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Bakú juega
E

l próximo domingo se clausurarán los primeros Juegos Europeos en Bakú. Azerbaiyán. Participan 6 mil atletas de 50 países en 20 deportes. Rusia encabeza la lista con 359 deportistas, mientras que Mónaco envió apenas seis. La ceremonia inaugural fue espectacular (incluyó a Lady Gaga) y costó más que la de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.

Sorprende que los comités olímpicos de Europa hayan tardado tanto en organizar una competencia regional. Las hay en muchos otros deportes. En Asia, en cambio, hace más de un siglo que se iniciaron los juegos a escala subregional y desde mediados del siglo pasado a escala regional. En nuestro continente los Juegos Panamericanos se remontan a 1937.

Sorprende también que los europeos hayan escogido Azerbaiyán como sede inaugural de los juegos (en 2019 Holanda será la sede). En décadas recientes no se ha distinguido por su evolución democrática ni tampoco por su respeto a los derechos humanos. Su historia está repleta de contradicciones.

Azerbaiyán surgió a la vida independiente en 1918, durante el caos que prevaleció en la región durante la Primera Guerra Mundial y el colapso del imperio ruso. Y, curiosamente, lo hizo como la primera república parlamentaria islámica, concediendo el derecho al voto a las mujeres y creando la primera universidad pública en la región. Pero muy pronto su riqueza petrolera la convirtió en blanco de la naciente Unión Soviética. En 1921 toda la región, incluyendo Azerbaiyán, Armenia y Georgia, quedó bajó la égida de Moscú.

En 1991, tras 70 años como república socialista soviética, Azerbaiyán recuperó su independencia y, al parecer, también un sistema democrático. Este último se evanesció muy pronto con el golpe de Estado militar de 1993, que trajo al poder a Heydar Aliyev, el hombre fuerte del país durante los últimos 30 años del régimen soviético. Aliyev mantuvo su tradición autoritaria hasta su muerte en 2003.

Lo sucedió en la presidencia su hijo Ilham, quien sigue en el poder hasta hoy. Al igual que su padre, Ilham Aliyev ha tenido que hacer frente al conflicto con Armenia, sobre todo en la región de Nagorno Karabaj, y a las duras críticas por sus violaciones de los derechos humanos y su autoritarismo. Pero el petróleo le ha dado los recursos para lanzar una intensa campaña internacional de relaciones públicas. Y en gran parte ha tenido éxito.

Ese es el Azerbaiyán que buena parte del mundo conoce y que hace unos años llegó a nuestro país. Y llegó al Distrito Federal en un lugar privilegiado del Paseo de la Reforma, cerca de la avenida Mariano Escobedo. A cambio de un pago al Gobierno del Distrito Federal de unos 5 millones de dólares para renovar ese predio, Azerbaiyán colocó ahí un mapa en mármol de su país y una estatua de bronce de Heydar Aliyev que se develó en 2012.

Hay estatuas de Heydar Aliyev en varios otros países, incluyendo Egipto, Georgia, Irak, Kirguistán, Moldova, Rumania, Rusia, Serbia, Turquía, Ucrania y Uzbekistán. Pero que yo sepa, sólo en México ha sido retirada debido a las protestas de la sociedad civil. Así ocurrió en 2013.

Uno quizás entienda que el dictador Ilham Aliyev haya promovido un intenso culto a la personalidad de su padre, el dictador Heydar Aliyev. En todo pueblo y ciudad de Azerbaiyán hay una calle que lleva su nombre. Aparece también en decenas de edificios y espacios públicos. Pero, ¿cómo explicar su proyección al exterior? La respuesta es fácil: el dinero proveniente del petróleo.

Azerbaiyán ha encontrado muchos espacios para publicitarse en el extranjero. Siguiendo el ejemplo de los países del Golfo Pérsico, Bakú ha logrado contratos con varios equipos del futbol europeo. Así como hace años que vemos camisetas con Fly Emirates, Qatar Foundation, Qatar Airways y varios anuncios más de gobiernos, ahora aparecen algunos equipos con el lema en inglés Azerbaijan: Land of Fire. Tal es el caso del Atlético de Madrid, que en la temporada pasada lució una variación: Baku 2015: First European Games.

Siempre me ha chocado la propaganda comercial en los uniformes de los equipos profesionales. En México tenemos cervecerías, bancos y refrescos por todos lados, y el ubicuo Bimbo, en los equipos de futbol. Peor aún resulta en el beisbol de nuestro país, donde los uniformes están casi totalmente llenos de anuncios.

Pero una cosa es un producto comercial y otra, muy distinta, es el anuncio de un país.

En un principio pensé que los Juegos Europeos en Bakú eran un ejemplo más de la campaña propagandística de Azerbaiyán. Pero su política de chequera es sólo una parte de la respuesta. El principal responsable del lanzamiento de los Juegos Europeos es el irlandés Patrick Hickey, quien lleva más de tres décadas involucrado en las Olimpiadas y actualmente es miembro del Comité Olímpico Internacional y desde 2006 presidente del Comité Olímpico Europeo.

Hace años que Hickey viene abogando por los Juegos Europeos y su razonamiento es sencillo: hasta las Olimpiadas de Pekín, en 2008, Europa había venido conquistando 68 porciento de las medallas; desde entonces, ha bajado a 50 por ciento. Es cierto que otros continentes han avanzado mucho, pero los atletas europeos deben lograr una mayor identidad regional. De ahí su insistencia en una competencia únicamente para Europa.

Al solicitar ofertas de sede, llegó una muy generosa de Bakú. Se puso a votación y se aprobó por 38 votos a favor, ocho en contra y dos abstenciones. Armenia decidió no participar en la votación, aunque envió atletas a competir.

Para unos cuantos europeos resultó difícil aceptar que un régimen como el de Ilham Aliyev fuera el anfitrión de los primeros juegos continentales. Otros argumentaron que no debería mezclarse la política con el deporte. Seguramente pensaron en los boicots del pasado y las Olimpiadas de Verano en Pekín y las recientes de Invierno en Sochi, Rusia.

Así fue como, con el empeño de un irlandés y el dinero de Azerbaiyán, Bakú consiguió los primeros Juegos Europeos.