Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 12 de julio de 2015 Num: 1062

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ángel Rosenblat
y la filología

Leandro Arellano

Amores fragmentados
Febronio Zatarain

Magia
Diego Armando Arellano

Afrodiáspora:
del fuego y del agua

Esther Andradi entrevista con Susana Baca

El prodigioso Jean Ray
Ricardo Guzmán Wolffer

El asombro ante
el mundo y el Tao

Manuel Martínez Morales

Graham Greene: dos encuentros con la Iglesia
Graham Greene y Rubén Moheno

Rolling Stones:
¿la última gira?

Saúl Toledo Ramos

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Germaine Gómez Haro
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Mathias Goeritz

Mathias Goeritz fue una figura central en el panorama artístico mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Un artista singular, creador de una vasta obra de sello muy personal, que incidió de manera determinante en las artes plásticas, la arquitectura y el diseño en nuestro país. La magna exposición El retorno de la serpiente. Mathias Goeritz y la invención de la arquitectura emocional, que se presenta en el Palacio de la Cultura Banamex, da cuenta de la miríada de intereses que tuvo este gran creador y las numerosas vías de experimentación por las que transitó para construir su corpus de trabajo interdisciplinario. El curador de la muestra, Francisco Reyes Palma,  y Cristina Gálvez, asesora del proyecto, tuvieron la gentileza de invitarme a una visita guiada que fue una experiencia fascinante por el conocimiento que tiene el investigador del Cenidiap sobre Goeritz. El guión curatorial se centra en mostrar la manera de producir arte y los procesos de trabajo de este creador que siempre recurrió a la exploración de temáticas paralelas, y está integrado por más de quinientas piezas en diferentes formatos, entre pintura, escultura, dibujos, fotografías, objetos y maquetas de sus proyectos más reconocidos.


Mathias Goeritz con la Vía Láctea, Flor Garduño

Quizá a algunos visitantes les parezca excesivo el nutrido material documental que se presenta paralelo a las obras –como es el caso de mi estimada colega Teresa del Conde, a quien le pareció “reiterativo”–, pero en mi opinión, si el espectador se da a la tarea de bucear en el maremágnum de textos de archivo rigurosamente seleccionados por el curador, la experiencia será doblemente gratificante, pues es importante tratar de visualizar y aprehender el trabajo de Goeritz en el contexto político-cultural que le tocó vivir. Reyes Palma hace énfasis en lo crucial que fue el contexto de la llamada Guerra fríaen la gestación y desarrollo de la creación de Goeritz en su etapa mexicana, entre 1949 y 1990. Los artículos periodísticos y algunas publicaciones impulsadas por el propio artista dan cuenta de ello y revelan la atmósfera de tensión que se vivía en nuestro país entre dos bandos adversos: los muralistas y sus seguidores, que todavía defendían el realismo social, y quienes, a contracorriente, pugnaban por un arte que privilegiara la máxima emoción. De ahí el concepto de “arquitectura emocional” que Reyes Palma utiliza como hilo conductor de la exhibición. En la sección dedicada a la que fue la obra paradigmática de Goeritz, el Museo experimental El eco (1952-53), se palpa claramente la polémica suscitada por el grupo de pintores furibundos –con Siqueiros a la cabeza– que atacaron esta obra y a su autor por todos los medios. Fue entonces cuando Goeritz lanzó el Manifiesto de la arquitectura emocional como fundamento teórico y estético de su trabajo, y el ejemplo por excelencia fue El eco, obra que, siguiendo a la Bauhaus, reunió arquitectura, pintura, escultura, diseño, poesía visual y artes escénicas en su concepción interdisciplinaria original, además de operar como “bastión del abstraccionismo, inspirado en las acciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York”, como bien señala el curador. La pieza clave de ese conjunto fue la escultura Ataque, la monumental serpiente de trazos geométricos diseñada para el patio interior de El eco que en Banamex recibe al visitante a la entrada y lo despide tras el recorrido circular de la muestra. Una obra emblemática del arte mexicano moderno que se anticipó por una década al minimalismo sesentero. Así fue el trabajo de Goeritz por cuarenta años: precursor, rompedor como dicen en España, pletórico de guiños irónicos y simbólicos, de humor a veces negro con sus matices a un tiempo expresionistas y lúdicos, siempre fresco, mordaz  e inteligente.


Ataque, Mathias Goeritz

Mathias Goeritz nació en Dánzig, hoy Gdansk, Polonia, en 1915, y murió en Ciudad de México en 1990. Creció y se educó en el Berlín del nacionalsocialismo del cual huyó en 1941 y se instaló en Tetuán, Marruecos, para pasar a España tres años más tarde, donde fue uno de los fundadores de la Escuela de Altamira, trinchera de la vanguardia artística española en plena época franquista. Llegó a México para quedarse en 1949, invitado por el arquitecto Díaz Morales para impartir clases en la Universidad de Guadalajara. Ahí destacó como agitador cultural y entabló amistad con dos personajes que fueron fundamentales en su vida: Luis Barragán y Chucho Reyes. Con ese talante visionario, aguerrido y juguetón incidió a lo largo de cuarenta años en el panorama cultural mexicano como un astro fulgurante cuyos reflejos siguen deslumbrando en la actualidad.