Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 12 de julio de 2015 Num: 1062

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ángel Rosenblat
y la filología

Leandro Arellano

Amores fragmentados
Febronio Zatarain

Magia
Diego Armando Arellano

Afrodiáspora:
del fuego y del agua

Esther Andradi entrevista con Susana Baca

El prodigioso Jean Ray
Ricardo Guzmán Wolffer

El asombro ante
el mundo y el Tao

Manuel Martínez Morales

Graham Greene: dos encuentros con la Iglesia
Graham Greene y Rubén Moheno

Rolling Stones:
¿la última gira?

Saúl Toledo Ramos

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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Jorge Moch
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De la falsa bonanza del reformismo peñista

Llevamos más de treinta años de bombardeo mediático en pro del neoliberalismo global como estrategia, paradójicamente nacida del lucro privatizador, que paliaría las necesidades de los sectores de la población menos favorecidos. Desde el salinato, padrino del peñismo pasando por los dos papanatas de la trágica docena albiazul que en lugar de subvertir la pirámide de la corrupción y el latrocinio perpetuaron el esquema de injusta y casi nula repartición de riqueza que socializa las pérdidas pero privatiza las ganancias, la cantaleta es la misma: “las privatizaciones traerán impulso económico y reactivación del aparato productivo”; “la iniciativa privada sabe optimizar recursos sin abultar burocracias”, y así una proterva colección de frases hechas por neoliberalérrimos corifeos del embute trasnacional. Ahí los dueños de las televisoras en México, ellos mismos ya metidos hasta el colodrillo en otros negocios tan políticamente estratégicos como las telecomunicaciones, que también eran patrimonio nacional como los hidrocarburos. Pero la realidad tumba el tinglado. Porque luego de décadas de promesas y sí, quizá un mejor surtido en los supermercados (que han diezmado la economía del mercado municipal y la tiendita de la esquina), no estamos en la económica tierra prometida: la deuda externa es otra vez un monstruo dormido; el poder adquisitivo del mexicano es harto menor al de 1985 y en general el acceso a la canasta básica, escolaridad, servicios de salud o simple percepción salarial se ha visto mermado mientras la cleptocracia embucha dinero como nunca antes. Somos muchos más, pero ganamos mucho menos y todo está infinitamente más caro. Pagamos gasolina más cara que en países que no son exportadores de petróleo, y lo mismo con telefonía, internet y televisión de paga: nos ven la cara. ¿Y las fantásticas inversiones que nos iban a convertir en un Dubái latino?, espejismos, esquinazos, proyectos truncos o cabezas de playa de un nuevo colonialismo que nos convierte apenas en mano de obra para maquila. Un ejemplo claro que tiene que ver con una de esas grandes inversiones prometidas y cacareadas por el peñismo y sus consabidos cómplices es la llegada a México del fabricante sudcoreano de automóviles Kia Motors a tierras de Pesquería, Nuevo León. Según comentario de un lector, el gobernador Rodrigo Medina habría dado a Kia Motors un terreno de 500 hectáreas por el que el Gobierno del Estado habría desembolsado 800 millones de pesos, y la compra se habría hecho a la familia del secretario del ayuntamiento de Apodaca (colindante con Pesquería), presunto amigo de Medina. Pero hay más: por desmonte y nivelado de esas 500 hectáreas, el gobierno de Nuevo León habría aceptado pagar mil 500 millones de pesos a José Aguirre Campos, otro amigo de la familia Medina. Kia dejaría fuera del negocio a empresas mexicanas y se dice que “trajo 11 empresas coreanas que se instalarán en el mismo terreno para producir los insumos que necesita la armadora de Kia. Entonces traer a Kia no ayudará a las empresas locales, sino que les trajo competencia”. El lector en cuestión cierra su comentario señalando que “Kia tiene como ley no dar puestos directivos a mexicanos. O sea que si van a dar trabajo a mexicanos, será en puestos mal pagados para practicantes, obreros y uno que otro supervisor…”. No hace mucho hubo un escándalo de esclavitud laboral en una maquiladora coreana en Jalisco. Parece que volvemos a ser sujetos de desprecio extranjero en nuestra propia tierra como en tiempos de la Colonia.


Ilustración de Juan Puga

Curiosamente, muchas de las reformas privatizadoras de Peña tuvieron el apoyo mañoso de los sectores populares del sindicalismo priísta, como cuando en su mejor momento el monolito maniobraba con los oficios del charrismo de Fidel Velázquez en la CTM, o como el sindicato ferrocarrilero bajo las órdenes de Víctor Flores cuando Ferrocarriles Nacionales dejó de ser las dos cosas, ferrocarriles y nacionales; Petróleos Mexicanos se prestó por vía del nefando líder sindical (y senador, diputado y chapulín) Carlos Romero para la que parece ser la gran estocada a Pemex. Ya se anunciaron decenas de miles de despidos de sus trabajadores de base, pero el adormecimiento a que apuesta el gobierno parece funcionar: no hemos visto pronunciamientos contundentes de los trabajadores. Mientras, arrecian los coletazos presupuestales para campañas mediáticas que hacen berrear de placer a los medios masivos oficialistas. Y el canto de sirenas nos lleva, irremediablemente, al precipicio.