Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 14 de junio de 2015 Num: 1058

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La caravana
Eduardo Thomas

La organización de
artistas e intelectuales:
¿tiempos coincidentes?

Sergio Gómez Montero

Ficción y realidad
de los personajes

Vilma Fuentes

Voltaire y el humor
de Zadig

Ricardo Guzmán Wolffer

Ramón López Velarde:
papeles inéditos

Marco Antonio Campos

Inauguración del
Museo del Estado

J.G. Zuno

La Música de la escritura
Ricardo Venegas

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 


con José Agustín


Ilustración de Juan Gabriel Puga

La Música de
la escritura

Ricardo Venegas

Con la jovialidad que le caracteriza, José Agustín nos recibe a Ricardo María Garibay y a quien esto escribe en su casa de Cuautla. Con un jardín con tulipanes blancos –raramente vistos–, aquí el aire es más fresco que en el árido camino que recorrimos para llegar. En su mesa nos ofrece algo de beber, el calor ha menguado los ánimos y estar en su casa es como habitar un oasis donde la primavera es generosa. Fuma el autor de Ciudades desiertas y en el humo comienza a dibujarse un diálogo imaginario.  No todos los días se puede conversar con una leyenda de la literatura mexicana.

–Me gustaría abrir nuestra charla preguntando qué tan importante ha sido la música en tu escritura.

–Ah, pues decisiva, absolutamente. Tuve la suerte inmensa de tener un papá que era piloto aviador y entonces cada día que se iba a Los Ángeles había conocido a un dependiente de una tienda de discos y le decía: “Llévese ése, le va a gustar a su hijo, está de moda”, y entonces me lo llevaba mi papá y yo le decía: “Oye papá, fíjate bien lo que compras, chingá, esto es espantoso.”

–Entonces había una miscelánea de música en casa.

–Sí, claro. No, sí, lo que pasa es que en esa época, pues de repente mi papá me acostumbró, me malacostumbró a estarme trayendo discos y cosas, y yo tuve que esperar a tener un poco de dinero, y entonces ya le encargaba lo que me hacía falta, pero en eso sí fue cuatísimo, porque siempre me trajo lo que yo le pedía, en fin.

–¿Puedes escribir escuchando música?

–Desde luego, desde chiquitito escribo oyendo música, sí, y luego me di cuenta de que cierta música me podía inducir de una manera u otra a escribir, entonces empecé a hacerlo con más malicia.

–¿Puedes comentar cuáles son los autores que te han proporcionado ese gozo de la lectura, donde se abre una especie de, como decía Carlos Monsiváis,  combate entre el autor y el que adquirió el libro?

–No, pues, ¡ay mano, son muchísimos! Apuleyo, por ejemplo, con El Asno de oro, por ejemplo, un librazo, o, de esos romanones, está también pues Virgilio ¿no? y luego después, híjole, se puede volver interminable...

–Hay una fuerte introspección en algunas obras tuyas, como cuando entre hermanos en De perfil uno se enoja porque el otro lo está observando. Pienso en si habrás tenido lecturas de Jung, de Freud. ¿Alguna vez te acercaste a estas lecturas?

–Pues sí, claro, si no, estar hablando de ellas es un poco ocioso. En especial recuerdo un libro que me dejó muy marcado, fue a principios de los años cincuenta, la autobiografía de Carl Jung, y entonces ahí daba una bola de lecturas y yo decía, ¡ay, en la madre!, yo no conozco nada de esto, en serio, entonces a buscarle, y pues sí, la mayor parte de los libros los encontré tarde o temprano, formé mi minibibliotequita junguiana.

–Ahora hay también la ausencia del dialogo con el otro, así parece que nos lo sugieren las nuevas tecnologías; todo mundo anda con su tableta. ¿Tú como observas esto en nuestra convivencia diaria?

–Bueno, nunca hubo una comunión muy estrecha, pero pues tal vez era un poco más, y pues yo digo que nos lea el pobre que nos tenga que leer.

‑William Blake dice que el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría. ¿Eso sigue vigente?

–No, pues sí, es una cuestión personal. Si lo quieres tener vigente... ¡puta, toda la vida!

–¿Pensando en los nombres que han tenido resonancia en tu escritura, de quiénes te acuerdas?

–Alguien que fue muy importante para mí fue Vladimir Nabokov, yo tenía la edad de Lolita, como doce años, cuando me reventé Lolita, y me dejó bastante estúpido, me encantó.

–Sabemos que Nabokov es un autor muy disciplinado, de hecho se dedicaba sistemáticamente de un libro a otro. ¿Cómo te propones escribir un libro?

–Pues los mejores libros nunca me he propuesto escribirlos. Me acuerdo cuando una vez mi papá compró una máquina de escribir, una Olivetti 44, ¡uta!, yo dije “ésta yo la pepeno”, y sí, la empecé a utilizar yo.

–¿Y de ahí se desdobló algo?

–Sí.

–¿Qué te parece la longevidad de La tumba, una de tus obras más conocidas?

–No, pues es uno de los libros que más satisfacciones me ha dado. Nunca me hubiera imaginado que tuviera ese éxito, y es que de repente, ya cuando como a los diez años de que había salido, no sé quién de la SEP lo puso como libro de texto en secundarias o prepas, sepa la chingada, aumentaron las ventas salvajemente, porque además los chavos estaban obligados a leerlo. Y sí les gustaba; aquí me venían a ver un chorro de chavos y yo les decía: “¿Qué leíste de lo que yo escribí?” La tumba. “¿Y qué, te gustó o no te gustó?” Y casi a todos les gustó.

–Paso a nuestra Tragicomedia mexicana.

–¡Ay nanita!

–Seguimos sumergidos en la misma tragicomedia.

–Pues yo creo que sí, por desgracia, ¿no? Carajo, este es el país que no aprende.

–Dado que en México hay una gran ausencia de crítica hacia los gobernantes, pienso que ahí está uno de los principales aportes de tu Tragicomedia.

–Ah, sí, claro, un enfoque crítico.

–Porque además lo seguiste en tomos; es una secuencia importante.

–Hay hasta una tercera y me tratan de seducir para que escriba una cuarta.

–¿Y no te animarías?

–Pues cómo no, además con el paso del tiempo he venido juntando el material y en cualquier chico rato me pongo a escribirla, lo que pasa es que es un texto trabajoso.

–El escritor no se puede abstraer de la realidad, y tú has tenido la sagacidad y la valentía de escribir una crónica de sucesos y realizas una crítica,  una radiografía de lo que realmente está pasando en nuestro país. ¿Qué opinión tienes de  nuestra tragicomedia?

–Hijo, que está de la chingada; es una mierda, es un horror, este país no aprende al parecer, ya tuvimos un ’68, un movimiento estudiantil importante y pues regresa el PRI, no es creíble.