Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 12 de julio de 2015 Num: 1062

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ángel Rosenblat
y la filología

Leandro Arellano

Amores fragmentados
Febronio Zatarain

Magia
Diego Armando Arellano

Afrodiáspora:
del fuego y del agua

Esther Andradi entrevista con Susana Baca

El prodigioso Jean Ray
Ricardo Guzmán Wolffer

El asombro ante
el mundo y el Tao

Manuel Martínez Morales

Graham Greene: dos encuentros con la Iglesia
Graham Greene y Rubén Moheno

Rolling Stones:
¿la última gira?

Saúl Toledo Ramos

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 


Ilustración de Juan Gabriel Puga

Rolling Stones: ¿la última gira?

Saúl Toledo Ramos

A la memoria de Ángela Ramos Hernández,
mi siempre amada madre

I

El primer trazo del círculo fue Jumpin’ Jack Flash; completaron la figura con "I Can’t Get No satisfaction", composiciones emblemáticas de su extensa producción. Abrir y cerrar en niveles altos, como lo exigía el público, la hermosa tarde de la ya casi finiquitada primavera texana; como lo pedía esa extraordinaria obra arquitectónica que les sirvió de escenario:  AT&T Stadium, para mayores datos, casa del equipo de futbol americano Vaqueros de Dallas. Como se lo demandaban ellos mismos, para demostrar que más de cincuenta años de grabaciones y conciertos no han menguado sus capacidades y que siguen siendo una de las bandas más grandes de la historia del rock.

Desde su fundación en 1962, las Piedras Rodantes  han emprendido cuarenta y cuatro giras que los han llevado a ofrecer presentaciones por todo el mundo. La que les ocupa ahora, llamada Zip Code, inició el 25 de mayo en San Diego California y finalizará el 15 de julio, en Quebec. Siete y media semanas de conciertos en catorce ciudades de la Unión Americana y una en Canadá.

II

Ríos de autos y gente. Caos vial. Personas de todas las edades inundando negocios de comida,  bares, calles. Todos con el mismo objetivo: disfrutar de la música de los Stones. Hace calor, el cielo está limpio y de cuando en vez lo cruza una avioneta que arrastra una enorme manta en la que está impresa la portada de Sticky Fingers (1971): la parte media de Joe Dallesandro en jeans, fotografiado por Andy Warhol.

Falta más de una hora para que la fiesta inicie pero ya se sufre para encontrar estacionamiento. La magnitud del espectáculo obligó a las autoridades a disponer de los cajones de locales adyacentes al estadio para contener la oleada de vehículos que no cesan de llegar. Cincuenta dólares por lugar. Algunos protestan, es un verdadero abuso. Pero ya se está ahí. O se paga o no hay sitio para dejar el carro. Es lo mejor que se puede hacer, ya que en el parking lot del estadio la tarifa es de cien billetes verdes. 

III

Abren con "Jumpin’ Jack Flash", cierran con Satisfaction, dos imprescindibles, pero, ¿quién podría decir que las diecisiete más que le dieron forma al show no tienen el mismo peso de las anteriores si, por ejemplo, la segunda fue una insuperable versión de "It’s Only Rock and Roll (But I Like It)" y la penúltima, ya en el primer y único encore, "You Can’t Always Get What You Want", acompañados en directo por el A cappella Choir, de la Universidad de Texas?

Jack el saltarín –según su biografía, hijo de la cruza del fuego y el huracán-, también conocido como Mick Jagger, brinca y baila incansablemente. Se adueña del escenario. Los pasillos laterales y el frontal son de su total pertenencia. No deja de recorrerlos una y otra vez. Un hombre que se declara más joven que cualquiera de sus Satánicas Majestades, pregunta: ¿qué hacen estos individuos para mantener tal condición? Recibe dos respuestas: se drogan y/o tienen pacto con el diablo.

IV

Resobando el lugar común, nos atreveremos a decir que el clímax de las dos horas y media de concierto fue alcanzado mientras sonó la trilogía compuesta por "Midnight Rambler"/"Miss You"/ "Gimme Shelter", durante las cuales las Piedras oficiales (el Saltarín, Richards, Watts, Wood) y demás músicos que los acompañaron entregaron todo de sí para satisfacer las necesidades musicales del conglomerado que tenían frente a ellos.

Que clímax, qué entrega ni qué nada: si con esas piezas alcanzaron tal punto, ¿entonces qué fue lo que pasó cuando tocaron "Honky Tonk Women" o "Brown sugar"; o cuando el maestro Keith, guitarra principal, se aventó, para gusto de todos, "Happy"? ¿O cuando se sintió un calor infernal y los costados del stage lanzaron lenguas de fuego y el Saltarín apareció cubierto por un peludo abrigo del rojo más intenso y pleased to meet you, hope you guess my name… y sepas que soy Lucifer y me trates con cortesía y buen gusto…?  Pues fue todo eso. Una situación orgásmica, digamos. Tensión y placer. Picos muy altos de creatividad musical. Y nada diremos de los trances provocados por  "Star Me Up", "Bitch", "Tumbling Dice", "Moonlight Mile" y la legendaria "Let’s Spend The Night Together".

V

Venimos desde Austin para ver a los Rolling Stones, confiesa un fanático. No es un viaje muy pesado: 180 minutos hacia el norte. Es un camino directo, prácticamente la única vuelta requerida es la que lo saca a uno de la autopista interestatal 35, en Arlington, y tres minutos después se está en la entrada del estadio. Aunque hoy ese pequeño recorrido es más dilatado por la carga vehicular.  Hay que considerar que hubo quienes debieron agotar rutas más largas; se ven, por ejemplo, placas de Nuevo León, México.

Pero valió la pena. Los venerables ancianos (el más joven tiene sesenta y ocho años y el maduro setenta y cuatro) no defraudaron. Jagger muta: de piedra pasa a ser una serpiente. Flexible y elástico, se expresa con todo su cuerpo, es evidente que le gusta presumir y mostrar su físico delgado y fuerte. Su ropa ajustada deja ver que es uno de esos envidiables casos de longevidad extrema. No obstante su edad, son visibles los músculos de abdomen, hombros, brazos y espalda. No hay tregua para sus piernas magras, que corren y se retuercen. Durante "Midnight Rambler" practica un baile digno del mejor coreógrafo.

No podemos decir lo mismo del trío restante, pero sí afirmaremos que es sorprendente que, a estas alturas, sus capacidades corporales les permitan ofrecer conciertos de más de dos horas. La maestría es otra cosa. El tiempo ha depurado sus estilos, cada uno de ellos controla su instrumento, le saca el mayor provecho posible.

VI

No siempre puedes obtener lo que quieres, pero si lo intentas… Son las últimas estrofas. Los parafernálicos fuegos pirotécnicos explotan en las alturas. Chisporroteo de luces. El conjunto en pleno se alinea para dar las gracias y despedirse. Obstinado, el respetable reclama más canciones. Nada sucede. Es el fin.

En varias ocasiones los Rolling Stones han dicho que están en la antesala del retiro. Por la forma en que lucieron esta noche, es poco probable que la jubilación sea una opción a corto plazo. Esta gira, según se ve, no cierra el círculo. Parece que aún no obtienen satisfacción. Habrá Piedras Rodantes para rato.