Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 5 de julio de 2015 Num: 1061

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos ficciones
Marco Antonio Campos

Tríptico de la infamia,
una coreografía
de sombras

Juan Manuel Roca

Irlanda, tierra de
santos y de sabios

Ánxela Romero-Astvaldsson

Los paisajes emocionales
de Gunther Gerzso

Germaine Gómez Haro

HAMBRE (una lectura
de la poesía de
Eduardo Lizalde)

María Baranda

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 
 

Hugo Gutiérrez Vega


Foto: circulodepoesia.com

¿Por qué razones se rinde homenaje a los poetas ancianos? Hay muchas posibles respuestas: por haber vivido mucho; por estar cerca del final o por haber amado mucho y porque esto se refleja en lo que escriben. Por esta última razón festejamos la vida y la obra de este poeta que pronto alcanzará la mayoría de edad y que se llama Eduardo Lizalde.

Quiero hablarles de su vida y sus trabajos. En primer lugar, de su inquietud política; de su paso por el Partido Comunista, por la Liga Espartaco; por sus actividades al lado de Pepe Revueltas y Enrique González Rojo y, sobre todo, por su fidelidad al pensamiento democrático. Recordemos también al poeticismo, que fue una vanguardia que creció en un país que sólo había dado otra vanguardia, la de los estridentistas, entre los cuales figuraban pro-minentemente Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide y Arqueles Vela. Lizalde fue fiel al manifiesto poeticista y así lo demuestran su primeras obras.

Recuerdo también su amor por la música, su paso por Radio Universidad y la Casa del Lago, su acendrado amor por la ópera, manifiesto en los programas que, junto con Ernesto de la Peña, hizo en el canal 11. Pienso, además, en su excelente voz.

Nos hemos reunido esta mañana en torno a sus personajes. Gombrowicz se quejaba de la poesía cuidadosa y purísima, diciendo que le faltaban trama, personajes, sexo y violencia. En el caso de Lizalde son muchos los personajes que por ella transitan. Pienso en Drummond de Andrade, el poeta brasileño que, poco antes de morir, fue festejado por la escuela de samba Mangueira que desfiló por el sambódromo llevando a los personajes del poeta: Zé Pereira, Don Quijote, el elefante... Hago un recuento preliminar de los personajes de Eduardo y quiero mencionar a la zorra (en torno al espíritu fabulístico de nuestro poeta giró una conversación que tuvimos con Carlos Monsiváis en Mérida, hace ya algunos años. Fabulamos sobre fábulas y logramos hacer algunas nuevas. De momento recuerdo una variación de la fábula de la hormiga y la cigarra: la hormiga trabajaba incansablemente, recogía semillitas y las llevaba a su cueva. Mientras tanto, la cigarra iba de reventón en reventón, cantando y bailando. La hormiguita, didáctica, le recomendó que recogiera semillas porque el invierno estaba ya cerca. La cigarra no hizo caso. La hormiga pasó el invierno en su cueva calientita y bien alimentada, pensando en que la cigarra estaría ya muerta de frío y de hambre. El primer día de primavera salió la hormiga a la puerta de su refugio y vio pasar a la cigarra tocando su guitarra y cantando alegremente. La hormiga le dijo: “Pensé que no habías resistido el invierno, ¿a dónde vas?” La cigarra contestó: “La pasé muy bien y ahora voy a un crucero por las islas griegas, ¿qué se te ofrece?” La hormiga contestó: “Una sola cosa: que busques a un señor llamado Esopo y le digas de mi parte que chingue a su madre.”) Sigamos con los personajes: el tigre, la casa, muchos gatos, los perros, la perra, la tarántula, las nalgas perfectas (aquí quiero recordar a Alí Chumacero, quien hablaba de un compañero de parrandas que por la madrugada se despertaba y lanzaba un brazo para ubicarse en la realidad. Tocaba unas nalgas y rezaba su oración matinal: “Dios mío, por favor que sean de mujer)”, Charlie Brown, el beisbol, Ezra Pound, Lope de Vega, el tiempo...

El tigre de Eduardo es un tigre interior, está en la casa y en la conciencia. No es el tigre de William Blake ni el de Borges; su tarántula representa al odio natural, mientras que los amables puercos son emblemas del sencillo amor cotidiano. Eduardo es un poeta de las profundidades del alma y al mismo tiempo es divertido, sabio y placentero. Como a Quevedo, lo hechizó la vida. A nosotros nos hechizó su poesía.

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