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En tres días consecutivos, la Filarmónica de Helsinki interpretó las siete piezas del autor finés

Todas las sinfonías de Sibelius, ejecutadas con fulgor y belleza en Bellas Artes

Con estas presentaciones se despidió el director John Storgards, para retirarse por cuatro años

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Los contrabajos de la Filarmónica de Helsinki, ayer en Bellas ArtesFoto Pablo Espinosa
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de agosto de 2015, p. a11

La Filarmónica de Helsinki concluyó el mediodía de ayer una proeza: en tres días consecutivos interpretó en el Palacio de Bellas Artes las siete sinfonías de Jean Sibelius, raro privilegio que instaló al público melómano en situación de paraíso.

Varios acontecimientos de excepción ocurrieron en este lapso, entre ellos que se consumó así la despedida de John Storgards como director titular de esta orquesta, que regresará a casa para guardarse cuatro años, de manera que esta gira resultó muy exclusiva.

Este centenar de músicos de primer nivel mundial viajaron ex profeso a México para brindar este homenaje a la música y a Sibelius.

En la sesión inicial, la del viernes, deslumbró el sonido y belleza corporal de un violín Stradivarius, el célebre ejemplar nombrado exBarón Feilitzsch, que data de 1734; después de Feilitzsch perteneció a Hugo Heerman y actualmente a Gidon Kremer, quien desde 2010 se lo encomendó en préstamo a su paisana letona Baiba Skride, quien la noche del viernes soltó linduras de ese violín y alaridos del público.

Ese Concierto para violín, además del Vals triste y el celebérrimo poema sinfónico Finlandiam completaron los tres programas respectivos.

En el primero de ellos, el zumbar de los contrabajos, la respiración circular del fagotista, la maestría del primer oboe, el jovencito segundo chelo que tuvo que abandonar el escenario a media Quinta sinfonía debido a un malestar físico. Las corrientes submarinas, el vuelo de las grullas. La gran música de Jean Sibelius.

El momento estremecedor de la primera sesión ocurrió al terminar la Primera sinfonía, cuando John Storgards decidió alargar los silencios entre compás de la frase final. Hizo sonar, ante la conmoción generalizada, el silencio, característica esencial de la obra entera de Sibelius.

Después de eso era de esperar que en el final de la Quinta sinfonía alargara aún más los silencios del final, como los siete segundos que otorgan Mariss Jansos, Ashkenazi, Rattle y Paavo Jarvi, o los nueve segundos que hizo crecer John Pritchard con la Sinfónica de Londres en la Sala Nezahualcóyotl, en 1979. Pero no, el actual director de la orquesta que dirigió Sibelius decidió hacer pausas suficientes de tres segundos y medio entre las notas finales de la Quinta sinfonía.

Al terminar el concierto, Michael Nyman nos entregó el reporte de cómo se vivió el concierto en la transmisión en vivo en la pantalla gigante, en el exterior de Bellas Artes: A diferencia de ustedes allá adentro, en la pantalla se pueden ver detalles como el fabuloso tono en azul de la pintura de uñas del par de rubias que tocaron las flautas en la primera parte del concierto, pero ya no regresaron en la segunda, bromeó.

La Quinta de Sibelius, me dijo Nyman, is empty; la primera vez que la escuché, prosiguió, fue cuando murió Sibelius, yo tenía 10 años de edad y recuerdo la transmisión que hizo la BBC de Londres. Es curioso, comentó, que tuve que venir a México para escucharla por segunda vez, y será la última, sonrió. En cambio, la Segunda sinfonía de Sibelius me hace llorar de tan hermosa. Aquí nos vemos mañana, cuando suene allá adentro y aquí afuera.

Y, efectivamente, la noche del sábado fue la de mayor intensidad musical, tanto por el sonar espectacular de la Segunda sinfonía como la del poema sinfónico Finlandia, pero sobre todo de la hermosa, ardua, compleja y perfecta Cuarta sinfonía, la Sinfonía Apestada podríamos llamarla, por tanto resquemor que genera.

En la dificultad técnica de la Cuarta sinfonía y en el resplandor de la Segunda sinfonía, resultó evidente, a pesar de que la venganza de Moctezuma menguó a la mitad la sección de violonchelos, el sonido distintivo de la Filarmónica de Helsinki: un sonido natural.

Es el sonido Sibelius. Porque, de acuerdo con la orquesta que lo interprete y el director, hay un Sibelius inglés, otro ruso, europeo y americano.

Todo listo entonces para el gran final. Domingo, mediodía. Tercera sinfonía, con las sonoridades que a todos deja complacido, y las crepusculares Sexta y Séptima, un lago cristalino. La paz. El silencio que gobierna la música más honda.

En todas las sesiones hubo piezas de regalo (encores), pero el último quedó grabado en la mente: el Andante festivo, la única obra que grabó Sibelius (he aquí la liga https://goo.gl/4drfKS ) y que selló uno de esos raros privilegios que ocurren sólo una vez en la vida: todas las sinfonías de Sibelius ejecutadas con fulgor y belleza por su orquesta, la Filarmónica de Helsinki.

Se trata, junto con la exposición Da Vinci-Miguel Ángel, que sigue atrayendo multitudes a Bellas Artes, del acontecimiento cultural del año.