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Haber obtenido el honoris causa por la UNAM aumenta mi responsabilidad

Compromiso humanitario, requisito para ser médico, señala el doctor Kershenobich

Pese a sus múltiples necesidades, el sistema nacional de salud es pilar en la atención de millones

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David Kershenobich, médico cirujano por la UNAM y especialista en hepatología por el Royal Free Hospital de Londres, durante la entrevista con La Jornada en sus oficinas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en la ciudad de MéxicoFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Miércoles 19 de agosto de 2015, p. 37

El doctor David Kershenobich es enfático: si un joven elige el estudio y la práctica de la medicina no sólo debe hacerlo por sentirse atraído hacia esa profesión, sino que debe tener un hondo compromiso con esta labor humanitaria.

Recién investido con el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Kershenobich se dice emocionado por haber sido reconocido con el máximo grado académico que otorga la casa de estudios, su alma máter, pero a la vez implicará más responsabilidad en el ejercicio de mis actividades cotidianas.

Médico cirujano por la Facultad de Medicina de la UNAM, especialista en hepatología por el Royal Free Hospital de Londres y doctor en medicina por la Universidad de Londres, Kershenobich reconoce en entrevista con La Jornada que el sistema nacional de salud enfrenta muchas necesidades que se deben subsanar.

Sin embargo, subraya, pese a esas problemáticas, la salud pública mexicana ha sido el pilar en la atención a millones de enfermos y ha mejorado las condiciones de vida de la población.

Para sustentar esa afirmación enumera varios ejemplos: actualmente estamos trasplantando al año 50 pacientes de hígado, 80 de riñón y algunos más de médula ósea; no veo en qué otro espacio que no sea la medicina pública se pueda lograr esto. Las instituciones de salud también han elevado en forma considerable la sobrevida de los mexicanos, a una media de 70 a 75 años, además de que dos de los programas de mayor impacto en el país son el de vacunación y el control de las infecciones diarreicas en niños. Son logros significativos que a veces damos por hecho porque ya suceden, pero habría que compararlos con lo que pasaba hace 30 años.

David Kershenobich actualmente es director del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, de la Secretaría de Salud; recuerda que mientras estudiaba el primer año de preparatoria aún dudaba si dedicarse a la medicina o al derecho, pero fueron varias prácticas de campo que realizó un año después, sobre todo una para vacunar pollos en una localidad cercana a Tampico, Tamaulipas, las que lo hicieron inclinarse por la primera.

La formación no fue sencilla, señala, pero su pasión y compromiso por la profesión lo llevaron a graduarse como médico general. En ese sentido, brinda varios consejos a los jóvenes que desean dedicarse a esta labor: que no sólo les guste, deben tener un compromiso con la profesión.

La práctica médica, agrega, requiere actualización constante, debido a que cada siete años el conocimiento de la salud se renueva. Otro elemento es que estos profesionales tienen sus propios horarios: un médico no puede estar en medio de una labor de parto, cumplir sus ocho horas de jornada laboral y retirarse. Sobre todo, los doctores deben desarrollar un amplio sentido de la intuición.

Académico e investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM, Kershenobich destaca la necesidad de seguir en contacto permanente con los jóvenes. La ciencia lo ha demostrado, si uno se junta con gente joven tarda más en envejecer. Definitivamente el contacto con los estudiantes es muy importante porque tienen nuevas ideas e inquietudes. Si uno logra mezclar eso con su experiencia, va aprendiendo a la vez que va enseñando. Esa es una parte vital en el proceso de la práctica de la medicina.

Fundador de la primera clínica del hígado

Hace varias décadas, el médico universitario fundó, junto con sus maestros Luis Guevara González y Enrique Wolpert, la primera clínica del hígado en el país, en la cual se han formado la mayor parte de los hepatólogos en México. Pero más que verlo como un logro, de manera modesta Kershenobich apunta que la instalación de esa clínica se dio por la coyuntura.

Como hepatólogo, define el hígado como el gran laboratorio del cuerpo, pues en éste se realizan las funciones de metabolismo, síntesis y degradación que mantienen el organismo en equilibrio.

Los factores de riesgo que afectan este órgano son el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, el abuso de medicamentos hepatotóxicos y la exposición a agentes virales que se pueden contagiar por medio de transfusiones sanguíneas, tatuajes realizados en lugares de riesgo y el uso de drogas intravenosas.

Sobre los retos médicos y científicos para el cuidado del hígado, señala en particular la necesidad de comprender el papel que juega este órgano para metabolizar las grasas, sobre todo ante la epidemia de obesidad y diabetes que vive el país. Si uno pudiera entender bien ese metabolismo incidiría directamente en el manejo de esas enfermedades.

Otros dos elementos de estudio en esta área son la eliminación de algunas formas de hepatitis, particularmente la B y la C, así como la atención de la cirrosis hepática.

Desde su perspectiva, es necesario seguir formando médicos con gran calidad, pero donde se debe poner especial énfasis es en la formación y revaloración de médicos generales. Necesitamos especialistas, pero los generales son fundamentales. Cuando hablo de su formación hablo de reconocerlos, de darles su lugar y resaltar su significancia.