Opinión
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La liberación de Europa, el aprisionamiento de la historia
L

os polacos somos una nación periférica atrapada entre el complejo de inferioridad y los sueños de grandeza (mesianismo nacional), un insoportable y dialéctico estado del alma donde una parte no existe sin la otra.

Para librar las batallas del presente siempre nos gusta mirar al pasado.

¿El revisionismo histórico se encuentra con el carácter nacional? ¿Y ya? Dudo que exista tal cosa (carácter...); mejor verlo como parte de procesos más amplios.

Enzo Traverso, en La historia como campo de batalla (FCE, 2012, 332 pp.), apunta a la caída del Muro de Berlín (1989) y la desaparición del horizonte de utopía como momento del auge de las tendencias revisionistas; Domenico Losurdo, en su War and revolution: rethinking the twentieth century (Verso, 2015, 368 pp.), deconstruyendo las tesis de los principales revisionistas/reaccionarios –de Ernst Nolte: “el fascismo/nazismo como ‘respuesta’ al comunismo/bolchevismo” y de François Furet: las raíces del estalinismo en los excesos de la Revolución Francesa–, traza sus semillas a los años 20, a Ludwig von Mises, el patriarca del neoliberalismo, apuntando a sus afinidades (y diferencias) con el revisionismo.

¡Polonia: el campeón del neoliberalismo! ¡Polonia: el campeón del revisionismo!

Era de esperarse que alguien hiciera de esta nuestra especialidad histórica un arma y –después de los eternos debates internos y perversas contemplaciones de las derrotas nacionales (los levantamientos de los siglos XVIII/XIX, el levantamiento de Varsovia en 1944, etcétera)– un hit de exportación. Y vino lo de Ucrania...

“Con los separatistas apoyados por Rusia ganando la guerra, los aliados occidentales de Kiev toman los campos de batalla del pasado para ganar al menos la satisfacción por minar las pretensiones históricas de Moscú. Polonia se hizo el líder del ‘ historical warfare’” (Battling over history, en The Economist, 23/2/15).

¿Será casualidad que tanto el canciller polaco –Schetyna– como el presidente –Komorowski– sean historiadores de formación?

O esto: el que parece bien determinado a que avance esta guerra suministrando las municiones a los revisionistas (y rusófobos) polacos con sus visones históricas es... Vladimir Putin.

Como eso que justificando (¡sic!) la colaboración pasajera de la URSS con Hitler acusó a Polonia de... lo mismo (¡sic!), añadiendo que –siendo el primer país invadido por el Tercer Reich (1/9/39), acto que inició la Segunda Guerra Mundial– acabó víctima de la misma política que intentaba realizar en Europa ( Gazeta Wyborcza, 10/5/15).

Se refería a la anexión de parte de Checoslovaquia (Zaolzie) por Polonia (2/10/38), que aprovechó la partición de aquel país por Hitler (los acuerdos de Munich), una acción vergonzosa, pero independiente (sólo usada por la propaganda nazi).

Además: no era política; era falta de política, un desesperado intento del régimen semifascista de la Segunda República (Sanación) de dignificar a la nación por última vez ante la derrota por venir.

Y esto: a Putin se le olvidó mencionar el argumento oficial de la anexión: proteger a la población polaco-hablante, el mismo que usó Hitler anexando a Sudentenland (1938), Stalin a media Polonia (1939) y... Putin a Crimea (2014).

En fin... las batallas del “nacionalismo polaco vs. el nacionalismo gran ruso” serían sólo grotescas y estériles (para la izquierda) si no fuera que ambas partes descaradamente rescriben el pasado. Rusia más con la pluma. Polonia más con la goma de borrar.

El objetivo es eliminar (casi) cualquier referencia a la URSS:

• desafiando los festejos en Moscú (y/o aislando más a Putin) se organizó la contra-conmemoración de 70 años del fin de la guerra en Gdansk (ex ciudad libre de Dánzig), donde se inició el conflicto (y en cuyos astilleros décadas después empezó a resquebrajarse el comunismo), todo un éxito atendido por un puñado de mandatarios de segunda.

• y (antes) borrando los vestigios de la historia soviética el Parlamento cambió la fecha de la victoria fijada hasta ahora –como en Rusia y países de la ex URSS– para el 9/5, por la fecha europea 8/5, tratando de minimizar la contribución soviética en la victoria sobre el nazismo.

Hoy la versión oficial es que los tanques soviéticos no trajeron la liberación, sino subyugación: a la ocupación nazi (1939-1945), siguió la soviética (1945-1989).

Algunos historiadores sensatos pulverizan esta tesis: “Los alemanes mataron a millones de polacos, el régimen prosoviético a 30 mil. Los alemanes cerraron las escuelas (General Plan Ost preveía la exterminación de las élites y la conversión de los demás en trabajadores-esclavos), los comunistas invitaron a los campesinos a las universidades. ¿De veras sólo fue un ‘cambio de invasores’?” (Adam Leszczynski, en: Gazeta Wyborcza, 17/1/15).

Desde luego que Polonia se encontró atrapada entre Hitler y Stalin (una huella impresa hasta en las historias personales/familiares), pero la tendencia revisionista en boga de poner = entre los dos totalitarismos carece de toda la perspectiva (clasista, de grado, etcétera).

Mi abuelo, retirándose con su unidad ante los nazis, fue apresado por los soviéticos y mandado al campo transitorio en Szepetówka (hoy Ucrania), donde ambos invasores intercambiaban a los prisioneros de guerra polacos: los nazis se llevaban a los de menor rango (como a mi abuelo), los soviéticos a los oficiales.

Los últimos (unos 22 mil), muchos profesionales e intelectuales –corazón de la intelligentsia–, acabaron masacrados por Stalin en Katyn (1940); más de 500 mil civiles fueron deportados al interior de la URSS.

Aun así, para mi abuelo, un campesino que antes de la guerra apenas aprendió a leer (y para eso tuvo que enlistarse en el ejército) y en Polonia socialista acabó la universidad (imposible en la Segunda República), el país no se sentía muy ocupado.

Hoy se siente bastante esquizofrénico. Entre tanta descomunización y pasar el borrador desapareció también la memoria de 200 mil soldados polacos que luchando junto al Ejército Rojo tomaron Berlín; reprimiéndola, en vez del final de la guerra terminamos festejando más su... inicio ( vide: lo de Gdansk).

El revisionismo alla polacca prometía dignificar a la nación y su alma; acabó ahondando sus contradicciones. (Continuará.)

*Periodista polaco

Twitter: @periodistapl