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Astillero

¿De qué se ríen Peña y Gurría?

‘‘Productividad’’ electoral 2018

Jalisco se michoacaniza

Criticar las faldas

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ACTO EN LA SEDENA. El titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos Zepeda (en primer plano), encabezó ayer los festejos por el 98 aniversario del primer correo aéreo en México. La ceremonia se llevó a cabo en el hangar de la dependencia. El jefe militar estuvo acompañado por los integrantes de su estado mayorFoto María Luisa Severiano
L

a fotógrafa de La Jornada María Meléndrez captó a Enrique Peña Nieto y a José Ángel Gurría en una escena de desbordada alegría: en plena carcajada el primero, feliz de la vida; el segundo, en risa apenas por debajo de la intensidad de su camarada con domicilio en Los Pinos.

Notable desahogo de emociones en el México de las élites, mientras el mundo asiste a la tragedia griega. Risoterapia en las alturas, mientras el peso decae frente al dólar, la economía nacional se estanca, el presupuesto ‘‘base cero’’ amenaza el precario contrato social aún vigente y la violencia de los crímenes organizados (la de los poderes constituidos y los de facto) se extiende a más regiones del país, entre ellas la del Distrito Federal, incluso en colonias antes intocadas, como la Roma y la Condesa.

Peña Nieto tiene razones para tanto contento. Asistió a una cumbre internacional sobre productividad en la que anunció que enviará al Congreso federal una iniciativa para impulsar lo que acabará siendo una parte sustancial de la estrategia electoral 2018: el apoyo para el desarrollo económico de las regiones del país más depauperadas, dinero público para conseguir que las zonas de más atraso se vuelvan ‘‘productivas’’ y ‘‘competitivas’’. Con esos proyectos labiosos se podrán establecer redes clientelares que al momento de las urnas respondan a los patrocinadores especializados en la conversión de ríos de dinero en progreso extraordinario de las cuentas bancarias de políticos y empresarios amafiados y en ayudas por goteo a segmentos sociales manipulables.

Gurría, nacido en Tampico, Tamaulipas, en mayo de 1950, cumplió el pasado primero de junio 10 años como secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), luego de haber sido destacado funcionario de las administraciones de Carlos Salinas de Gortari, pero, sobre todo, de Ernesto Zedillo, durante cuyo sexenio llegó a ser secretario tanto de Relaciones Exteriores como de Hacienda y Crédito Público. A pesar de los vaivenes mundiales, y de los episodios griegos del no triunfante, hay razones selectas para la sonrisa, la risa y la carcajada en Gurría y en la OCDE, que es aún el club de los países ricos, conformada esa organización por 24 estados que buscan coordinar sus políticas conforme a los principios del neoliberalismo económico. A fin de cuentas, como se ve, Peña y Gurría pueden reír con causa justificada.

José Martín Godoy Castro debe su progreso en la alta burocracia a su jefe, Alfredo Castillo, peñista partícipe en la farsa de la niña Paulette, que luego fue comisionado injerencista en Michoacán y ahora despacha como comisionado nacional del deporte. Con Castillo en la Procuraduría General de Justicia mexiquense, Godoy llegó a ser subprocurador, mismo rango que tuvo en la Profeco cuando ‘‘el equipo’’ pasó al nivel federal. Llegado Castillo a tierras michoacanas, instaló a Godoy en la Procuraduría estatal de Justicia y a Carlos Hugo Castellanos como secretario de seguridad pública, en abierta demostración de que el gobernador era él, el enviado de Los Pinos, y no el políticamente desfalleciente Fausto Vallejo, a quien se mantenía formalmente en funciones, entre otros motivos para que ‘‘propusiera’’ los nombramientos decididos por el comisionado.

Ahora, el Método Castillo se traslada de Michoacán a Jalisco. El gobernador Aristóteles Sandoval, cercado políticamente por los presidentes municipales de la corriente encabezada por Enrique Alfaro, ganador en Guadalajara, pero con la vista puesta en la próxima gubernatura, ha ‘‘aceptado’’ la renuncia de Luis Carlos Nájera, quien fue secretario de seguridad pública a lo largo del sexenio de Emilio González Márquez y a quien el propio Sandoval no sólo retuvo, sino que le agregó el área de la Procuraduría de Justicia para confeccionarle una todopoderosa fiscalía general.

Muchos asumían que de Nájera, de su capacidad de negociaciones y entendimientos, dependía la larga paz jalisciense, rota de manera tan infrecuente como fugaz, ya con la muerte del anterior jefe regional, Ignacio Coronel, ya con un par de narcobloqueos que parecían augurar mucho más de lo que finalmente sucedió. El punto de quiebre se dio el primero de mayo pasado, cuando se inició una Operación Jalisco, con fuerzas federales al mando, que pretendió detener a Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, jefe máximo del nuevo poder sexenal en materia de crimen organizado, el cártel Jalisco nueva generación, triunfador absoluto de los Castillos de la Peña montados en Michoacán, donde se limpió el escenario lo más que se pudo de templarios y familias para dar paso a la nueva fuerza hegemónica a nivel nacional. La operación federal terminó con el derribo de un helicóptero de la Sedena y la muerte de elementos militares de élite.

El pasado 9 de junio, Godoy, la pieza de Alfredo Castillo, renunció a la Procuraduría de Justicia de Michoacán (aunque la salida efectiva se dio una semana después). Desde ese día se dijo de manera extraoficialmente oficial que Godoy dejaba Morelia para trasladarse en semanas a Guadalajara, donde relevaría al fiscal general Nájera, quien ayer, en efecto, informó que se va, aunque esperará a que se determine quién lo sustituirá. Ahora sólo falta la confirmación de Godoy como nuevo fiscal jalisciense, que será al mismo tiempo la de Castillo como nuevo interventor deportivo en la administración de Aristóteles Sandoval. La michoacanización de Jalisco.

Y, mientras Miguel Ángel Osorio Chong dice que el gobierno federal sí ofrece diálogo a los profesores opuestos a la ‘‘evaluación’’ educativa, pero ‘‘sin emplazamiento ni amenazas’’, ¡hasta mañana, con Benito Santos, el jalisciense que diseñó buena parte de las piezas que portó Angélica Rivera durante la pasada visita de los reyes de España (indumentaria que recibió muchos comentarios adversos) declarando a Ana Cecilia Escobar que ¡‘‘los críticos lo hacen más por razones políticas (...) la mayoría de los que critican no saben ni qué es una falda’’!

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