o es fácil rodar una película en la República Islámica de Irán; de ello da muestra, holgadamente, el cine reciente de Jafar Panahi (Esto no es una película, 2011). Los largometrajes deben someterse a una meticulosa revisión previa, cosa que no sucede con los cortos. El caso de Relatos iraníes, de la directora Rakshan Bani-Etemad, ilustra una de las formas de evitar exitosamente la censura.

En espera de la cinta más reciente del censurado Panahi (la estupenda Taxi Teherán, 2015, rodada de modo clandestino), esta propuesta iraní del Foro de la Cineteca es una aproximación, en clave costumbrista, a la vida en Irán a partir de siete relatos breves, con un énfasis en el modo en que los hombres, y de modo acentuado las mujeres, padecen a diario los laberintos de la burocracia, la disfunción familiar, el analfabetismo, el maltrato doméstico y la escasa o nula libertad de expresión.

Una virtud de la cinta es romper con los clichés que maneja la sociedad occidental sobre la sumisión extrema de la mujer en Irán. Aunque es harto conocido el horror de los escarmientos con ácido sobre el rostro que muchas mujeres sufren de fanáticos religiosos (relato salvaje que omite la cineasta), lo cierto es que muchas mujeres sortean, con inteligencia y astucia, las presiones patriarcales del régimen fundamentalista.

Algunos de estos relatos iraníes podrían ser episodios de la vida ordinaria en un Occidente europeo marcado por la crisis económica, el desempleo o la merma de las pensiones; otros revisten un carácter más específico, como la solidaridad de una mujer madura con los obreros de una fábrica amenazada de cierre o, en el episodio final, dramáticamente el más logrado, la discusión muy dialéctica de un conductor de taxi con la joven que se solidariza con una usuaria de drogas. Finas interconexiones entre las historias y una gran perspicacia en el punto de vista femenino. Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. 13 y 18:30 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1