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La cargada, lo bonito de la democracia: anécdota priísta

Con Camacho, el tricolor recuperó la sana cercanía con el Ejecutivo
 
Periódico La Jornada
Jueves 6 de agosto de 2015, p. 11

El regreso del PRI no logró superarse a sí mismo en sus 12 años de orfandad presidencial y la buscada cuarta etapa terminó en un círculo: el retorno al gobierno devolvió a los priístas la tranquilidad que les da saber que su dirigente nacional también tiene el respaldo de Los Pinos.

El PRI gira en torno a una palabra y una definición: unidad. Así, después de 2012, los presidentes del partido fueron designados bajo ese principio. La crisis que reventó la dirigencia de Humberto Moreira en plena etapa de designación del candidato presidencial abrió paso a Pedro Joaquín Coldwell.

En la Presidencia de la República comenzó la era del control del partido del Grupo Atlacomulco.

Más allá de algunas quejas soterradas por el dominio del grupo mexiquense y los modos de hacer de César Camacho Quiroz, el priísmo se ha mantenido sin sobresaltos. El PRI recuperó la Presidencia, pero también la sana cercanía con el Ejecutivo.

Tras la ruptura de Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, que luego fue expulsada del tricolor, se acordó un interinato de Mariano Palacios Alcocer entre agosto de 2005 y marzo de 2007.

En ese tránsito, Gordillo se cobró la deuda con Madrazo: fortaleció el Partido Nueva Alianza y con la ayuda del sindicato de gobernadores operó en favor de la candidatura de Felipe Calderón. El PRI, se derrumbó a un histórico tercer lugar en la contienda de 2006.

Palacios Alcocer, que ya había sido dirigente priísta, asumió en el momento de la cúpula más tenso con la maestra.

Declaró entonces que Gordillo debía renunciar a la secretaría general. La ex dirigente magisterial dijo: No lo haré. Quien debe hacerlo es él, es un presidente espurio.

Tras aquel episodio, los gobernadores volvieron a tomar el timón.

En 2007, con el respaldo de gobernadores que otrora crecieron políticamente con Madrazo, Beatriz Paredes fue designada presidenta. En su asunción fueron determinantes los votos que su fórmula con Jesús Murillo Karam obtuvo de Oaxaca y Puebla.

La postulación de Humberto Moreira como candidato a la dirigencia nacional se dio casi de manera natural. No sólo había construido su camino hacia el edificio de Insurgentes Norte, también lo dejó hecho para que su hermano Rubén, entonces diputado federal, ganara la gubernatura de Coahuila.

Sin embargo, fue víctima de su pasado inmediato: los escándalos por el aumento de la deuda del estado y el presunto desvío de recursos hicieron que finalmente cediera en un contexto en que el PRI se veía obligado a presentar una cara lejana a la corrupción.

El tricolor había recuperado Michoacán, después de dos gobiernos perredistas, pero no fue suficiente para sostenerlo.

Cristina Díaz, la secretaria general entre 2011 y 2012, fue utilizada de comodín, mientras la cúpula se inclinó por Joaquín Coldwell y luego por Camacho Quiroz. Los dos, con el modo que Manuel El Meme Garza González acuñó para siempre en el anecdotario priísta: Lo más bonito de la democracia, es la cargada.