Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de junio de 2015 Num: 1060

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Décimas de la arenita
Ricardo Yáñez

En tren por el norte
de Tailandia

Xabier F. Coronado

Billie Holiday,
la cumbre y el abismo

Augusto Isla

Cómo resistir a las
fuerzas del olvido

John Berger

Leonardo Padura
y la generación
de Mario Conde

Gerardo Arreola

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
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Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Un día en la vida de

Hay verdades que se esconden bajo la superficie de las palabras.
Nick Cave

Codirigido por Iain Forsyth y Jane Pollard, el documental 20,000 Days on earth (Veinte mil días en la Tierra) pretende contar la jornada que, correspondiente a dicha cifra, tuvo lugar en la vida del músico, letrista, cantante, escritor y actor australiano Nicholas Edward Cave, nacido el 22 de septiembre de 1957. Es decir, lo que el mejor conocido como Nick Cave pensó, dijo, hizo y dejó de hacer –sin olvidar años bisiestos– ni más ni menos que el 20 de diciembre de 2011, cuando contaba con 54 años y 89 días sobre la faz del planeta.

Es perfectamente posible que ese día en particular haya sido uno de los incluidos en el proceso de levantamiento de imágenes pero, naturalmente, la fecha exacta no es una verdad en sentido estricto sino una licencia creativa y, acaso, un juego referencial a las vernianas 20 mil leguas de viaje submarino y, de manera simultánea, a La vuelta al mundo en 80 días, ya que Forsyth y Pollard, codirectores, parecen entender la existencia humana precisamente en el sentido que indican las palabras más usuales para aludir a ella o bien para referirse a su duración: el paso por el mundo, la trayectoria de vida, etcétera.

Juegos del tiempo

Puestos a concentrar el foco de atención en ese supuesto día número 20 mil, Forsyth y Pollard arrancan con un collage incesante de imágenes que van dando cuenta de ciertos momentos en la vida de Cave, mientras un contador avanza muy velozmente desde el número uno hasta el 19 mil 999. A continuación, el documental muestra quién y cómo es Nick Cave en ese imaginario domingo de finales de diciembre de hace cuatro años, desde que suena su reloj despertador hasta que vuelve a casa, por la noche. Con esta suerte de Bloomsday cinematográfico, el documental se hace de una estructura narrativa tan eficaz como sencilla, que hace posible abundar o profundizar en cualquier punto, como si de alguna manera estuviese deteniendo el tiempo: convertido así en un Ulises post-postmoderno, el líder de las extintas bandas The Birthday Party y The Bad Seeds es acompañado por la cámara en un desplazamiento constante que lo hace ir, entre otros sitios, con su psicoanalista y después con su socio y amigo Warren Ellis, así como pasar largos lapsos conduciendo su automóvil, yendo incesantemente de un lugar a otro. Paralelamente, de la mano con los recuerdos que va evocando el propio Cave, el espectador puede configurar el trazo geográfico que ha seguido la vida del protagonista, desde su natal Victoria, en Australia, hasta la costera, lluviosa y sempiternamente gris urbe inglesa de Brighton, al sur de Londres, con el prolongado y significativo recalado de Cave en Berlín.

Viaje físico y espiritual, a través de un rompecabezas que poco a poco revela su condición de mapa, el hipotético día 20 mil cumple a la perfección el papel simbólico asignado: la vida humana, hecha a partes iguales de presente y de pasado, de actos cotidianos que dan la impresión de estar condenados a desaparecer casi tan pronto como suceden, mezclados indisolublemente con esos jirones de tiempo que por alguna razón –y tantas ocasiones sin ninguna aparente– se quedan atorados en algún lugar de la mente y son siempre visibles; por instantes, esa vida hecha y deshecha por el tiempo pareciera ser una y la misma sin importar de qué número de día se trate, pero el desplazamiento constante, físico y espiritual, es el que le concede a cada uno condición de diferencia, de parte distinguible dentro del todo –de parte que representa al todo, también–, aunque parecida, irrepetible. De ahí que esté tan vivo, tan presente, por ejemplo, el recuerdo de un viejo concierto con Nina Simone, o que sea tan fácil dar todos los pormenores que explican lo que estaba sucediendo en una vieja fotografía tomada en un concierto.

Letra y música de

No cabe esperar –y es bueno que así sea– de este documental una biografía entendida de manera ortodoxa: para eso hay libros y, en el mucho peor de los casos, Wikipedia, para que quien ignora los datos esenciales de este compositor y músico los averigüe. Lo que ofrece 20,000 días en la Tierra es, por decirlo de algún modo, el mapa de ruta, o quizá mejor dicho la cartografía de una poética, para mayor claridad en palabras de su propio autor; poética de la cual emanan las letras y la música nada complacientes ni facilonas de Nick Stephen Dedalus Cave, en tantas cosas tan cercano a otros inclasificables como Leonard Cohen, Neil Young y PJ Harvey.