Opinión
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La enfermedad de Vincent
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La noche estrellada, 1889, óleo de Van Gogh
M

i texto anterior versó en recalcar la importancia de Theo van Gogh en la vida de su hermano mayor, fue un intento de hacer ver que él sí murió demenciado (fase aguda de parálisis general progresiva) en un asilo siquiátrico de Utretch, mientras toda la literatura de la que Vincent es autor, resulta perfectamente coherente, también en las últimas misivas que escribió fueren dirigidas a Theo que a Emile Bernard u otros, incluso las dirigidas desde el asilo de Saint Remy, donde permaneció cerca de un año, son coherentes.

También expresé que el médico Gachet, simpático y excéntrico personaje, era muy similar a él. Johanna, la viuda de Theo, entre otras peculiaridades dijo que participaban ambos de un furor religioso casi demencial. Para Gachet la voluntad divina dictaba que era mejor respetar la voluntad de morir, así que no se le llevó a un quirófano para extraer la bala y sobrevino infección.

Uno de los más estudiosos del caso en un famoso artículo, planteó: Who killed Van Gogh? (y se respondió) The doctor did. En parte coincido con el opinador, sólo que ahondando en datos recientes sobre la vida de Vincent conocemos que ya antes del disparo había intentado causarse la muerte, ingiriendo pigmentos de colores en tubos; eso me parece simbólico pensando en los colores, sean diurnos y brillantes, como los nocturnos, en el Café de noche o La noche estrellada.

Recibí varias observaciones (que agradezco) a propósito del artículo anterior, reveladoras del interés que suscita Van Gogh en prácticamente todos los ámbitos, no sólo entre los adoradores de la pintura. Por eso insisto en el tema de la enfermedad. Ya desde 1973 existían más de 120 publicaciones, algunas más destacadas que otras.

Se han verificado congresos dedicados al intento de elucidar la cuestión. A partir sólo de destacados trabajos recientes, me percato acerca de la variedad de diagnósticos desechados: no fue esquizofrénico, tampoco epiléptico; no padeció sífilis (como Theo) ni nada orgánico. El calificativo de sicosis maniaco depresiva tampoco le conviene del todo, el término PAI (porfiria aguda intermitente) predilecto de algunos, ha sido desechado y las opiniones mayormente autorizadas: Werner Konrad Astrick, quien parece haber hecho del caso uno de sus principales motivos de especialización, creó una denominación que en realidad cae dentro de las múltiples modalidades que acusa el trastorno bipolar tipo I, él lo denomina sicosis sicótica de angustia-felicidad, se trataría de una perturbación sicótica (con alucinaciones, mayormente auditivas, que visuales), e igual desorientación. Abrevan en datos no antes obtenidos en las más conocidas biografías existentes. La de Irving Stone es la más popular, varias veces reditada, peca de excesivo romanticismo y algunas invenciones y sin embargo es válida, el famoso estudio de Karl Jaspers es valiosísimo, pero su inclinación por un diagnóstico de esquizofrenia casa mal con los síntomas descritos por el propio Vincent en sus cartas, reveladoras de absoluta conciencia respecto de su enfermedad, a lo que experimentaba durante lo que él y otros denominaban ataques, o crisis e igual su sentir en estados de plena serenidad: Durante las crisis, creo que lo que me sucede es real… “estoy en un verdadero furor de trabajo… Casi he caído en la locura de Hugo van der Goes” (pintor unánimente calificado de loco y autor del famosísimo tríptico Portinari).

Eso me ha llamado la atención, porque de su cuadro La muerte de la virgen (Gante), se ha dicho que depara irrefrenable animación expresiva de los personajes. Ofrece una composición ligeramente atípica, y nada de irrefrenable, pero sabemos que Van der Goes estuvo recluido e intentó suicidarse en 1480, murió dos años después. Van Gogh pudo haber analogado, de algún modo, su genealogía con otro pintor de escuela nórdica y eso es todo, porque la pintura de Van Gogh calificada de poseer un fluido magnético extraordinario tiene una de sus etapas denominémosle mayormente logradas y avanzadas durante la estancia prolongada en Saint Remy. Él mismo dijo que allí podía dedicarse todo el tiempo que quisiera a pintar, sin restricciones ni interrupciones de visitantes, además sin excesos de ajenjo (sí sabemos que consumía ajenjo, igual que Toulousse Lautrec y otros) no estaba solo, veía a otros dijo que como él o peores”. Quería hacer, hacer y hacer, ¿qué?, cuadros y más cuadros, con frecuencia (eso es consabido) repetía temas para que el cuadro saliera cada vez mejor.

No tuvo el menor interés ni se molestó en vender algo, pero se puso contento cuando Theo vendió un cuadro. Las crisis o ataques empezaban siempre con falta de sueño, se le administraba alcanfor, a veces en dosis altas. Pasada la crisis tendía a no recordarla; uno de sus médicos observó: Después de esa crisis se recuperó rápidamente. Él, en cambio, dejó dicho: Fui y sigo siendo terriblemente melancólico.

El corte en la oreja tiene un origen taurino, pues asistía a las corridas en Arlés y el torero ofrendaba a su dama una oreja (él ofrendó a la prostituta una carnosidad sanguinolenta del lóbulo izquierdo). Pero su obra parece escapar a todo análisis científico o clínico, aunque en menor medida que las cartas, sí puede proporcionar algunos índices sicológicos y eso es todo. Su pintura no era loca (pese a que Cézanne así la calificó), sino extrapolada de su momento, precursora de modalidades posteriores. ¿Eso lo generó la enfermedad? No, ésta no genera nada, lo generó Van Gogh afectado por una irrefrenable y, si se quiere, pática (de pathos) necesidad expresiva.