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Moscú busca enviar gas natural a Europa sin pasar por Ucrania

Rusia y Turquía suspenden la negociación para un gasoducto
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 5 de agosto de 2015, p. 22

Moscú.

La idea de suministrar gas natural a parte de sus clientes en Europa a través de Turquía –para reducir aún más el tránsito del combustible por territorio de Ucrania– está teniendo muchas dificultades que ponen en entredicho la viabilidad del proyecto.

Aunque funcionarios de ambos países aseguran que todo sigue en pie, la realidad indica que, al día de hoy, Rusia y Turquía decidieron suspender las negociaciones sobre el tendido del gasoducto Flujo Turco, cuya construcción debería haber empezado en junio pasado para poder operar a partir de diciembre de 2016 y alcanzar 63 mil millones de metros cúbicos de gas por año, el máximo de su capacidad, en 2019.

El consorcio ruso Gazprom, el pasado julio, derogó el contrato con Saipem –subsidiaria de la compañía italiana de energía Eni–, que iba a participar en el diseño y tendido de tubos por desavenencias de tipo comercial y de otra índole.

En ese contexto, el ministro de Energía de Rusia, Aleksandr Novak, confirmó hace unos días que se pospone la fecha en que estaba previsto que este gasoducto comenzara a funcionar. Por ahora no pudo precisar una nueva fecha y parece cuesta arriba que pudieran cumplirse los plazos iniciales.

Esto plantea a Rusia un problema adicional, ya que en 2019 concluye el vigente contrato de tránsito a través de Ucrania y se tendría que negociar una prórroga. Si bien la ucrania es la ruta más cómoda y barata hacia Europa, la tensión entre Moscú y Kiev desde la anexión de Crimea complica la búsqueda de entendimientos para prolongar el acuerdo actual.

Como medio de presión, Ucrania es consciente de la importancia de su territorio para el tránsito del gas ruso, en tanto Rusia no oculta su intención de dejar de suministrar el combustible a su vecina eslava cuando ya no dependa de esa ruta para llegar a clientes europeos.

Trascendió que las diferencias que llevaron a detener las negociaciones entre Moscú y Ankara ni siquiera se deben a los previsibles problemas que vendrían –de concluir con éxito la actual fase preliminar– a la hora de tratar de incorporar al gasoducto a Grecia, en estado de virtual guerra con Turquía, el cual no deriva en conflicto armado sólo porque ambos países son miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Las negociaciones entran en un compás de espera hasta que se lleve a cabo una nueva reunión entre los presidentes Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan –tentativamente en la ciudad rusa de Kazán a finales de noviembre siguiente– que pueda destrabarlas en caso de que el titular del Kremlin haga concesiones que, en este momento, Rusia considera inadmisibles.

Por el gas para su consumo, Turquía exige un descuento mayor a 10.25 por ciento que Rusia está dispuesta a ofrecer, pero Moscú podría ceder si prevalecen las consideraciones políticas sobre los beneficios económicos.

En cambio, parece poco probable que acepte renunciar al planteamiento inicial de que el Flujo Turco, a la larga, pueda sustituir parte considerable del tránsito por territorio de Ucrania. Para ello, Moscú propuso que el gasoducto tenga cuatro ramales, uno para cubrir las necesidades de Turquía y otros tres para llevar el combustible a clientes europeos. Ankara, aparentemente, sólo está interesada en recibir gas ruso para necesidades propias, sin convertirse –por presiones de Estados Unidos y de los otros miembros de la alianza noratlántica– en país de tránsito hacia Europa.

Para no cancelar definitivamente las negociaciones, Putin admitió –en la reunión que mantuvo con Erdogan el pasado junio– que en esta etapa sólo se acordaran los detalles del ramal que llevaría a Turquía casi 16 mil millones de metros cúbicos de combustible al año, el precio en primer término, en el entendido de que se mantenía la disposición a negociar después los otros tres.

Sin embargo, los turcos insisten ahora en limitar el gasoducto a su territorio, si Rusia no acepta que el consorcio turco Botas, en lugar de Gazprom, ejerza de operador regional del proyecto, lo cual mete las negociaciones en un callejón sin salida.

Superar ese atolladero o dar por enterrado el proyecto depende, hoy por hoy, de esa reunión crucial de Putin y Erdogan. Sin acuerdo sobre el precio del gas ruso para Turquía, no se podrá firmar el convenio intergubernamental que fije las condiciones reales del Flujo Turco, por ahora esbozadas a grandes rasgos en declaraciones de los mandatarios y memorandos de intención que muchas veces se quedan en papel mojado.