La vía dolorosa de los pueblos en estados unidos
Y la sorpresa indígena contemporánea

Conversación con
Roxanne Dunbar-Ortiz


Las Mañanitas al santo patrono de San Cristóbal Lachirioagv
Foto: Jorge Santiago

En su sitio en la red se presenta como “feminista, revolucionaria, historiadora”. Autora de algunos títulos imprescindibles para entender la actualidad de los derechos colectivos de los pueblos indígenas, lo mismo sioux que miskitos, Roxanne Dunbar-Ortiz, al publicar An Indigenous Peoples’ History of the United States (New York, Beacon, en 2014) marcó un hito en la comprensión histórica de lo que ocurrió en realidad con los pueblos originarios en Estados Unidos: una masacre injustificada, un despojo monumental, una mentira tras otra. Y luego, el olvido nacional. La historia como mito de padres fundadores y tierras prometidas por Dios (Ojarasca 213, enero de 2015).

A raíz de su trascendental aportación historiográfica, la autora recibió a Ojarasca en su casa en Russian Hill, un barrio en San Francisco, California, para conversar sobre esa historia verdadera de los pueblos indígenas de Estados Unidos de la que nadie quiere acordarse. De manera informal la escritora inicia hablando sobre su acercamiento con América Latina. Nicaragua. Los indígenas latinoamericanos en parte, tocando la existencia y persistencia de los miskitos en la costa nicaragüense del Mar Caribe. “Sandino estaba orgulloso de sus raíces indígenas, y siempre lo decía”. De ahí, entre sorbo y sorbo de té y con su gata estudiándonos como los extraños que somos, invadiendo la privacidad y complicidad entre ella y Roxanne, relata la época dura de la contrarrevolución nicaragüense, la introducción de cocaína en las comunidades afroamericanas de Los Ángeles con la participación del gobierno estadunidense para financiar el envío de armas a los contrarrevolucionarios. “La película Mata al mensajero describe el poder del periodismo para desenmascarar una situación como ésa, pero también muestra la efectividad del sistema para silenciar a un periodista”. Como fue el caso de Gary Webb, autor de Dark Alliance, sobre la CIA, los contras y la explosión de crack y cocaína en Estados Unidos (Seven Stories, NY, 1999), a quien su osadía de desenmascarar el complot de la CIA y otras agencias del Estado le costó su carrera periodística, y finalmente la vida.

Dunbar-Ortiz reflexiona sobre los pueblos originarios hoy en las Américas. Habla de la “sorpresa” que representan las resistencia en América Latina. Estas son sus palabras.

La escena del crimen es como me refiero a Estados Unidos en mi libro. Pues no digo América al referirme a mi nación. La frase la tomé prestada de la escritora y académica indígena Gloria Bird. Eso me dio una imagen y contribuyó a que, al escribir An Indigeous Peoples’ History of the United States, mi enfoque recayera en lo que es mi país: la escena de un crimen. Me viene a la mente cuando sucede algún percance o crimen y se rodea la escena con cinta amarilla. Me digo entonces cómo Estados Unidos ha colocado su cinta amarilla empezando a partir del Río Grande hacia el sur.

Un punto importante que trato de mostrar es establecer al colonialismo como un fenómeno regresivo en la historia. Lo cual nos trajo a la dirección en donde vamos. Que no es un buen lugar. Hoy en día el colonialismo a nivel mundial se perpetúa a través de la globalización económica. Se destruye nuestra tierra y todo esto se justifica en nombre del progreso.

Volviendo un poco atrás, y tomando la guerra de Vietnam como ejemplo, el gobierno de Estados Unidos quiere tomar este año, 2015, para conmemorar el cincuenta aniversario de esa guerra absurda. Aunque el ejército ya había estado ahí diez años antes. Bien, pues hablando del progreso, esta guerra generó avances tanto médicos como en armamento de combate. Pero sobre todo hubo avances en la tecnología aplicada al área de las comunicaciones.


