Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 9 de agosto de 2015 Num: 1066

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Martí Soler:
Variaciones de
voz y cuerpo

José María Espinasa

El lugar de
los encuentros

Ricardo Venegas entrevista
con Sergio Mondragón

Latinoamérica en los
ojos de Heinrich Böll

Ricardo Bada

Heinrich Böll en
traje de clown

Lorel Manzano

Tres veces vi
el alma, tres

Taymir Sánchez Castillo

Óscar
Edgar Aguilar

Selva Almada y la
violenta claridad
del lenguaje

Luis Guillermo Ibarra

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Germaine Gómez Haro
[email protected]

Leonardo da Vinci: el dibujo del mundo (I DE II)

Cuando se organiza una exhibición de Leonardo da Vinci, dondequiera que sea y con el tema que sea, siempre es motivo de celebración. Leonardo es uno de los creadores más sorprendentes de todos los tiempos y tener la oportunidad de ver su trabajo físicamente es un enorme privilegio ya que, por obvias cuestiones de conservación, sus obras no viajan fácilmente. Leonardo fue un artista sublime en toda la extensión del término. Un hombre en extremo sensible que hizo de la observación de la naturaleza su método para captar el mundo y traducirlo en dibujos, pinturas y maquinarias alucinantes. En sus trazos más simples y en sus obras más complejas, imprimió una huella personal e inigualable que, cinco siglos más tarde, sigue despertando incógnitas con sus guiños misteriosos e inaprensibles, sus comentarios a un tiempo eruditos y lúdicos, y su lenguaje simbólico pleno de claroscuros. Pero sobre todo su impecable factura, que es el resultado de un extraordinario dominio de las técnicas y un conocimiento de la naturaleza y de la figura humana que no tiene parangón. Su pasión por el arte y por la ciencia como binomio indisoluble lo llevaron a desarrollar un inmenso corpus teórico que acompaña su trabajo y guía al espectador por los senderos más insospechados de la creación. La obra de Leonardo es compleja y de difícil acceso, aunque a primera vista no lo parezca. Más allá de la profunda belleza de sus pinturas y dibujos impecables, subyace un universo críptico que, a cinco siglos de su creación, aún está por descifrarse.


Estudios para la cabeza de Leda

Con motivo de la Exposición Universal que se lleva a cabo en Milán, se organizó la exhibición monográfica más ambiciosa de Leonardo que se ha realizado en Italia hasta la fecha. Tuve la oportunidad de visitar esa muestra recientemente y la experiencia fue conmovedora. Contemplar físicamente el trabajo del artista florentino eriza la piel, acaricia el alma. Su extrema delicadeza en la búsqueda de una realidad más allá de la inmediata en sus retratos, esculturas y dibujos anatómicos deja al espectador sin aliento. Al visitar la magna exposición en Milán, me alegró pensar que en México actualmente tenemos la gran oportunidad de admirar algunas obras de este gran maestro, en la exposición del Museo de Bellas Artes –junto con las del otro gigante del Renacimiento, Miguel Ángel– y saber que las taquillas están abarrotadas, pues es sin duda un evento único en nuestro país y difícilmente repetible.

La exposición de Milán, concluida hace unos días, se tituló Leonardo da Vinci 1492-1519. El dibujo del mundo. Fue el resultado de un intenso trabajo de cinco años de investigación del equipo curatorial encabezado por dos de los historiadores del arte más reconocidos en el tema leonardesco: Pietro C. Marani y Maria Teresa Fiorio. La exposición reunió más de doscientas obras provenientes de numerosos museos e instituciones del mundo que difícilmente las ceden, como es el caso del Louvre, que envió tres de sus obras maestras: San Juan Bautista, la Anunciación yLa belle ferronnière, uno de los retratos más hermosos de Leonardo y de todos los tiempos. La belle ferronnière reúne todas las virtudes plásticas leonardescas, incluyendo una compleja y ambigua interpretación del ethos del personaje, cuya extrema elegancia plasmada con trazos refinadísimos la hace absolutamente equiparable a su obra más celebrada, la Mona Lisa.


La Belle Ferronniêre

El motor de la exposición –como se menciona en su título– es el dibujo como piedra de toque en la creación de Leonardo y como la herramienta y pasión que lo define y acompaña a lo largo de toda su trayectoria. Para los curadores, la verdadera innovación del artista hacia la modernidad está en su método dibujístico y de ahí la importancia de escudriñar sus finísimos trazos, en los cuales verdaderamente se puede leer entre líneas su pensamiento filosófico y teórico. Un capítulo de la extensa muestra que me pareció de gran relevancia es donde se exhibe el diálogo estético con su maestro, Andrea del Verrocchio, artista de gran valor que ha quedado en el tiempo algo opacado por la grandeza de Leonardo. La íntima correspondencia entre la escultura de Verrochio y la pintura de Da Vinci es el claro ejemplo del paragone, la discusión en boga en el Renacimiento sobre la supremacía entre las bellas artes. 

“Dibujar el mundo” para comprenderlo y aprehenderlo fue el objetivo de Leonardo da Vinci. Observar la naturaleza más allá de ella fue el método creativo para construir su universo metafísico.

(Continuará)