Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de junio de 2015 Num: 1060

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Décimas de la arenita
Ricardo Yáñez

En tren por el norte
de Tailandia

Xabier F. Coronado

Billie Holiday,
la cumbre y el abismo

Augusto Isla

Cómo resistir a las
fuerzas del olvido

John Berger

Leonardo Padura
y la generación
de Mario Conde

Gerardo Arreola

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Orlando Ortiz

Tukutuku tikitaka

El pasado 7 de junio, para andar sin rodeos, el domingo de las elecciones intermedias, me puse a ordenar los discos de 33 1/3 RPM que tengo. Se me ocurrió que debía ordenarlos para, de vez en vez, escuchar alguno. La idea era, en realidad, entretenerme haciendo algo mientras comenzaban a dar los resultados preliminares. Supuse que me pasaría lo mismo que cuando quiero ordenar los libros: después de varias horas no he ordenado ni cuatro entrepaños de un librero, pues al poco de empezar me topo con algún volumen que hojeo, me trae recuerdos, leo más páginas, los subrayados, las notas al margen, etcétera, y lo aparto para luego, cuando tenga un poco de tiempo, leerlo de nuevo. Formo una pila enorme que a los pocos días devuelvo al librero porque me estorban el paso y me convenzo de que ese "cuando tenga tiempo" es una ilusión, pues tiempo es lo que cada vez tengo menos.

Supuse que con los discos las tentaciones serían menos, pues no iba a ponerme a escuchar los acetatos que fuera encontrando y me trajeran gratos o especiales momentos. Incluso por eso dejé para lo último los discos de música latinoamericana, los de aquellos tiempos de Víctor Jara, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, José Larralde, Daniel Viglietti, Jorge Cafrune... y muchos otros, protagonistas de la llamada “canción de protesta” o “nueva canción”. No lo niego, muchas de aquellas rolas siguen moviéndome el tapete, por eso no pensaba acercarme a ellos. Sin embargo, por azares del destino, me topé con el volumen 3 del Cancionero popular, de Amparo Ochoa (Doña Amparo), que grabó acompañada por el grupo Zazhil. No lo pude evitar, sus temas me llevaron a la tornamesa. Comencé a escucharlo emocionado, la voz y el sentimiento y la alegría, según los casos, de la señora, hicieron que evocara muchas cosas. De pronto que llega “La calaca”, gusto guerrerense, y pude darme cuenta de que tenía una tremenda actualidad.

Inicia con los siguientes versos: “Mucho cuidado señores porque la muerte anda lista/ en el panteón de Dolores ya nos tiene una pocita/ para los compositores y uno que otro periodista/ licenciados y doctores todos están en la lista.” Les sigue el estribillo, que curiosamente cambia según avanza, y lo que se conserva es: “Tukutuku tikitaka, que recanija calaca...”, y en cada estrofa va aludiendo a distintos oficios y condiciones. Transcribiré algunas líneas, guardando mis comentarios para después: “La balanza de la vida está muy desnivelada/ hay pocos que ganan mucho y muchos no ganan nada/ el trabajo del obrero no tiene compensaciones/ con eso del minisueldo no alcanza ni pa camiones.// Tukutuku Tikitaka, qué recanija calaca./ Si tú conoces al diablo, ruégale que no sea ingrato/ pa que el costo de la vida se nos vuelva más barato.// Mucho cuidado señores los que ya son votadores/ ahí vienen las elecciones con sus manipuladores/ y cada partido dice que votar por ellos debes/ y que de aquí en adelante nos darán vida de reyes.// Tukutuku tikitaka, qué recanija calaca./ Ahí viene otro presidente, a sonarnos la matraca,/ viene prometiendo mucho, pero dará pura... tukutuku tikitaka.”

El disco no está fechado, pero debió ser grabado a fines de los ochenta o los primeros de la siguiente década, pues Doña Amparo falleció, por desgracia, muy joven, en 1994. Debe tener, entonces, alrededor de veinticinco años, por lo menos. Lo jodido es que sigue siendo vigente eso de la desigualdad y los políticos corruptos; cada sexenio hemos escuchado las mismas promesas y las aseveraciones de que los problemas han sido superados o están superándose. En esos años pasamos por los etapas de “apretarnos el cinturón” y de la “administración de la riqueza” e “ingreso al primer mundo”, pero la verdad es muy otra: el número de pobres crece, el desempleo formal está atorado y tal vez se esté reduciendo; las prestaciones de los trabajadores han desaparecido casi en su totalidad, las pensiones más parecen sanciones que lo que deberían ser; el endeudamiento aumenta, los intereses son desmedidos para los deudores pero mínimos para los ahorradores, los partidos son cada vez más y cada vez más iguales; el cinismo de los políticos linda con la desvergüenza y la impunidad para ellos y los grandes (empresarios, industriales, banqueros, etcétera) es evidente.

Por la noche, al oír el prep, sentí que estaban cambiando muchas cosas pero… para que todo siguiera igual. A los anulistas nos culpan (sin matices) de lo ocurrido: que el PRI tenga mayoría en el Congreso, que el Verde tenga más diputados y que el PRD haya caído estrepitosamente. ¿Y los votantes, nada tuvieron que ver?