Opinión
Ver día anteriorMartes 18 de agosto de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una cuerda floja
M

orena está avanzando, pero lo está haciendo en una cuerda floja. Debajo de la cuerda, tierra que parece firme, es en realidad un campo minado. Los riesgos de Morena son inmensos, y crecerán a la par de sus avances. Los muchos oficiantes de las políticas neoliberales, es decir, el resto de los partidos políticos, pueden confluir oportunamente en ese punto: eliminar a los morenos, con todo: recursos de los contribuyentes, televisoras, trampas sinfín, violación reiterada de la legalidad comicial, represión selectiva.

No hay que dudar que Washington estará presto para apoyar por todos los medios esa por ahora hipotética pero más que posible santa alianza en defensa de las políticas neoliberales.

La cuerda floja siempre es oscilante, como si tiritara. Y ese equilibrio fuertemente inestable, se acentúa con los pasos erróneos que pueda dar Morena en cualquier momento. Este partido acaba de dar uno de esos pasos de altísimo riesgo con su propuesta de alianza con la CNTE. Morena ha comenzado un dilatadísimo camino electoral, y pareciera que no ha medido cuál es la posición de los electores frente a los profesores disidentes. No puedo imaginar cuántos votos se ha restado ya Morena con el anuncio de su ambigua alianza.

Las dirigencias del históricamente archicorrupto SNTE son una de las creaciones monstruosas de los gobiernos priístas. Los disidentes del SNTE han alcanzado la misma índole del SNTE, aunque lo han hecho principalmente frente a los gobernadores estatales –con modo y alcances distintos–, desde que se llevó a cabo la descentralización educativa.

La descentralización la inició Miguel de la Madrid como resultado del agotamiento del modelo de ges­tión centralizada. El país vivía una situación de crisis profunda, la peor del siglo con cero por ciento de crecimiento en ese sexenio. La descentralización parecía una opción para reconocer los gravísimos problemas de la administración y la gestión pública. Pero, al es­tilo subdesarrollado, lo que se hizo fue crear unos virreinatos estatales. Unos más fuertes que otros. Ni qué decir que las entidades federativas con mayor de­bilidad y con mayor retraso económico y social, incluyendo a los gobiernos, son y siguen siendo los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Las instituciones del Estado nacional son ahí verdaderamente famélicas, no se diga las locales. Donde no hay instituciones que regulen adecuadamente la vida social, los individuos organizarán su vida como puedan. El cada día se vuelve un sálvese el que pueda. El resultado es caos social, contradicciones agudas, crecientes y complejas. Injusticias de todos los tipos en todos los niveles sociales, mayores que en el resto de las entidades federativas donde están lejísimos del paraíso, pero la vida social alcanza mejores niveles de vida y de regulación.

Me hago cargo de que, por encima de estas diferencias, el crimen organizado por las bandas de forajidos, muchas veces de consuno con los funcionarios públicos, han creado el horror que vive el país entero pero, con todo, las diferencias básicas a las que aludo para esos cuatro estados, están ahí.

La ausencia de las instituciones del Estado crearon ahí las condiciones para el surgimiento de los grupos de autodefensa popular, por ejemplo. La correlación de fuerzas en esas entidades ocurre entre grupos, criminales o no, pero al margen de la vida institucional. Ese terreno creó la fertilidad que dio a la luz grupos como la CNTE. Ellos mismos lo definen claramente (véase su página web): “La CNTE es una organización de masas conformada por los trabajadores de la educación democráticos del país, independientemente de la burguesía y su Estado, del charrismo sindical y de cualquier organismo político, es decir, no es propiedad de nadie más que de los propios trabajadores de la educación”. Las instituciones del Estado no otorgan el derecho a nadie de organizarse como la CNTE lo ha hecho, pero, repitamos, tales instituciones no existen ni están ahí para impedirlo. Sus acciones ocurren al margen de la estructura jurídica del país. Lo único que hacen los gobernadores es negociar con tales grupos, y ese es otro terreno que los políticos mexicanos no saben manejar más que con dinero. Problema político que en México se pueda arreglar con dinero, sale barato, dice una de las más cínicas a la vez que apreciadas máximas del comportamiento de los políticos mexicanos. Nada de extraño tiene que el Ieepo de Oaxaca fue manejado por la CNTE fuera de la institucionalidad jurídica del país.

Todo ocurre como si Morena no supiera cuál es la imagen política que la CNTE tiene frente al conjunto de los ciudadanos del país, que el propio partido estará buscando en un par de años. Cuántos enemigos de Morena dirán y escribirán que el espíritu real de Morena es el mismo que el de la CNTE: ganarle espacio de poder al gobierno constituido por fuera de las instituciones. Eso es lo que intentarán hacer los demás partidos políticos con Morena y, por supuesto, nos recordarán una y otra vez el arrebato de Andrés Manuel gritando: ¡Al diablo con las instituciones!

Con el haraquiri que desde hace tiempo viene haciéndose el PRD, lo previsible es verlo caminar, tal vez lentamente, hacia su tumba política. La firma del Pacto por México fue un hecho contra sí mismo, y la lucha no fratricida sino de auténticas tribus por el poder del partido fue eso: el haraquiri. Este hecho amplía las posibilidades de Morena; su alianza con la CNTE las adelgaza.