Roxanne Dunbar-Ortiz, en entrevista con Ojarasca

Esa guerra ayudó a desarrollar un tratamiento psicológico eficaz para del desorden traumático causado después de cualquier guerra. También el Departamento de Estado desarrolló la Internet en sus categorías de sistema de redes cibernéticas, así como el correo electrónico. Si pudiéramos resistir esa sensación de progreso, y así ver hacia dónde va el mundo. Tenemos que ver el progreso de manera mas objetiva.

Nación meramente capitalista. Desde de la fundación de Estados Unidos la intención fue establecerse como un país meramente capitalista. Por eso ha llegado a ser un país muy dominante. Todo lo contrario de otros países del continente.  Algunos países latinoamericanos han sido limitados por su fuerte pasado histórico. Fueron colonizados. Como lo menciona Rodolfo Stavenhagen, incluyendo a México, los países latinoamericanos se emanciparon pero conservaron un colonialismo interno.

El sistema de trabajo empleado por las colonizadores fue a base de trabajadores que venían a esta parte del mundo mediante contratos. Aceptaban viajar a las colonias a cambio de que les pagaran el pasaje y los gastos del traslado. Consecuentemente, pagaban con su trabajo y después al pagar su deuda quedaban en libertad y pasaban a formar parte de la población colonizadora. Esto generaba la necesidad de proveerlos de tierras, recursos y un lugar para establecerse de manera permanente. Andrew Jackson, uno de los padres fundadores de esta nación, descendía de trabajadores llegados del Reino Unido bajo este sistema de contrato.

Cabe mencionar que entre el sistema de trabajo por contrato y la práctica de la esclavitud había una línea muy tenue. Sin embargo, los siervos llegados de Europa eventualmente alcanzaban su libertad, tenían ciertos derechos de los cuales los esclavos carecieron siempre.

El comercio de esclavos. En 1453, la corona portuguesa pidió permiso al Papa para invadir el oeste de África con el fin de capturar nativos y someterlos a la esclavitud. Consecuentemente, en 1494 se le concedió permiso a España para conquistar sus nuevas tierras. Que en esos años África fuera percibida como fuente proveedora de esclavos implicaba que el imperialismo estaba ya en su apogeo. Fue así como a lo largo de la costa oeste del continente africano los europeos establecieron puntos de intercambio de mercancías, siempre tomando ventaja de los nativos. Más tarde, estos lugares de acopio se convirtieron en puntos desde donde millones de esclavos eran embarcados en condiciones infrahumanas. Eventualmente, este modelo de centros de intercambio comercial fue reproducido en las costas del Atlántico donde se fundaron las primeras colonias. Allí se desarrolló la dependencia en el intercambio de productos. Los indígenas tenían sus inventos, herramientas, y conocían el cobre, pero el hierro traído por los europeos les pareció muy atractivo. No se comparaba con el cobre. El intercambio de productos al principio fue justo, ya que los botes europeos permanecían en el puerto. Hasta ahí acudían los indígenas con sus productos. Sin embargo, los europeos decidieron instalar un centro de intercambio en Jamestown (hoy Virginia). Los nativos no estuvieron de acuerdo y los rechazaron, ya que los ingleses empezaron a saquear la comida y los objetos de valor, así como a violar a sus mujeres. Trastornaron al pueblo.

Esa gente —los ingleses— eran sicópatas como los que pelearon en Turquía durante las Cruzadas. De cierta forma, son nuestros antepasados. Hasta puede ser que mis propios parientes. Por eso en el mundo nos tienen miedo. Los descendientes de esas personas se enrolan hoy en el ejército o en las policías. Debemos recordar qué era Estados Unidos: sólo una pequeña porción en la costa atlántica del continente. Ahí se formaron trece colonias. Cada una tenía gente dedicada a los negocios. Practicaban el intercambio comercial con los indígenas. Había una burguesía bien establecida en cada una de ellas, especialmente en Virginia y Massachusetts, las colonias con más poder. El comercio de esclavos les trajo más riqueza. No hay que olvidar que los padres de la patria —la mayoría de ellos— eran dueños de esclavos. Dueños también de compañías marítimas, e inversionistas en el negocio del transporte de esclavos.

