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letraese

Número 228
Jueves 2 de Julio del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




Oriol Romaní*

Una antropología de las drogas

En el tema de la regulación de las drogas, podría parecer que todo el mundo ya sabe de qué va, sobre todo por ser tan público y tan debatido. Sin embargo, es importante recordar algunos de los elementos presentes en los orígenes históricos de las actuales políticas de drogas. Por suerte, el debate está hoy mucho más abierto que hace 25 o 30 años, en que a los que decíamos cosas que hoy en día parecen bastante normales nos miraban de reojo, como si fuéramos el caballo de Troya del narcotráfico.

Prohibicionismo
Al hablar de políticas de drogas, nos abocaremos a la que ha sido la dominante hasta ahora. Es una excepción o un experimento del siglo XX, de la modernidad: el prohibicionismo.

En realidad, cuando repasamos histórica y culturalmente los usos de drogas, vemos que es una actividad que se da en todas las sociedades de todas las épocas. El uso de estas sustancias nos ha permitido paliar el dolor –sea éste físico o sea simplemente el dolor de existir–, obtener determinados placeres, obedecer ciertas obligaciones sociales.

En muchas sociedades el uso de determinadas drogas está implicado en ritos de iniciación a la vida adulta, es decir, es una obligación, no sólo una actividad placentera o de automedicación. Por ejemplo, ir a la caza del venado entre los huicholes, donde los jóvenes acompañan a los adultos y usan un alucinógeno. En la sociedad mediterránea sabemos que había muchas restricciones sobre el alcohol, pero desde hace muchos años se aprende a consumirlo como una parte de los procesos de socialización a la vida adulta. Lo mismo pasa con el consumo de la hoja de coca en la sociedad andina, que también forma parte de estos elementos de integración social.

También existen ciertos indicadores históricos, como el código de Hammurabi, donde ya se hablaba de qué hacer cuando se presentaban problemas con el alcohol en las tabernas –que, curiosamente, regenteaban las mujeres en aquella sociedad. Es así que, en general, el consumo de estas sustancias que llamamos drogas ha sido y es un factor estructural y universal de las sociedades humanas. Es estructural porque forma parte de todos los procesos de socialización de la vida adulta y, más específicamente, unas veces con carácter simbólico y otras con carácter empírico, de los procesos de salud, enfermedad y atención.

Racismo, puritanismo y drogas
El experimento del prohibicionismo a inicios del siglo XX vino a darle un carácter distinto a esta situación. A partir de una serie de condiciones, yo diría, contingentes, de coyuntura política y geopolítica, se ha dado la prohibición progresiva de algunas de estas sustancias que llamamos drogas (no de todas).

Se ha etiquetado bajo el mismo nombre de “la droga” a sustancias de distintos tipos: la marihuana, la heroína, la cocaína. No hay un parámetro científico que defina objetivamente qué es droga y qué no lo es, simplemente se acaba diciendo que es droga toda aquella sustancia que está en las listas de fiscalización.

El discurso hegemónico, el prohibicionismo, empieza a desarrollarse en el momento en que Filipinas, en 1898, deja de formar parte del vasto imperio español y logra su independencia. Sin embargo, al cabo de un año ya ha caído bajo la administración norteamericana. En ese punto fue necesario discutir, entre otras cosas, cómo administrar el opio, que era bastante consumido, sobre todo por los trabajadores chinos en Filipinas, que eran muchos.

Es ahí cuando se impone el puritanismo blanco, anglosajón y protestante del momento, y lo hace a partir de premisas etnocéntricas, racistas. Los documentos de la época reflejan una postura enfocada a decir: “nosotros, la nación civilizada cristiana, tenemos que salvar a estos salvajes de su perdición con el opio”. Como si el opio fuera culpable de las terribles condiciones de vida de las clases trabajadoras chinas y autóctonas en Filipinas. Veían el opio y no veían el resto de la situación.
Las argumentaci
ones que irán apareciendo después serán más “cientifistas”, por decirlo así. Se empezará a insistir en los problemas de salud, con lo que se irá logrando un mayor consenso entre más naciones que firmen los tratados internacionales. De hecho, al firmar el Tratado de La Haya de 1912 había muchos países a los que les parecía estrambótico lo que ahí se planteaba: “¿cómo vamos a prohibir el opio cuando ha sido una de las sustancias más buscadas de China durante muchos años, en muchas sociedades?”.

