Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de junio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Puntos sobre las íes

Recuerdos VI

M

anolete, en su presentación en México, el 9 de diciembre de 1945, dejó constancia de ser una primerísima figura del toreo, esto con su primer toro, de nombre Gitano, tras confirmar su alternativa de manos de El Faraón de Texcoco, y con su segundo, bautizado como Cachorro, a las primeras de cambio se fue para el hule con una cornada de consideración en el muslo izquierdo.

Y, a continuación, Silverio, a quien don Alfonso de Icaza se refería como el gran Silverio cuando se remontaba a las alturas y como un Pérez cualquiera cuando le pintaban bastos, se consagró con un faenón de escándalo, de los suyos con el sello de la casa y que para muchos fue una de las más grandiosas de su vida torera y para otros tantos la más excelsa de su formidable historial.

El segundo de su lote salió tirando derrotes y, haciendo de tripas corazón, El Tormento se la jugó en serio y hasta un puntazo se llevó en el glúteo izquierdo. Como él había comentado a su esposa, la mañana de ese domingo, “pa´ acabarla de ch…”, descabelló hasta el quinto empujón.

¿Pérez cualquiera?

Salió el quinto, de nombre Cantaclaro, y comenzó con pases por alto que fueron un portento de aguante y entrega y, a continuación, aunque parezca increíble, cinco naturales sobre naturales y con la derecha, la suya, lo suyo, dos series que enloquecieron al cotarro y aunque, con el acero, no era un portento, despachó al de Torrecilla con una estocada del lado de acá y se le concedieron la oreja y el rabo.

Supongo que por las vueltas que dio al ruedo debió acabar mareado el tlatoani Silverio, el de México y de los mexicanos y, tal y como lo ofrecido, dejemos que sean aquellos magníficos señores de la pluma los que se refieran al inolvidable trasteo del gran Silver de oro.

Don Alfonso de Icaza no sólo se volcó, sino que, a juzgar por lo que narró y se publicó en El Redondel, Silverio se elevó a las grandes alturas, a las de los privilegiados, a las de los consagrados y el enloquecido graderío se le entregó en aras a ese faenón de los que perduran, de los que no se olvidan.

Y tan no se olvidó Ojo de El Faraón, que en su ya tantas veces citado libro Así era aquello, consignó lo siguiente: Sabor extraordinario en las suertes que tan bien hacía por lo que llegó a ser uno de los predilectos de nuestros públicos. Sus trincherazos son históricos.

* * *

El historiador, escritor y ex juez de plaza Heriberto Lanfranchi, en su formidable obra La fiesta brava en México y España 1519-1969, consignó de esta manera: “Un entradón inconcebible. Dos horas antes de principiar la corrida no cabía un espectador más en los atestados tendidos del coso. Manolete, se hizo aclamar desde que se abrió de capa, en su primero confirmando que todo lo que de él se había dicho era verdad, tras de haberle confirmado la alternativa Silverio Pérez, con una sensacional faena. Oreja y rabo”.

* * *

El tío Carlos comenzó así: “Lo de Cantaclaro, es difícil de narrar. Silverio brindó a dos particulares y se fue al tercio. Juntó los pies; se quedó muy quieto y ejecutó el ayudado por alto. Y otro alto y uno de pecho, en el que, por desgracia, perdió el trapo rojo.

“Reanudó con un doblón y un original adorno y echándose la muleta a la izquierda comenzó a torear por naturales, pero lo mejor fue el pase de pecho con el que remató la tanda.

“Siguió con uno magnífico de costadillo, tres derechazos metido en los terrenos del toro citando a la mínima distancia y uno de costadillo aguantando la gazapeada.

“Un derechazo. Tres pases girando en el sentido del toro con una suavidad, un temple, una lentitud de ensueño y el cambio de muleta de mano, de belleza incalculable.

“Se fue con mucho mayor rectitud que la acostumbrada y de una estocada caída tumbó a Cantaclaro.

“Oreja, rabo, vueltas al ruedo. Ovación inacabable, indescriptible. Una de las más grandes escuchadas en El Toreo.

«¡Vaya un monstruo que tenemos acá!

¡Vaya un monstruo que tienen allá!

* * *

No hemos terminado.

Qué va.

Falta referirnos esa misma tarde a Eduardo Solórzano Dávalos, amigo de verdad, en las buenas y en las malas, a quien tanto recordamos y que no puede faltar en estos recuerdos y con quien habremos de iniciar nuestra próxima entrega.

Hasta entonces.

(AAB) [email protected]