En estas colonias se plantaba el tabaco índigo y el arroz; este último se enviaba a las islas del Caribe para alimentar a los esclavos. Eran productos muy lucrativos pero  devastaban la tierra, al contrario de lo que hacían los indígenas, quienes al plantar maíz, frijol y calabaza mantenían un balance en los nutrientes del suelo. Por  ejemplo, yo estudié una plantación en Virginia que treinta o cuarenta años antes de la Independencia ya habían devastado los nutrientes del suelo hasta dejarlo improductivo. Entonces se dedicaron a la reproducción de esclavos que vendían como si fueran animales. Había necesidad de expandirse.

Una historia dolorosa, la de Estados Unidos. Hablando de educación, los estándares desarrollados para el sistema educativo en Estados Unidos tienen que ser aprobados por cada estado. Si los distritos escolares rechazan los textos decretados por el comité estatal, entonces no reciben los fondos correspondientes. Además los padres de los estudiantes sienten que si sus hijos no usan los libros establecidos por el sistema no aprenderán lo correcto. Sin embargo hay escuelas —las llamadas Charter o alternativas— que pueden aplicar un currículo basado en textos distintos siempre y cuando cubran los estándares requeridos por el estado. Entonces lo que se enseña en las escuelas es una historia depurada.

Para un historiadora como yo, y desde mi propio punto de vista, la única forma de hacerse rico, ni siquiera famoso, es conseguirse un jugoso contrato con las compañías editoriales, principalmente de Texas. Ahí es donde se generan las masivas publicaciones para el sistema educativo. Texas aprueba y desaprueba lo que se publica. Siempre y cuando se alinee al sistema capitalista de este país.

Mi libro es una historia dolorosa de Estados Unidos. Cruel. Genocidio tras genocidio. Y hemos llegado a un punto en esta sociedad en la que los ciudadanos sufrimos de amnesia. Olvidamos de manera rápida lo que pasa a nuestro alrededor. Los intelectuales somos dados a no criticar de manera profunda el sistema. Claro, venimos de clases privilegiadas. Gore Vidal, el gran liberal, descendía de una familia de colonizadores, militantes duros dentro de las colonias, gente que se apropió de tierras. También así fue mi abuelo. El poeta Walt Whitman, el dios de los beatnik sanfranciscanos, fue un rabioso colonialista que siempre apoyó la expansión a costa de los indios. Mencionarlo incomoda a sus seguidores. Isabel Allende dijo en una ocasión que en Chile todos aman a los indígenas y que ahí no hubo gente negra. Esta gente, como muchos otros, tiene un pasado colonizador. Además, entre la élite de escritores se ensalza a los indios o a los negros sin provenir de ellos ni establecer contacto con sus realidades. Como Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.

La sorpresa indígena. Los movimientos indígenas son lo que más me sorprende ahora. Las protestas en Bolivia fueron el inicio de un movimiento indígena digamos panamericano. En Bolivia fue una reivindicación, una forma de colocar a los mestizos dentro de una identidad indígena, ya que no se asumían como tal. En México ha habido muchos movimientos de resistencia en Oaxaca, Guerrero o Chiapas. En 1982 visité los campamentos de refugiados guatemaltecos. Eran los tiempos más críticos. Recuerdo que renté un Volkswagen para recorrer el área. Quería hacer mis observaciones y para estar tranquila me disfracé de turista. Quería, más que nada, observar la militarización de la zona. En abril de ese mismo año, Samuel Ruiz me invitó a conocer a unas personas muy importantes. Salimos de noche y manejamos en la oscuridad por caminos de terracería. Al llegar a cierto lugar nos encontramos con unas ocho personas, todas indígenas, todos tsotsiles, armados con rifles AK-47. Hablamos por un rato y aseguraron ser chiapanecos. Me pregunto si no eran los inicios del movimiento zapatista. Me dijeron parte de sus intenciones: la transformación de México.

