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Gelsen Gas: in memoriam
N

o tengo el conocimiento suficiente para escribir esta nota, pero me nace hacerlo porque Gelsen Gas, quien fue interdisciplinario, frecuentaba ocasionalmente el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con objeto de saludar a su familiar, la investigadora Louise Noelle Gas, quien lo recibía siempre con amabilidad y a veces lo invitaba a las sesiones de la Academia de Artes, aunque él hasta donde recuerdo no llegó a asistir.

Fue Tomás Parra quien el domingo pasado me participó muy dolido el fallecimiento de su colega.

El escrito más concluyente que he leído acerca de su quehacer está en el libro La era de la discrepancia, cuya segunda edición circula y con seguridad se adquiere en el Museo Universitario Arte Contemporáneo, donde por ahora está vigente la exposición Escrito/pintado, de Vicente Rojo, de quien Gelsen es coetáneo.

Su nombre completo era Ángel Sánchez Gas y nació en la ciudad de México en 1933. Al igual que Manuel Felguérez y otros representantes de la consabidamente mal llamada Ruptura, Gelsen Gas fue muy próximo a Alejandro Jodorowsky, quien incluso participó brevemente como actor en una de las escenas de un filme cuyo guión, escenografía y dirección son de Gelsen.

Me refiero a Anticlímax, filmada en 1969, aunque su estreno público dilató bastante tiempo y no tuvo la duración necesaria o bien no se estrenó en pantallas, motivo por el cual el autor declaró en público que jamás volvería a ocuparse del cine, algo que cumplió radicalmente.

Mi conocimiento de obras suyas no se inicia con este filme, del que sólo conozco una secuencia, la del hombre visto de espaldas que aborda un autobús citadino.

La cámara registra a los pasajeros y hay varias mujeres que se ajustan las medias mostrando coquetamente los muslos con el pretexto de alisarlas y se ven unos adminículos denominados sujetadores, pues esa fue la primera época de la minifalda, de modo que se trata de prendas no lo suficientemente escasas de tela; hay incluso escenas románticas o eróticas muy sesenteras a bordo del camión.

Después, un pasajero (que pudiera ser el fotógrafo) abandona el vehículo y el espectador puede detectar la escultura de la gran O olímpica de la Ruta de la Amistad.

Durante un tiempo, dice Lazlo Moussong en un artículo publicado en el semanario Plural, en 1984, esta película fue de culto y es, creo yo, una de las razones de la inclusión de Gelsen Gas en el mencionado libro que registra la exposición La era de la discrepancia, si bien es cierto que él tiene otras obras que han sido comentadas: la primera es un homenaje a Magritte, que forma parte del acervo del Museo de Arte Moderno, otrora estaba en exhibición muy frecuentemente; otra pieza, no de tanta fortuna, pero muy comentada es un busto conmemorativo de Siqueiros que está desfasado en dos relieves tipo espejo.

Esta obra la vi a invitación de su autor en el jardín de su casa en Tlalpuente, zona profusamente arbolada que se encuentra en Tlalpan; se dice que Siqueiros posó para la misma, pero es algo que no se ha podido o no puedo constatar.

También como muestra escultórica vale la pena mencionar una pieza monumental que da identidad a la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán de la UNAM que felizmente ha sido objeto de un mantenimiento a fondo.

Esta obra de atinados y contrastantes planos geométricos es una muy buena muestra del llamado Geometrismo mexicano, pero no está registrada en el libro de la UNAM ideado por Jorge Alberto Manrique, en el que colaboramos tanto él como otros autores, y creo que no está porque no existía todavía en ese entonces o bien porque Gelsen Gas jamás fue un artista de fácil acceso, hasta donde alcanzo a comprender, y no lo fue debido posiblemente a sus múltiples inquietudes, siempre hiperactivo; fue además autor de una serie de obras impresas con calidad de museo, cuyo tema es el desnudo femenino convertido en engranajes abstractos cada uno en diferente estilo, pero todos perfectamente reconocibles como desnudos.

Gelsen Gas fue también poeta, pero no conozco ejemplos suyos en ese rubro de su creatividad.

Lo que sí recuerdo es que uno de sus comentaristas iniciales fue Alfonso de Neuvillate, crítico de arte de gran aceptación en los años 60, quien además tomó cursos con Justino Fernández.

El hecho de que Gelsen Gas haya sido plurifacético e interdisciplinario pudo haberlo puesto en boga desde hace algunos años, pero sus múltiples inquietudes, que se relacionan algo con la obra de arte total, o con la creatividad artística altamente diversificada, no llegó a proporcionarle una identificación completa, aunque desde luego está inserto en la historia del arte mexicano y mi intención al hacer esta somera e incompleta semblanza de su actividad como tributo a su persona tiene la finalidad de dar a conocer la conclusión de su existencia.