poca cobertura de coral, pocos peces y una gran cantidad de macroalgas: las principales competidoras de los corales.

Tan solo nueve por ciento de los sitios se encontró en un estado saludable con poblaciones abundantes de corales y peces. Estos sitios estuvieron principalmente localizados en islas y atolones lejos de los impactos negativos de las costas. Si analizamos el caso de Quintana Roo, los resultados no son diferentes. Del total de los 86 sitios, 56 por ciento está en una condición delicada de salud, mientras que solo cuatro se encuentran en condiciones deseables. Estos pocos arrecifes se localizan en la isla de Cozumel, banco Chinchorro y puerto Morelos. Y todos se ubican dentro de áreas naturales protegidas.

El principal problema que enfrentan los arrecifes de las costas de Quintana Roo es la pérdida de la calidad del agua marina. Los corales formadores de hábitat necesitan aguas claras y sin nutrientes para desarrollarse plenamente. El incremento en la cantidad de nutrientes, materia orgánica o contaminantes en el mar propicia que las algas, organismos que requieren un alto influjo de nutrientes, proliferen y desplacen a los corales. Además, el incremento en materia orgánica y bacterias provenientes de descargas residuales están asociadas con enfermedades coralinas, que algunos casos han resultado en eventos de mortandad masiva.

Esta pérdida de calidad en el agua marina se asocia directamente al rápido desarrollo costero y la alta demanda de recursos que genera la industria turística en el Caribe mexicano. Hace tan solo cinco décadas las costas de lo que hoy es el estado de Quintana Roo eran parte de un territorio casi despoblado, donde habitaban solamente algunos pescadores. Hoy, la región es líder en turismo de playa, con lugares mundialmente conocidos como Cancún, playa del Carmen, Tulum y Cozumel.

Sus visitantes son atraídos por los arrecifes coralinos o por la arena blanca de las playas y las aguas color turquesa llenas de vida marina, condiciones que solamente pueden darse en costas con arrecifes saludables. En la actualidad existen cerca de 90 mil cuartos de hotel, la gran mayoría localizados en el norte de la entidad. Se estima que en 2014 alrededor de 15 millones de personas visitaron las costas de Quintana Roo, generando una derrama económica de más de 8 mil millones de dólares.

Acompañando la creciente demanda turística se ha generado una rápida urbanización de la zona para permitir albergar a las personas que trabajan en las actividades relacionadas con el turismo, la industria de la construcción y a todos aquellos ciudadanos nacionales e internacionales que se ven atraídos por el rápido crecimiento económico. En la actualidad, 1.4 millones de personas viven en Quintana Roo de acuerdo al censo del INEGI de 2010. Sumaban apenas 88 mil en 1970. Este rápido crecimiento origina una drástica modificación de la línea de costa devastando selvas, duna costera y manglares.

Este año, el crecimiento urbano y de actividades diversas continúa a marchas forzadas, sin planeación alguna. En los 120 kilómetros que separan Tulum de Cancún existen decenas de proyectos para crear viviendas de interés social, residenciales y “desarrollos” turísticos. Lo cual incrementará considerablemente la demanda de la infraestructura existente para albergar residentes permanentes y recibir turistas.

El crecimiento explosivo y la alta demanda de agua dulce que lo acompaña tienen drásticas consecuencias en una región donde se carece de un sistema de drenaje y que en cambio cuenta con un número muy reducido de plantas de tratamiento. En muchas áreas residenciales de Quintana Roo, el agua residual se colecta en fosas sépticas, mientras que los grandes hoteles inyectan en pozos las aguas con algún tipo de tratamiento.

Si se quieren conservar realmente los arrecifes coralinos de México y Mesoamérica hay que empezar por lo fundamental: protegerlos con medidas prontas y de cumplimiento obligatorio. Comenzando por la planeacion integral del desarrollo urbano y rural.

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