En 1994 estaba en la ciudad de México y miré en la portada de la revista Proceso fotos de los zapatistas. Me dije: quizás ésos son los hombres con quienes hablé aquella noche remota en la montaña.

El movimiento indígena zapatista es algo único en México. Desafortunadamente, también han ocurrido y ocurren masacres. Me tocó investigar la de Acteal en 1997. Fue en ese entonces cuando entré en contacto con los zapatistas, preguntándoles en que podría ser útil. Pidieron que hiciéramos lo que mejor sabíamos hacer en nuestros lugares de origen, y aquí estoy.  En los Estados Unidos hay centros de apoyo al movimiento zapatista; los hay también en las reservaciones indígenas, donde sienten una gran admiración por ellos.

Volviendo al libro, ha sido bien recibido en los colegios tribales. Sin embargo, lo escribí para una audiencia no indígena. Para dar a conocer la historia que no se cuenta realmente en este país. Allí propongo al público no indígena hacer conciencia de los tratados que se llevaron a cabo entre el gobierno de Estados Unidos y los indígenas. Y de cómo los han violado una y otra vez.  Siempre hubo desventaja. Los blancos han sido deshonestos y disparejos.  Por ejemplo Jerónimo y sus chiricahuas, su banda guerrillera, nunca firmó ningún tratado. Claro que en una guerra el que firma es el que se somete. Al lograr eso de casi todos, los blancos automáticamente tenían los derechos de hacerse de los territorios que querían. La firma le da derecho legal al vencedor.

Hasta hoy la mayoría de tierra arrebatada a los indígenas está en manos de los gobiernos estatales o el federal. Se compensó con dinero a ciertos grupos indígenas. Pero en este caso el dinero no era lo más importante, sino el valor de la tierra por el uso que los indígenas le daban. Debido a que la tierra está en manos del gobierno, el Ejecutivo tiene el poder para firmar un tratado o ley, y devolver la tierra que pertenece a la naciones indias. El presidente Barack Obama tiene el poder. Pero como estas decisiones conllevan riesgos políticos es difícil que ocurra. Hay por lo menos cien millones de acres de tierra (cada acre es 4 mil 46 metros cuadrados) que pueden ser devueltas a las naciones indias. Casi toda la tierra indígena de Oklahoma, donde crecí, fue lotificada para distribuirla a los colonizadores. A los indígenas los fueron relegando en aéreas comunales-tribales, o “relocalizados”.

Hablando de la posibilidad de devolver sus tierras a los nativos, existe una ley que se interpone: como no tienen documentos de propiedad y por lo tanto no caen dentro del derecho a recibirla como herencia de sus antepasados, hasta ahí quedaría la intención, si la hubiera.

Debo hacer mi parte como activista, y en cualquier sitio al que asisto como presentadora, en plan académico o para presentar mi libro, trato de mover a la gente para que haga conciencia. Por ejemplo, entré en contacto con la universidad de Notre Dame, una institución católica en este país. A través de ellos quiero hacer llegar al papa Francisco un mensaje: que abogue para eliminar la Doctrina del Descubrimiento, que data de la colonia. Otorga los derechos de propiedad a los europeos por el simple hecho de haber llegado a estas tierras. Eliminar esta doctrina sería un paso para restablecer los derechos de propiedad para los indígenas de Estados Unidos. Se trata de una práctica casi medieval que data del siglo XVI y va totalmente contra la legalidad.

Para cerrar y hablando de movimientos sociales gestándose en el presente, México es lugar de revueltas. Y se están gestando en el sur. Principalmente, en estos días, en Guerrero. En Oaxaca.

Entrevista: Lamberto Roque Hernández
y Hermann Bellinghausen