Lechuzas

Louise Erdrich

Las lechuzas rayadas gritan en los pinos negros
urgidas de pareja. Cada noche su ruido
me despierta, un estertor de muerte
con todo lo que en el sexo duele.
No hay en sus sonidos otra cosa que la cruda necesidad
de un cuerpo emplumado por otro.
Pero ni así.  Aunque se encuentren uno al otro
no hay paz.

En ojibwa, Lechuza es Kokoko, y no hay niño,
por pequeño que sea, que quiera oír
el dulce sonido de ese nombre. Y es que
una bola de pelo, hueso y dientes de ratón
podría asechar bajo la nieve, lista para matar
al hombre que le camine encima.
La lechuza nos ve venir sin voltearse,
sus barbas de pluma no inquietan el aire
y la lengüeta de su flecha
de tan suave es ominosa.

¿Alguna vez has visto una lechuza al crepúsculo
coger vuelo en la garganta de un árbol muerto?
Niebla, tormento del espíritu.
Sólo después te das cuenta
de que su gran cuerpo plateado
es ya corteza.  Voló en silencio.

Así es como hacemos el amor
cuando hay gente en los cuartos de al lado,
chocan platos, se llenan la boca con aire,
con las sobras, apagan interruptores
y filtros mientras la maquinaria de la vida
sigue, elimina y elimina
hasta dejar tan sólo
dos cuerpos ferozmente entrelazados,
las plumas caen girando
y se hunden en sus sombras.

Louise Erdrich (Minnesota, 1954), narradora y poeta de origen alemán y ojibwe (chipewa, o aninshinaabe), goza de un enorme prestigio en las letras estadunidenses. Ha publicado 19 novelas, algunas de gran aliento, y dos poemarios. Pertenece a la tribu, o “banda”, de La Montaña de la Tortuga, que ocupa una reservación en Dakota del Norte. Este poema procede de Baptism Of Desire (Bautizada en el deseo, de 1989). Traducción: Hermann Bellinghausen

 

Louise Erdrich, 1992
Foto: Jill Krementz