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Tsipras: que siempre sí

Austeridad = costo social

FMI: ni un centavo más

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El dólar se vendió ayer a 16 pesos, lo cual para la moneda mexicana implicó una depreciación de 0.58 por ciento respecto a la víspera. Sin embargo, la depreciación del peso no se ha reflejado en un incremento de las exportaciones nacionales. Según el más reciente reporte oficial sobre la evolución del comercio exterior, en mayo de 2015 los ingresos obtenidos por la venta externa de productos manufacturados en México registró una caída de 5.2 por ciento respecto a los alcanzados en el mismo mes del año pasado. Las exportaciones automotrices crecieron 1.8 por ciento, mientras las no automotrices cayeron 8.6 por cientoFoto José Antonio López
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al vez se le atragantó el Metaxá, pero el hecho es que de la rotunda negativa a someterse a los draconianos términos de la troika, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, pasó a la disposición de aceptar dichas condiciones, aunque con algunos cambios, que no serían otros que aplicar tal cual las brutales medidas de austeridad (léase matar de hambre a los griegos), pero más adelante, no ahora.

De hecho, aún más claro fue el ministro griego de Finanzas Yanis Varoufakis: estamos dispuestos a aceptar las medidas de austeridad propuestas por los acreedores internacionales si se resuelve la cuestión de la deuda y existe perspectiva de desarrollo económico, es decir, las mismas medidas que desde 2010 le ofrecieron al país y las que terminaron de hundirlo.

Cuando la troika llegó a salvar a Grecia, los habitantes de ese país cargaban con una deuda superior a 110 mil millones de euros; cinco años después, con un sostenido desplome económico y con el bienestar social en el suelo, ese mismo débito rebasa los 240 millones (si se incluyen otro tipo de adeudos paralelos el monto trepa a 313 mil millones), que la nación helénica (de acuerdo con las condiciones que ahora Tsipras parece estar dispuesto a acatar) está obligada a pagar de aquí al año 2035, sin considerar nuevos créditos.

Pero el otro lado no es tan sensible ni cambia de opinión. Ayer mismo el Fondo Monetario Internacional pintó su raya: para Grecia no hay periodo de gracia, pues al incumplir el pago de sus obligaciones en la fecha de vencimiento, un país incurre en atrasos (y) el Fondo no amplía los plazos de pago. La consecuencia inmediata es que ya no puede recibir nuestro financiamiento en el marco del actual acuerdo del Servicio Ampliado, y no aprobará uno nuevo hasta que el país regularice los atrasos. Si el impago se mantiene, el organismo financiero lo condenará por falta de cooperación y puede suspenderle derechos de voto y la separación obligatoria. Se trata del mismo FMI que con sus rescates y programas de ajuste sacrificó a una generación de mexicanos y está por terminar de engullirse a la segunda. Y va por la tercera.

Pero bueno, ya viene el referendo, por medio del cual Tsipras (originalmente) espera que los griegos rechacen el programa de rescate elaborado por los acreedores internacionales que impone nuevas reformas de austeridad, aunque no, según sus palabras, para separar a Grecia de la zona euro ni romper con esa moneda. Se trata, dijo, de un retorno a la Europa de los principios. Igual mañana dice otra cosa.

En vía de mientras, el economista Anuar Sucar Diaz Ceballos, asesor temático en una institución gubernamental, contribuye a la causa y advierte que “la mayoría de los Estados europeos se endeudaron como consecuencia de los programas de rescate y la disminución de ingresos tributarios que siguieron a la crisis de 2008-2009. Los ciudadanos europeos no son responsables del creciente endeudamiento público de sus gobiernos. Sin embargo, las políticas de austeridad hacen recaer sobre ellos los costos de la crisis de la deuda soberana, como si efectivamente hubieran vivido ‘por encima de sus medios’”.

La intención, dice, “es que se busca ‘helenizar’ la explicación de las causas de la crisis, como si la irresponsabilidad fiscal de los Estados fuera la causa determinante de la crisis de la deuda soberana, y por ello se deba recuperar el equilibrio por medio de políticas de austeridad fiscal. Se pretende pagar el endeudamiento público mediante recortes de los gastos en rubros como salud, educación, seguridad social e inversión en infraestructura, con lo que se afectará tanto la calidad de vida de la población como la tasa potencial de crecimiento de las economías europeas. Se argumenta que para salir de la crisis, y recobrar la senda del crecimiento, es necesario desmantelar los Estados de bienestar europeos”.

Sin embargo, apunta, las políticas de austeridad resultan, además, éticamente cuestionables a la luz de la evasión fiscal generalizada que practican las grandes corporaciones del mundo. Es ampliamente conocido que las grandes trasnacionales, aquellas que cotizan en las principales bolsas de valores y cuyo volumen de ventas representa más que el PIB combinado de muchos países, evaden sistemáticamente impuestos por medio de mecanismos como la transferencia de precios entre sus filiales, la domiciliación de sus empresas en paraísos fiscales, el desplazamiento de beneficios, la infravaloración de sus ganancias, mientras las políticas de austeridad han causado graves efectos sobre la calidad de vida de la población europea.

Así, las políticas de austeridad, que implican una enorme transferencia de recursos de los trabajadores hacia los grandes bancos, han fracasado en su objetivo de estabilizar el nivel de endeudamiento público como porcentaje del PIB. Desde el inicio de los programas de austeridad el crecimiento económico y la inflación han disminuido, lo que consecuentemente ha incrementado los déficit fiscales y los niveles de endeudamiento público. Las políticas de austeridad, al obstaculizar la recuperación económica, son inefectivas incluso para cumplir su objetivo limitado de rembolsar la deuda que los Estados contrajeron con los bancos.

En síntesis, la conjunción de estancamiento económico y caída de precios vuelve evidente que las políticas de austeridad están deprimiendo la demanda agregada, incrementando la brecha del producto con respecto a su potencial de crecimiento, acrecentando el riesgo de fenómenos de histéresis derivados del desempleo de largo plazo y, por añadidura, volviendo impagable las deudas soberanas de los estados. Ante este panorama cabe preguntarse: si los programas de austeridad han demostrado ser inadecuados para solucionar los problemas de la crisis de la deuda, y por el contrario la han agravado, ¿por qué siguen operando? ¿Qué grupos políticos y económicos se benefician con su aplicación?

Para el caso griego, el costo ha sido espeluznante: más de la mitad de la población joven está desempleada y en los últimos seis años el país perdió (en realidad lo transfirió a los rescatistas) una cuarta parte de su PIB. ¿Aun así Tsipras está en disposición de aceptar los términos de la troika? Que revise el caso mexicano y verá qué rápido cambia de idea.

Las rebanadas del pastel

Y en este México con orden y liquidez (Videgaray dixit), el dólar se vende a 16.10 pesitos.

Twitter: @cafevega