Un amigo entrañable, un gran artista, un gran coleccionista, un apasionado de la gráfica, de los libros, panfletos e impresos anexos, con una capacidad de promover las artes como materia prima para una sociedad más justa. Me siento un absoluto inútil al lado de tal talento, me impacta su disciplina creativa en medio de gestiones más bien de tipo político.

Por lo normal cuando alguien tiene un maestro –siempre ha pasado en toda la historia, sobre todo en el arte– el alumno luego tiene cierta tendencia a pintar un poco como él, quizá después se desprende. Siento que la influencia que tengo del maestro es como la manera de ver las cosas, de documentarse, porque el maestro para mí es de las personas más creativas de este país y del mundo. Se le puede dar cualquier cosa y tiene la capacidad de crear lo que sea, con un alambre o una bola de barro. Pero también es una persona superculta y, bueno, altruista. Lo admiro muchísimo como ser humano. Siento que si el mundo tuviera más personas como él sería otro, y algún día me gustaría llegar a hacer lo que hizo. Es como un ejemplo para seguir, no sólo para mí sino para toda la juventud de Oaxaca y del país. Lo que el maestro hizo es como una escultura social y es de las mejores obras que ha hecho. Como que hace estas instituciones para que las personas vayan, aprendan y salgan con otros ojos, con un pensamiento más crítico de la vida. O sea, una biblioteca es la peor arma de la ignorancia y del mal gobierno. Si se llena el país de bibliotecas y de personas que acuden a ellas –la educación pública no está muy buena, está muy manipulada–, quizá podemos cambiar un poco México.