Opinión
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México SA

Latinoamérica crece

México, mal y empeorando

Famiglia y cara dura

P

or mucho que sus economías son clasificadas como las dos potencias de América Latina, Brasil y México comparten el ingrato galardón de concentrar el mayor número de pobres en la región, aunque el primero ha reducido la proporción de depauperados, mientras el segundo mantiene la fábrica a todo lo que da.

El truco de esa disparidad es el crecimiento económico que registra cada una de las naciones citadas, el cual, junto con la distribución del ingreso, resulta ser el motor para lograr reducir, así sea de forma paulatina, la pobreza en cada una de ellas. La diferencia, pues, estriba en que Brasil ha crecido más que México, a la par que el ingreso de sus habitantes, en tanto aquí el tiempo de los aumentos reales quedó congelado hace más de tres décadas, al igual que el crecimiento.

En el periodo 2007-2013 el producto interno bruto brasileño creció a una tasa anual promedio cercana a 4 por ciento y el ingreso de los trabajadores se mantuvo en aumento, mientras para el caso mexicano a duras penas llegó a 1.8 por ciento, y descontando, y el ingreso registra una pérdida sostenida del poder adquisitivo. Sirva lo anterior para dar entrada al más reciente informe del Banco Mundial (Trabajar para eliminar la pobreza en América Latina y el Caribe: trabajadores, empleo y salarios), con información hasta 2013, de los que se toman los siguientes pasajes.

En 2013, más de la mitad de los pobres vivía en los dos países más poblados de América Latina, Brasil y México. En ellos se concentraba 55 por ciento de los pobres de la región, mientras que sólo 5 por ciento vivía en las naciones del cono sur. En la última década, éstas, más Brasil (y la región andina en menor medida) se convirtieron en los motores principales para la reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe, aunque la tasa se desaceleró en 2013. Por el contrario, en México aumentó durante toda la década (durante los dos gobiernos panistas).

Después de más de una década de constante disminución, la desigualdad se ha mantenido estancada desde 2010. La desigualdad de los ingresos, medida por el coeficiente de Gini, se redujo considerablemente en América Latina y el Caribe entre 2003 y 2010. Sin embargo, la tasa de reducción se desaceleró en 2010, con el coeficiente de Gini prácticamente estancado hasta 2013. Esta desigualdad y el estancamiento se deben principalmente a México y varios países de América Central que han visto aumentar la desigualdad en términos reales, pero también se hace sentir en algunos países andinos y en Brasil, donde la reducción de la desigualdad se ha desacelerado.

En esos tiempos, y con el boom mundial de producto básicos, la región registró un impacto positivo, especialmente aprovechado por Brasil, la mayoría de los países andinos y del Cono Sur, con salarios al alza, en particular para los trabajadores menos calificados. Pero en México y América Central, frente a volúmenes de importación más grandes y ante una creciente competencia internacional, los trabajadores con o sin calificación sufrieron pérdidas salariales. En México y Centroamérica, los más afectadospor la crisis financiera de 2008-2009, los ingresos laborales cayeron fuerte en términos reales, al tiempo que la pobreza aumentó.

Si se toma en cuenta que el ingreso laborales el principal impulsor de la reducción de la pobreza, es importante llevar un registro de la proporción de hogares que no pueden satisfacer sus necesidades básicas. En este sentido, el índice de trabajo de ingresos de la pobreza (en México ITLP), que mide esa situación en función de si los hogares tienen más o menos ingreso laboral per cápita, ha disminuido en casi todos los países de la región desde el segundo trimestre de 2010, aunque el ritmo ha disminuido con el tiempo e incluso se estancó en muchos países en los últimos años. Sin embargo, México fue la única excepción, pues la pobreza por ingresos ha aumentado. Argentina, Brasil y Perú registran resultados en sentido contrario a los obtenidos por México.

Algunos países de la región, en particular los más pobres, han elevado significativamente sus salarios mínimos. Cuatro de ellos (Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua) tienen los salarios mínimos más altos como porcentaje de su producto interno bruto, con Honduras muy por encima de los otros tres. Por otra parte, el salario mínimo de México es el más bajo de América Latina y el Caribe con relación a su PIB per cápita. Cualquiera que sea su forma, el potencial del salario mínimo para reducir la pobreza depende de la medida en que es vinculante para los trabajadores formales y sirve de precio de referencia no oficial en la economía en general, incluidos los trabajadores en el sector informal. En Brasil, Honduras y, en menor medida, Colombia, el salario mínimo es vinculante en el sector formal. En México, ya que el salario mínimo es bajo, no es obligatorio en todos los sectores formales del país.

En la mayor parte de la región aumentó la participación de la mano de obra no calificada y poco calificada en las grandes empresas, lo que, en general, ayudó a mantener fuera de la pobreza a muchos trabajadores y disfrutar de beneficios tales como pensiones. En Brasil, la proporción de los trabajadores no calificados con trabajo en las grandes empresas aumentó en casi cuatro puntos porcentuales, hasta representar 27.6 por ciento, mientras para trabajadores poco calificados subió hasta 42.7 por ciento. La mayor ganancia fue para los trabajadores calificados, con un aumento de 5 puntos porcentuales. En el Cono Sur, la proporción de mano de obra no calificada y poco calificada en las grandes empresas aumentó hasta 26.6 y 36.6 por ciento, respectivamente.

En México y América Central se rompió la tendencia: las mayores posibilidades para ese tipo de trabajadores son emplearse por cuenta propia o en pequeñas empresas. Sólo los trabajadores cualificados en Centroamérica y México llegan a ser más propensos a trabajar en las grandes empresas. México, pues, la excepción en América Latina y el Caribe, pero para mal, y empeorando.

Las rebanadas del pastel

La cachaza del personaje es de colección. Lo de Margarita Zavala confirma que la famiglia política es abiertamente desvergonzada, pues además de cínica y vividora le encanta el chistorete: tenemos proyectos en común, pero que yo busque la Presidencia de la República no quiere decir que Felipe Calderón volverá a gobernar. Con el hueso en el bolsillo, ¿qué haría Margarita Calderón que no haya hecho Felipe Zavala?