Sin embargo, la época en que el prohibicionismo en realidad ha influido de forma más contundente en las sociedades habría que situarlo entre los años setenta del pasado siglo y la primera década del actual. Es una época bastante corta pero que va a hacer mucho daño.

Consumo, dependencia o adicción
Un concepto clave del prohibicionismo es el de dependencia. Si se tiene claro lo que hablamos al principio sobre los usos de drogas, sabremos que al hablar de drogodependencia nos referimos a algo mucho más específico, un fenómeno distinto que tiene relación con el anterior pero que afecta a poblaciones mucho más minoritarias.

Además, hay que recordar que la dependencia es un elemento también estructural de la existencia humana: los humanos somos dependientes por naturaleza, en el sentido más estricto del término. Nosotros dependemos del grupo en el cual nacemos, tanto desde un punto de vista biológico como social. Sin embargo, claro que hay determinadas situaciones, procesos, en que las dependencias respecto a sustancias, personas, situaciones (normalmente son respecto a todos esos aspectos; las dependencias no acostumbran a ser sólo respecto a las sustancias), resultan muy negativas para la propia persona y para la gente en su entorno.

Aquí considero que hay que reorientar el discurso, porque cuando analizamos los usos de drogas en su conjunto, nos damos cuenta de que para poder explicarlos debemos tener en cuenta la sustancia, sí, pero también al sujeto o sujetos que consumen tal sustancia y los contextos en que lo hacen.

“Adicción” es un concepto que se utiliza en el discurso más hegemónico, es pensar que una droga produce un efecto universal, siempre el mismo en todas las personas. Las investigaciones empíricas nos han enseñado que esto no es así y que los efectos de las sustancias, aunque hay un efecto farmacológico en cada una de ellas, pueden estar muy matizados pues se procesan a través de contextos distintos y acaban también teniendo efectos distintos.

Por ejemplo, el consumo de la heroína en las condiciones en que se ha tenido que consumir en nuestras sociedades, con falta total de control de ese producto, con las técnicas de uso más contundentes (vía endovenosa), en condiciones higiénicas deplorables, ha tenido efectos objetivos muy negativos en mucha gente que la ha consumido de esa manera. Y no ha sido la droga, ha sido la forma, las condiciones de circulación de este producto. Nosotros mismos pudimos constatar en una investigación que también había usuarios de heroína sin mayores problemas sociales: un profesor de instituto, un funcionario de ayuntamiento, una gestora de una revista, es decir, gente con algún apoyo social que les permitía un uso no marginalizado de la heroína.

Experimento fallido
El prohibicionismo es un experimento de la modernidad en el sentido de pensar que con la gestión científica o burocrática de lo público podremos resolver los problemas sociales. Se trata de esta ilusión de la modernidad de pensar que así como se había logrado hacer trenes y aeroplanos, aplicando la ciencia y la técnica también podríamos arreglar los asuntos sociales, cuando sabemos muy bien que éstos requieren de planteamientos muy complejos.

El prohibicionismo se basa en el concepto fundamental de adicción. Sin embargo, tras muchos años de estudio hemos visto que los efectos de esta perspectiva son raramente irrefutables. Por ejemplo, desde el punto de vista educativo, si a un adolescente se le dice que la droga mata, y lo que él identifica como una droga –el concepto “oficial”–, ve que no mata, se da sus toques y no sólo deslegitima el discurso de quien le dice aquello sino que además se cree que todas las sustancias serán así. De ahí al consumo de cualquier otra sustancia hay unos pocos pasos.

En suma, los efectos de la prohibición son los que nos permiten explicar la existencia de esto que llamamos narcotráfico, con todas las desgracias que ya conocemos.

* Doctor en Antropología Cultural. Catedrático de Antropología Social en la Universidad Rovira i Virgili. Miembro de la mesa directiva del grupo IGIA.
Fragmento editado de la conferencia dictada en el CIESAS-DF, el 26 de marzo de 2015.

 


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