Opinión
Ver día anteriorMiércoles 22 de julio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
20 de julio: rencuentro de dos banderas
E

l 20 de julio quedaran formalmente restablecidas las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Ese día, el pabellón cubano será izado en la sede de la embajada de Cuba en Washington por nuestro ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Padilla; mientras que su homólogo, John Kerry, en su momento, hará lo propio en la sede de la embajada estadunidense en La Habana.

La ceremonia, no por formal y simbólica, resulta menos relevante.

Se abre así un nuevo y muy importante capítulo del conflicto histórico entre Cuba y Estados Unidos, el conflicto más largo (150 años) que registra la historia de las relaciones cubano-estadunidenses, cuyo nivel de antagonismo rebasó su cuota máxima con el triunfo de la revolución el 1º de enero de 1959, comandada por su líder, Fidel Castro Ruz, la cual devolvió a los cubanos su patria con todos sus atributos de independencia, soberanía y autodeterminación, conculcados durante la república plattista; esa en la cual el embajador estadunidense en turno, el ex teniente coronel Earl T. Smith, quien fungió como embajador entre 1957-1959, presumía ser la segunda, y en ocasiones, la primera figura más influyente del país.

Los presidentes de Estados Unidos a menudo suelen escoger temas de política exterior para intentar compensar el desgaste político interno.

Clinton lo hizo en 1995 al establecer relaciones con Vietnam; Obama hizo lo mismo con Cuba en el momento en que el tema de la recomposición de las relaciones con la isla alcanza, como nunca antes, un alto nivel de apoyo en amplios e importantes segmentos que conforman el establishment estadunidense, acompañado de notorios signos de cambio en los medios de comunicación y un creciente interés por el tema de Cuba de parte de la opinión publica no apreciado en el pasado.

El último de los sondeos realizado en los 50 estados de la Unión entre el 25 de mayo y el 17 de junio por el Chicago Council Survey refleja que 2 de cada 3 estadunidenses apoyan la terminación del embargo. El rechazo se registra tanto en los encuestados que se definen demócratas como los autodeclarados republicanos. Los cifras son: republicanos 59 por ciento, independientes 63 por ciento, demócratas 70 por ciento, y el 62 por ciento opinó que el cambio de política beneficiaria al sector de negocios en Etados Unidos.

La muestra no deja lugar a dudas de la aproximación positiva que manifiesta la población estadunidense contra el bloqueo a Cuba, que es uno de los impedimentos esenciales que gravitan pesadamente en el camino hacia una eventual normalización de las relaciones.

Lo anterior inclina a pensar que Obama cuenta con suficiente endoso político para proseguir valiéndose de sus capacidades ejecutivas y ampliar las flexibilizaciones puestas en vigor a partir del 17 de diciembre, para dejar de restampar su firma anual en la ley de comercio con el enemigo y, al mismo tiempo, si hay voluntad y empeño presionar al Poder Legislativo para reformar o anular el conjunto de sanciones que obstaculizan la normalización de las relaciones y que es auspiciado y custodiado por la contrarrevolución y asociados de la extrema derecha, incluyendo a un grupo de legisladores demócratas de ultraderecha, conocido como los perros azules que por razones de cálculo político o revanchismo no toman en cuenta los esfuerzos de la administración por demostrar que la esencia de la estrategia imperial hacia Cuba se mantiene.

Los oponentes se valen de la mayoría republicana, de sus facultades, conspiraciones y cabildeo de pasillos, comités, para intentan frustrar y, eventualmente, revertir el proceso en curso en el caso de triunfar en las presidenciales de 2016.

Una cosa es hablar con lenguaje de campaña y otra con sentido de realidad, de todas maneras no se puede dejar de anotar que hasta el momento la mayoría de los aspirantes presidenciales republicanos espontáneamente o respondiendo a la prensa critican el restablecimiento de las relaciones, empezando por Jeb Bush, aunque también se observan divisiones y excepciones como la del aspirante Rand Paul, (senador republicano por Kentucky), quien se manifestó públicamente por el fin del bloqueo y la no injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos de Cuba. Se trata de un senador de buen predicamento en los estados del sur.

Las divisiones también afloran en las filas legislativas republicanas que de manera callada o pública respaldan el restablecimiento de relaciones y tienden a presentar proyectos de leyes que atentan contra el sistema de sanciones que conforman el bloqueo. En este sentido cabe destacar el proyecto bipartidista para liberar las restricciones de viajes a la isla liderado por el senador republicano Jeff Flake y que hasta el momento cuenta con el patrocinio de 30 senadores.

No les importan los acumulados fracasos de su política anticubana ni el sentido antiestadunidense que significa seguir, seguir y seguir aplicando una política obsoleta y fracasada, de creciente impopularidad nacional, que lesiona los propios intereses de influyentes factores del establishment y que, como ninguna otra, ha aislado a Estados Unidos en lo que se refiere a Cuba, del hemisferio y del resto del mundo.

Cientos de ejemplos podían citarse en este sentido. Me referiré al más universal de todos: en la historia de la agenda de la Asamblea General de Naciones Unidas nunca un país ha quedado tan aislado de la comunidad internacional como Estados Unidos en el tema del bloqueo, lo cual se ha demostrado durante 17 años consecutivos y se continuará demostrando.

Una vez restablecidas las relaciones y el permanente diálogo que éstas suponen, podremos entonces intentar avanzar en el largo y complejo proceso que conduzca a unas relaciones bilaterales que, en mi opinión, pudiéramos calificar de cuasi normales, en las que ambos países puedan comerciar e invertir, los estadunidenses puedan viajar a Cuba sin restricciones, como lo hacen los cubanos a Estados Unidos y otros asuntos que para Cuba resultan de suma importancia como son: la retirada de la base naval y la devolución del territorio ilegalmente ocupado por la misma en Guantánamo, las indemnizaciones por los daños materiales y morales causados a varios millones de ciudadanos cubanos así como el cese de las transmisiones subversivas de las estaciones de radio y televisión situadas en territorio estadunidense y otras tantas cosas absurdas que forman parte de la política exterior estadunidense y resultan inaceptables para cualquier país que se considere soberano, particularmente Cuba.

En 1963, un periodista le preguntó al canciller estadunidense Dean Rusk por qué Estados Unidos comerciaba con la URSS y no lo hacía con Cuba; Rusk respondió “…porque la URSS es un gobierno permanente y la Cuba de Castro es un asunto temporal”. La respuesta reflejaba la seguridad de Washington de que sus planes de destruir la revolución, incluyendo decenas de intentos fallidos de asesinatos a Fidel, Raúl y demás líderes, derrocarían al gobierno revolucionario, según lo habían hecho en Guatemala, y lo harían posteriormente en República Dominicana y Chile.

Se equivocaron; subestimaron la capacidad de resistencia y de lucha de nuestro pueblo y se estuvieron equivocando por más de medio siglo, según reconoció el presidente Obama.

El restablecimiento constituye un reconocimiento del error cometido y también un reconocimiento al Estado revolucionario cubano y a su gobierno presidido por el presidente Raúl Castro Ruz, pero, y a veces después del pero suele venir la verdad, no podemos olvidar que según declaraciones oficiales del presidente y autoridades del gobierno estadunidense, lo que cambia con relación a Cuba es la táctica, pero la estrategia continúa.

Por ese camino les aseguro que seguirán equivocándose.

*Diplomático cubano, embajador en México, entre otros países, ex viceministro de relaciones exteriores y jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington hasta fecha reciente.