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Victoria para Cuba, éxito para Obama
C

uba y Estados Unidos anunciaron ayer que el próximo 20 de julio sus respectivas oficinas de intereses serán elevadas al rango de embajadas, con lo que se pondrá fin a más de medio siglo de ruptura diplomática entre ambos países. La culminación del restablecimiento de relaciones entre La Habana y Washington se produce a medio año de que Raúl Castro y Barack Obama sorprendieran al mundo al dar a conocer que durante 18 meses habían realizado conversaciones secretas para terminar con el excesivamente prolongado periodo de distanciamiento y hostilidades.

Este paso histórico viene acompañado por la solicitud de Obama para que el Congreso estadunidense derogue las leyes en las que se sustenta el bloqueo económico que su país mantiene contra la isla desde octubre de 1960. Esta medida injusta, contraria a la legalidad internacional y manifiestamente obsoleta, ha causado sufrimientos incuantificables al pueblo de Cuba, enormes daños a su economía y, como lo reconoció el propio mandatario, ha resultado contraproducente en su propósito de presionar por cambios políticos en Cuba. Durante la conferencia de prensa en que anunció la inminente apertura de la embajada de Washington en La Habana, Obama admitió también que no se espera una transformación rápida del régimen cubano, corroborando que ha tomado distancia de aquella retórica imperial que tenía como axioma el derrocamiento del gobierno emanado de la revolución.

Como todos reconocen, las negociaciones para poner fin a las leyes del embargo pueden demorar años en la Cámara de Representantes y el Senado, dada la férrea oposición republicana a superar este rescoldo de la g uerra fría. Pero el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el relajamiento de las restricciones que Estados Unidos impone a sus ciudadanos para el comercio y los viajes a la isla son, en lo inmediato, triunfos incuestionables para Cuba, que logra el reconocimiento pleno de su soberanía y su derecho a la autodeterminación.

Esta victoria en el frente externo permitirá a la nación caribeña concentrarse en sus propios desafíos: Cuba experimenta transformaciones políticas y económicas que son impulsadas por decisiones, análisis y debates internos y soberanos, y ha resistido durante más de cinco décadas las agresiones bélicas, las presiones políticas y diplomáticas, las campañas propagandísticas, la hostilidad económica, hasta atentados terroristas y ataques bacteriológicos con que las sucesivas presidencias estadunidenses buscaron acorralarla, en ocasiones con la ayuda de los aliados europeos y latinoamericanos de Washington.

Para Estados Unidos, el cierre de este ciclo en la historia de las relaciones con la isla representa, sin duda, el legado más relevante de la administración de Obama. No debe olvidarse que en el pasado el poderoso lobby anticastrista logró frenar los intentos de los presidentes demócratas James Carter y Bill Clinton de descongelar las relaciones bilaterales y avanzar en su normalización. Cabe entonces congratularse por el éxito de la actual iniciativa, posibilitado en parte gracias al cambio de percepciones entre la propia población estadunidense, como demuestran los editoriales de The New York Times que prepararon el clima político para el anuncio de las negociaciones.

Tras este importante paso, es de esperar que Estados Unidos acelere las medidas necesarias para poner fin a la política de bloqueo que, además de funesta para Cuba, ha resultado adversa y onerosa para la sociedad estadunidense, a la cual le han sido severamente restringidos los intercambios comerciales, científicos, culturales, deportivos y humanos con la nación caribeña.