jornada


letraese

Número 227
Jueves 4 de Junio del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus



pruebate



editorial

Joaquín hurtado

¿Pruebitas al profe?

En un acto temerario (¿desesperado?) el presidente Peña nomás ya no quiso evaluar al magisterio. Ni siquiera dio razones. Renegó de su propia iniciativa con sólo cuatro líneas en un apurado boletín de prensa. El mensaje presidencial parece más epitafio que anuncio oficial.

Así de seco fue el golpe, fatal para la reconstrucción y credibilidad de nuestro sistema educativo. En el comunicado 129 de la SEP se deja en el limbo “de manera indefinida” la médula del Reformón que tanto ruido, angustias y raspones provocó cuando fue aprobado. Qué oso han hecho los Levantadedos.

Yo creo que debemos dejarlo así. RIP a la evaluación docente, descanse en la santa paz de los sepulcros. Yo estoy de acuerdo con el presidente. ¿O al revés?

El producto era inviable, el aborto necesario. El Instituto Nacional para la Evaluación Educativa puede argumentar con pulcritud lógica, pelear con garras científicas y fundamentos constitucionales la medición educativa; la resistencia social de los ciudadanos preocupados por el destino de la niñez mexicana puede subir de tono. Los defensores acérrimos de la medición quizás tengan la razón, pero no tienen el poder.

Peña se dio cuenta que tampoco él tiene el poder. Ningún instituto, ninguna estructura burocrática, puede evaluar a los maestros enrabiados. No hay modo en el México convulso y descoyuntado actual. Las y los profesoras de México no quieren ser evaluados, lo que les urge es ser valorados. Exigen dejar de ser chácharas en el tráfico de posiciones y prebendas entre las camarillas del poder. Evaluar o valorar, esa es la cuestión. Parece pero no es lo mismo.

La planta docente es el fiel de la balanza en la evaluación popular cotidiana al gobierno en turno. El sistema está presente para bien o para mal en la escuela pública. El magisterio resguarda la viabilidad de la nación con sus vicios y lastres. El profesor tiene en sus manos el tesoro del país, su infancia. Casi nada.

No es cursilería ramplona afirmar lo anterior. El sistema devora al país, el profe tritura a los críos. El sistema miente, el profe engaña impunemente. El sistema roba, el profe se larga a la grilla y hace pinole con las horas lectivas que debe dedicar a su alumnado. El maestro mexicano fue y continúa siendo peón, rehén, ficha de cambio del Partidazo y sus jerarcas. El sistema impone, el profesor se somete, el chavillo obedece y calla.

¿De qué nos admiramos?, ¿por qué rasgarnos las togas y morder los birretes si el presidente opta por retirar como cosa de capricho infantil un instrumento ideado para el toma y daca de las facciones en pugna? Evaluar significa filtrar, discriminar, desechar en la semántica retorcida del tecnócrata. Valorar es algo ajeno a su vocabulario. Se evalúa un objeto de consumo, se valora su utilidad. La utilidad es algo intangible, imposible de medir puesto que yace en la relación sujeto-objeto. Quien violente esta regla ontológica acabará en el basurero de la historia.

No es gratuito ni mucho menos casual que la polémica decisión de Peña Nieto se haya tomado a unas horas de las elecciones, las intermedias, donde candidaturas broncas auguran lo ídem. La suspensión de la evaluación docente augura un vuelco importante en la historia moderna de México. Quizás alguien vio venir el trancazo y sugirió retirar el pelotón de fusilamiento.

Su gobierno no quiso arriesgarse a seguir jugando con el fuego de las revueltas magisteriales. Hay un polvorín feroz en el eje Michoacán-Guerrero-Oaxaca, donde la agitación docente, política y narca es mayúscula y va in crescendo. Es contagiosa. El país se despeña en el caos a pasos apresurados. Alimentar la hoguera de la rebeldía magisterial equivale a unas exequias prematuras de un sistema que antes va a luchar con todo para perpetuarse en el trono.


S U B I R