20 de junio de 2015     Número 93

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Pobreza, explotación laboral,
malos tratos…*

Guadalupe Casimiro Sierra Estudiante de Comunicación; hijo de jornaleros y ex jornalero


Invernaderos del Rancho Los Pinos, colindante al Campamento El Vergel
FOTO: Lourdes Rudiño

La vida de un jornalero en el Valle de San Quintín es muy difícil y dura. Empieza a las 3:00 de la mañana, cuando miles de mujeres se levantan para iniciar sus primeras actividades, como preparar comida –para los que salen al trabajo o a la escuela y para los niños que se quedan en casa-, en muchos casos a la luz de la vela y en fogones de leña; buscar la ropa que van a utilizar; arreglarse y acudir a esperar el camión que las llevará a los diferentes campos de cultivo agrícola.

En muchas familias de este Valle, los hijos mayores deben asumir el papel de los padres ausentes. Ellos tienen que darles de comer, vestirlos y llevarlos al kínder o a la primaria, y cuidarlos durante las largas horas de trabajo de papá y mamá o de mamá sola.

La jornada laboral empieza a las 6:30 am; el trayecto que hacen los jornaleros depende de la ubicación del rancho; muchos prefieren irse a trabajar por día, algunos por tarea y otros más en la modalidad de “saliendo y pagando“. A esa hora entran al surco a sacar plástico, deshierbar, azadonar, plantar, anillar, enredar y desbrotar. También, a pizcar fresa, frambuesa y arándanos; cortar calabazas, pepino, tomate, cebolla, coles de Bruselas, apio, chícharo y ejote, dependiendo la temporada, y reciben salarios que van de 130 a 150 pesos. La labor concluye a las 5:00 o las 7:00 pm. En algunos ranchos, si se regresan a medio día les ajustan la tarifa a pago por destajo.

Reynalda es originaria de Tlaxiaco, Oaxaca, al igual que muchos jornaleros. Llegó al Valle de San Quintín en 2002, enganchada por contratistas astutos, que la engañaron con el ofrecimiento de una vivienda digna, un sueldo justo y buenas condiciones de vida. Al llegar al Campamento El Vergel, propiedad de Rancho Los Pinos, en la Delegación San Quintín, la realidad superó la fantasía: los cuartos (las “viviendas”) son de 3x3 metros y sirven como dormitorio y cocina. En esos cuartos llegan a habitar hasta cinco personas. Los cuartos de baño son comunitarios y tienen dos apartados, uno para bañarse y asearse y otro con el excusado; su división es sólo con cortinas de plástico.


Campamento El Vergel, detrás del alambrado; pronto quitarán la energía eléctrica
FOTO: Lourdes Rudiño

El acceso a la “unidad habitacional” está controlado por guardias de seguridad, quienes restringen el paso a cualquier persona ajena que intente ingresar a los domicilios. Aquí hay control de horarios: la energía eléctrica se apaga a las 9:00 pm para que los jornaleros no se distraigan y puedan rendir al ciento por ciento; es reconectada a las 3:00 am, pero vuelve a ser apagada durante el día. Las visitas son permitidas de 1:30 a 2:00 pm y sólo pueden permanecer allí diez minutos; si se excede el lapso, inmediatamente actúan los guardias y sacan a los visitantes. A las 6:00 pm se cierra la puerta principal; si los habitantes no están a tiempo, corren el riesgo de quedarse fuera durante la noche.

Si los jornaleros habitantes de El Vergel faltan al trabajo uno o dos días, rápidamente son echados del lugar con el argumento de que “aquí se viene a trabajar, no a descansar”.

En la colonia Santa María Los Pinos, a escasos metros del Campamento El Vergel, hay un módulo de salud, que opera únicamente los martes y jueves 10:00 am a 2:00 pm. Los afiliados al Seguro Popular pueden acudir allí pero deben madrugar para alcanzar ficha de consulta. No hay médico de guardia, ya que los doctores pertenecen a una caravana móvil. Si se enferman en días diferentes a los mencionados, los jornaleros deben viajar 15 kilómetros hacia el norte para llegar a la Unidad Médica Familiar “H” Número 13, en la propia Delegación San Quintín, o 30 kilómetros para ir al Hospital IMSS Prospera Número 69. O acudir con un doctor particular o auto medicarse o utilizar remedios caseros.
Con bombo y platillo el gobierno del estado anunció la creación de un Centro Recreativo que incluía un estadio de fútbol y una cancha de basquetbol para los habitantes de Santa María Los Pinos, Campamento El Vergel, Ejido Venustiano Carranza y sus alrededores, con el fin de promover actividades sanas e inhibir las crecientes delincuencia y adicción de jóvenes a sustancias tóxicas. Hasta hoy no hay nada, ni siquiera asignación de un lugar para la construcción del centro.

