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De nuestras Jornadas

Corrupción y sistema político

¿P

or qué los casos de corrupción en México no han tenido el efecto de rechazo para que no vuelvan a ocurrir? La aparente tolerancia a la corrupción la convierte en un modo de promoverla. Es el caso de la impunidad, que se transforma en un tipo de estímulo a la criminalidad. La actitud social e institucional pasiva frente al uso impropio de recursos públicos termina multiplicando las víctimas de las mismas.

Respecto al asunto de la casa blanca y las pruebas documentadas de conflicto de interés se esperaba que tuvieran un rechazo ciudadano a través de las urnas y el entramado institucional para evitar dichas prácticas. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro ocurrió: el PRI mantuvo la mayoría en el Congreso federal y la ley anticorrupción no eliminó el fuero.

En el caso de la ciudadanía, puede ser por impotencia ante la absoluta imposibilidad de generar algún control social a la misma, y en el caso institucional, podemos estar ante una funcionalidad mórbida.

Esto último sería muy preocupante porque significa que la corrupción es un componente esencial del funcionamiento del sistema político, es decir, la estructura política está esencialmente dañada, y sólo es posible desterrar la práctica de la corrupción mediante una refundación radical del sistema político.

La despreocupación sobre las denuncias públicas de casos de corrupción, hasta llegar al abierto cinismo, se debe a que existe una aceptación resignada de estos eventos como destino fatal.

En este país, donde la desigualdad social es de las más grandes del planeta y el despojo de los recursos comunes ya es constitucional, hasta la corrupción puede legalizarse.

La decadencia carcome nuestra patria. Los diputados locales no sólo buscan empresas fachada para justificar los desvíos de recursos; con esos actos, revelan su esencia: son una fachada. El Congreso completo es un acto de simulación.