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Vuelco en Europa
La Unión Europea quiere venganza
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Miles de griegos acudieron a la plaza Syntagma, frente a la sede del Parlamento, a celebrar con abrazos, felicitaciones y música su decisión de rechazar los planes de mayor austeridadFoto Ap
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 6 de julio de 2015, p. 4

Atenas.

En la casilla de votación en la calle Kipseli, en el corazón de Atenas, me encontré con los griegos más estupendos. La primera tenía que ser Angelika Dimitriades, quien tiene 96 años de edad –no los representa en absoluto, con su cabello blanco cuidadosamente peinado–, quien palomeó el porque, según me dijo, soy europea.

Debo admitir que la señora Dimitriades, quien fue llevada a votar en el gimnasio de la Escuela Preparatoria 60 por su hijo, nació en Estambul, hija del terrible intercambio de población entre Grecia y Turquía, y sobrevivió intacta al régimen de Mataxos, la ocupación alemana y la guerra civil (Atenas era comunista), y aun así quería ser europea. No sorprende que votara por el .

El primer ministro griego nos dijo que en este referendo ganó la democracia. ¿Es eso lo que significó la victoria del no? Yo más bien pensé, en la casilla de votación, que tanto el campo del como el del no habían ganado, por razones perturbadoramente opuestas.

Pero sospecho que las naciones de la Unión Europea (UE) no tendrán un punto de vista tan amistoso hacia los votantes por el no. En la UE se supone que debe ganar la mayoría, y se supone que la mayoría apoya a la unión.

Los votantes por el no se preocupan por los pobres y desconfían de Europa, pero los del se preocupan por Grecia y también desconfían de Europa. Michaelis Gelasakis, por ejemplo, quien en realidad nació en Montreal (no, no tiene pasaporte canadiense), piensa que la cuestión no es si Grecia se mantendrá en la UE, sino si podemos seguir negociando.

Muchos que votaron por el no piensan que están regateando por más pláticas. Michaelis votó por el porque no quiere que regrese el dracma, pero pensaba que el referendo no tenía sentido porque el acuerdo que se votaba ya no estaba sobre la mesa.

Pero, de manera notable, todos los votantes en la calle Kipseli creían en el euro. Por ejemplo, los sicólogos y esposos Stematos y Katarina (de 70 y 56 años, respectivamente), quienes votaron por el no debido a quieren poner fin a la denigración de la dignidad que la pobreza ha traído a Grecia. Sí, dijeron, había el riesgo de una separación civil del euro, pero la gente entendía el problema y quería permanecer en la Unión Europea. Desde luego, quisiera que todos los países devolvieran los euros que deben, pero con ciertas facilidades que tomaran en consideración a la gente. Debemos proteger a los pobres aunque sepamos que las pérdidas serán peores.

Fue muy notable cuántos griegos hablaban de Medio Oriente –en especial de los palestinos–, pero también de su deseo de ser europeos. De hecho, no había un hombre o mujer en Kipseli que no quisiera ser europeo. Pero querían creer que son europeos: querían sentir que eran demócratas en el sentido literal (no en la versión del primer ministro) de la palabra.

La abuela de un hombre había nacido en Estambul, pero declaró que esos días habían quedado atrás. ¿No es sorprendente lo poco que Turquía ha entrado al debate económico sobre Grecia? Pero tal vez es porque Turquía, a la que le gustaría unirse a la UE, ha sido rechazada por los europeos, pero en términos económicos le está yendo bastante bien.

No encontré a nadie que pensara que los bancos abrirían el martes, como prometió el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis. De hecho, un joven resultó ser un banquero griego del departamento de recuperación de su institución, con el encargo de hacer pagar a los deudores. Pero insistía (votó por el no) en que a los deudores se les debe ayudar a pagar, y en que los bancos podrían abrir dentro de una semana.

Otro votante mencionó el nombre de Eleftherious Venizelos, el hombre que combatió a los otomanos y fue el padre de la independencia de Grecia. Si tuviéramos a Venizelos ahora, dijo, no habríamos tenido esta situación, porque él convertía las opiniones negativas en positivas. Lo cual es verdad hasta cierto punto.

El problema, sin embargo, es que Tsipras convierte opiniones negativas en otras aún más negativas, y considera el optimismo un instrumento exclusivo del gobierno de su partido Syriza. Por eso Syriza quiere llamar la atención hacia la votación irlandesa contra el acuerdo de Lisboa en la UE, que condujo –así lo afirman los griegos– a acuerdos con la Unión. Es una analogía más bien falsa. Después de todo, este es un gobierno griego que intentó pretender que el referendo se refería a la membresía en la UE, cosa que los irlandeses jamás pretendieron.

Pero vayamos ahora a los hechos que los votantes no explicaron con tanta precisión. Si la votación se resolvía por el , Syriza podría haber proclamado el triunfo: que el pueblo desea permanecer europeo y por tanto tenía derecho a demandar que el primer ministro pudiera renegociar el acuerdo. Pero con el no, Syriza puede proclamar el triunfo: que el pueblo (igual que Syriza) quiere permanecer en Europa, pero tiene derecho a renegociar, etc.

Todo eso suena muy griego. No estoy seguro de si es un ejercicio en democracia (estilo griego) o si la democracia es la vencedora en el referendo. Pero está claro que los griegos no quieren salir de Europa. Lo cual plantea un problema, porque la UE y los grandes banqueros de Occidente han cobrado el aspecto en estas últimas semanas, no de damas y caballeros justificados y generosos que dieron su generosidad a Grecia, sino más bien de crueles prestamistas que quieren vengarse de los pobres griegos.

La verdadera pregunta es sin duda si cualquiera de nosotros querrá en el futuro ser llamado europeo.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya