Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 23 de agosto de 2015 Num: 1068

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El regreso a España
de Max Aub

Yolanda Rinaldi

Hiroshima
Sylvia Tirado Bazán

Fidelidad al plural
Valerio Magrelli

Quimera o vida:
Nerval y Dumas

Vilma Fuentes

Flannery O’Connor: la
parábola y la escritura

Edgar Aguilar

El nacimiento del
melodrama y la
muerte de la tragedia

Gustavo Ogarrio

El viandante
y los escritores

Jorge Bustamante García

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

El cine-kleenex

Más que funcionar por sí misma, la cinta Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando (México, 2015), bien puede fungir como muestra de cierto cine mexicano cuyo claro afán, de suyo loable pero de cualquier manera jamás del todo conseguido, es la muy pedregosa conquista de la taquilla. Protagonizado por Cecilia Suárez y Luis Gerardo Méndez, se trata del tercer largometraje de ficción dirigido y escrito por el mexicano Manuel Caro, nacido en la ciudad de Guadalajara hace tres décadas y que prefiere ser llamado Manolo. Antes de ésta, el tapatío dirigió Amor de mis amores y No sé si cortarme las venas o dejármelas largas, ambas el año pasado. Previamente, Caro había realizado tres cortometrajes, de  los cuales el más conocido se titula Gente bien... atascada, en 2007. En el ínter, este desertor de la carrera de arquitectura en el Tecnológico de Monterrey se convirtió en creativo publicitario y, eventualmente, en empleado de Televisa, que lo contrató para la maquila de algo que llaman web serie, es decir, una historia dividida en una decena o poco más de capítulos, cuya salida no será en televisión abierta ni restringida, sino en internet.

Ni todos ni siempre

Hay pruebas concretas de que la cinematografía mexicana se ha beneficiado de la incursión de realizadores con un perfil similar al de Caro, es decir, que en algún momento han trabajado, o siguen haciéndolo, en el medio publicitario, así como en la televisión. De hecho, no son pocos los directores cinematográficos que en buena medida obtienen de esas fuentes la mayor parte de sus ingresos económicos –o lo que es lo mismo, que no ganan haciendo cine lo que necesitarían para vivir–, alternando una y otra vías creativas. Pero si bien dicha promiscuidad mediática ha podido generar casos afortunados, como innegablemente es el del paradigmático Alejandro González Iñárritu, por señalar sólo un ejemplo, eso desde luego no significa que suceda lo mismo de manera invariable. En otras palabras, no todos los que primero han sido directores de cine salen indemnes –algunos más bien ya nunca salen– del chapuzón televisivo-publicitario, del mismo modo que no todos los otrora publicistas y maquileros televisivos tienen la capacidad de tomar de esos ámbitos la nuez y desechar la escoria. Añádase lo que Caro sostuvo en una entrevista que le hizo la revista Quién; en la que, según dice, estudió “en Madrid con Juan Carlos Corazza. Hice el seminario de profesionales y me dejó entrar como oyente”; asimismo, informa que “me especialicé en la dirección de actores”.

El conflicto sin problema (y al revés)

Se hace el recuento de la breve, aunque mediáticamente algo sonada, trayectoria de Caro, así como de sus antecedentes y/o “credenciales” fílmicas, para entender mejor dos cuestiones arriba mencionadas: la primera, que Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando sea tan evidentemente un filme cuyo propósito fundamental, si no único, consiste en convertirse en éxito de taquilla, y la segunda, que de los ámbitos de la realización televisiva y comercial pueden emanar lo mismo maná que miasma.

Si se toman filme y autor como muestras de análisis, se concluye que la combinación puede ser letal: el que no se desembaraza de los más típicos vicios, tanto de concepción como de realización, que son santo y seña de la televisión y la publicidad, sencillamente los traslada de manera directa y absoluta al cine que luego quiere hacer. Así se vio en No sé si cortarme las venas... y así se ve en Elvira, te daría... –cuyos títulos, por cierto, poco favor le hacen a los filmes, por estorbosamente largos y fallidamente “chistosos”.

Algo similar sucede en sus anteriores filmes, pero hablando particularmente del más reciente, da la impresión de que a Caro le parece que la vida es como se ve en los anuncios publicitarios y en las series de televisión mexicanas, llamadas o no telenovelas: sin importar si se trata de penurias económicas, abandonos familiares o crisis existenciales... cualquier cosa que pudiera significar un conflicto, en el fondo pareciera cualquier cosa menos eso, un problema, puesto que su solución se presenta tan sencilla como superficial fue el planteamiento de principio a fin.

Entre el epitelio narrativo y dramático, el chiste que se pretende socarrón desde los títulos y un despilfarro histriónico digno de historias mejores por contar y contadas de mejor manera, Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando sólo abona a ese cine-kleenex, nacional y sobre todo extranjero, del que suele padecerse de más en cartelera.