Muchos jornaleros, como Pedro, originario del rancho San Martín Duraznos, en Juxtlahuaca, Oaxaca, y jornalero desde los 13 años, han tenido que abandonar el Campamento, ya sea porque los corrieron o porque se cansaron de vivir esclavizados, pero llegan a lugares que funcionan como cuarterías en donde la renta mensual ronda entre los 500, 600 o hasta 800 pesos por un cuarto de 4X4 metros, algunos son de tabique y/o cemento y otros de madera; el pago por consumo de electricidad es aparte, y el agua no llega por sistemas de tubería y tiene que ser adquirida mediante pipas.

Un tambo de 200 litros tiene un costo promedio de 20 pesos y rinde aproximadamente una semana, esto es en una familia de dos personas. El gasto es mayor cuando incrementa el número de inquilinos y se compran hasta 12 tambos semanalmente, y falta considerar los  aproximadamente 600 pesos de gastos semanales de alimentación. Estos son los costos que tiene que pagar un jornalero que gana en promedio 130 pesos al día.

Uno de los problemas que va en aumento es la generación de cuentas de banco en las que los ranchos depositan los salarios de los jornaleros. Muchos de ellos no saben leer ni escribir y por lo tanto se les complica utilizar la tarjeta en el cajero, y deben pedir ayuda a personas desconocidas, lo que los vuelve susceptibles de estafas, sin contar largas filas y, cuando el cajero no tiene suficiente dinero, varias horas de espera.

Varios testimonios refieren que en tiempo de elecciones los obligan a votar por el partido político preferido del patrón.

Una situación que se ha vuelto inaceptable es el abuso en que incurren frecuentemente los mayordomos o ingenieros al acosar y ofender a las jornaleras, con tocamientos o propuestas indecorosas. Estos individuos las amenazan. Les dicen que si no ceden a sus insinuaciones serán despedidas y fichadas en los demás ranchos. Por temor a represalias, ellas no denuncian o caen en las trampas de esos tipos.

Eugenio es un jornalero más, originario de San Martin Itunyoso. Comenzó a trabajar desde los ocho años de edad en Oaxaca; su papá decidió probar surte y buscar trabajo en Sinaloa y San Quintín en las temporadas de cosecha de tomate, uva, cebolla, pepino y rábano. Así, viajaban tres veces al año alimentando el círculo migratorio, hasta que se asentaron en un Campamento conocido en los años 80´s como Aguaje del Burro, en la Delegación Camalú. Debido a las malas condiciones en que vivían, los jornaleros se levantaron en huelga, el patrón los descubrió y corrió a todas las personas que participaron en ese movimiento.

Cansado de la situación del campo, Eugenio optó por emprender un negocio, compró un terreno en la Colonia Flores Magón, donde conoció y se casó con Patricia, originaria de San Martín Duraznos, Juxtlahuaca, Oaxaca, hija de padres jornaleros, mujer trabajadora desde temprana edad. Ambos experimentaron en carne propia lo que es vivir en un campamento o galera. Paty relata que las mujeres embarazadas trabajaban hasta que les llegaba el día de parto. Y eso no ha cambiado mucho hoy día.

A raíz de los acontecimientos ocurridos el 17 de marzo, muchos residentes del campamento El Vergel fueron intimidados y los amenazaron con sacarlos del dormitorio si participaban en las marchas y manifestaciones del Valle de San Quintín.

Incluso Rancho Los Pinos fue la única empresa que trabajó los días 17 y 18 de marzo, días en los que se convocó al paro laboral ya que tiene a su merced a todos los jornaleros del Campamento El Vergel.

*Los nombres de los entrevistados fueron cambiados para proteger su identidad.

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