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Infancia y Sociedad

Las princesas también...

E

n la silenciosa Casa del Libro de Madrid voltearon a verme porque no pude contener una risotada al descubrir un libro infantil grande, de portada rosa, con la ilustración de una niña curiosa y el insólito título Las princesas también se tiran pedos. Lo leí de un tirón, y desde luego lo compré.

Este singular cuento puede parecer irreverente y grosero, pero a los niños les resulta muy divertido y a los adultos nos invita a revisar cómo los educamos. El autor es Ilan Brenman, considerado uno de los más importantes escritores de libros infantiles en Brasil, ganador de varios premios y traducido a diferentes idiomas. Desde 1997 ha publicado más de 50 obras para niños y se dedica a viajar por el mundo, promoviendo literatura infantil de calidad. La ilustración del libro es de Ionit Zilberman.

La historia trata de una niña pequeña, Laura, a quien le ha surgido una duda inquietante, ya que después de una larga discusión sobre Cenicienta, en la escuela, Marcelo, su compañero de clase, aseguró que la famosa y delicada princesa ¡se tiraba pedos! Por fortuna, el padre de Laura, al que le gustan los libros y las buenas historias, tiene una gran biblioteca, donde, con su hija, encuentra El libro secreto de las princesas…

El cuento es divertido y desacraliza el mundo de la realeza, demostrando que hay una base de humanidad que nos hace a todos iguales. Ignoramos si el autor tuvo segundas intenciones al escribir este cuento, pero resulta feminista, liberador y verdadero: es una vuelta de tuerca a las historias de princesas perfectas, como a las que a las mujeres se nos exige parecernos, a veces. El libro tiene trasfondo filosófico acerca de lo que Martha Nussbaum llama el ocultamiento de lo humano, para hacernos notar que la vergüenza y repugnancia hacia nuestra primitiva humanidad tienen efectos en la vida social e incluso en el derecho.

La filósofa dice que la repugnancia se aprende socialmente, que los bebés no sienten asco ni por sus heces o vómitos y que las primeras reacciones de asco aparecen hacia los cuatro años. Estoy lejos de proponer una visión escatológica del mundo. Nada hay más grato que los buenos modales, pero si educamos a nuestros hijos para que sean finos y gentiles como los príncipes y las princesas de los cuentos, que no sea a costa de negar y sentir asco por su propia humanidad, ya que asumirla es necesario para desarrollar la solidaridad y la tolerancia hacia los otros.

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