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Bajo la lupa

¡Teatro del absurdo!: un mundo sin agua, según Der Spiegel

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A la espera del agua, en El Mirador, delegación Gustavo A. Madero. Imagen de archivoFoto Roberto García Ortiz
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a influyente revista alemana Der Spiegel consagra una extensa investigación de seis reporteros sobre “Un mundo sin agua (Welt ohne wasser; http://goo.gl/vUQF7V)” y El peligroso mal uso de nuestro recurso más valioso, en cinco países: Brasil, España, EU (California), Bolivia e Israel (http://goo.gl/v5kbJs).

Inician su estrujante reportaje sobre el drama de California, que ya abordé su simbólica sequía como presagio de “la crisis mundial del agua que viene (http://goo.gl/JvDXK0)”.

Arguyen que la Tierra puede ser un planeta azul visto desde el espacio, pero que sólo 2.5 por ciento de su agua es fresca (¡supersic!) y es dilapidada, contaminada y envenenada (sic) con su distribución horriblemente (sic) injusta.

Setenta por ciento de la superficie de la Tierra es agua, cuya mayor parte es salada: 97.5 por ciento, en mares y océanos. El restante 2.5 por ciento es agua dulce/fresca, pero su 69.7 por ciento está congelada (polos y glaciares), 30 por ciento es subterránea y sólo 0.3 por ciento se encuentra en ríos y lagos (http://goo.gl/ExZboc). La exigua agua fresca/dulce es la que ha permitido la vida en la biósfera.

Los seis reporteros aducen que la población mundial casi se ha triplicado desde 1950, mientras el consumo del agua se ha incrementado seis veces, lo cual ha empeorado, ya que el género humano cambia el clima del planeta con emisiones de gas invernadero, que sólo exacerba las injusticias.

La escasez del recurso versa sobre las personas que sufren de sed (¡supersic!): casi mil millones son forzadas (sic) a beber agua contaminada, mientras otras 2 mil 300 millones padecen su carencia.

Sin caer en un insano neomalthusianismo acuífero, a lo que subtienden los autores, se recuerda que la población mundial es hoy de más de 7 mil 256 millones.

Preguntan: ¿Cómo administraremos alimentar más personas con menos agua?

A mi juicio, se trata de una pésima asignación de recursos, trágico en el caso del agua en su totalidad –aunque su mayor proporción sea salada–, lo cual es un reflejo más de la desigualdad global del neoliberalismo en lo que incumbe a los recursos finitos, cuyo epítome lo constituye la lacerante disparidad mundial en todos sus rubros.

Una solución samaritana global consistiría en desalinizar el agua en forma gradual y racional, sin caer en las enfermizas cuan oligopólicas leyes del mercado con naipes marcados.

Colocan una gráfica del World Resource Institute (http://goo.gl/e5cK7B que exhibe la escasez del líquido y basa su índice del riesgo del agua en 12 indicadores ponderados, como asequibilidad, extracción y consumo, pero también en componentes hidrológicos, como la cantidad total de agua fresca accesible, tamaño de captación, tasas de escurrimiento y tasas de renovación de aguas de superficie, de lo que surge un axioma: si más agua es extraída de lo que es asequible o en forma más rápida a su sustitución, para necesidades humanas, se vuelve un recurso escaso en el que compiten las personas, la agricultura y la industria.

Aportan otra gráfica sobre el agua usada en alimentos y bebidas: desde una copa de vino (109 litros) hasta un kilogramo de res (15 mil 500 litros; http://goo.gl/gYQDr5).

Citan al filósofo y matemático presocrático Tales de Mileto –uno de los Siete Sabios de Grecia– que ya en el siglo VI a. C. consideró al agua como el principio primario de todas las cosas, lo cual fue alabado por Aristóteles.

Para el genial Tales de Mileto el agua es el arché: el origen, la fuente de la vida misma.

Los seis de marras consideran que el agua se ha vuelto el negocio de las trasnacionales globales y es dilapidada en una escala gigantesca (sic) para obtener ganancias y preguntan si el agua es una propiedad pública y un derecho humano (definido como tal por la ONU en 2010), o bien es ultimadamente una materia prima, un bien de consumo y una inversión financiera.

A mi juicio, tal bizantina discusión metafísica y/o financierista, entre los proponentes del bien común biosférico y los misántropos neoliberales, puede matar de sed a casi la mitad de los humanos by the time being.

Informan que en el Foro Económico Mundial de Davos, la plutocracia neoliberal global seleccionó a la crisis de agua como el mayor de los 28 riesgos globales.

Comentan que “en ningún lugar donde más privatizaciones y alianzas estratégicas (joint venture) con los proveedores del sector privado están siendo revertidas como en Europa, incluyendo Alemania”.

En Stuttgart, sexta ciudad alemana, una iniciativa de los ciudadanos en 2013 obligó a la alcaldía a recomprar (¡supersic!) las acciones de un proveedor privado de agua” y en 2014, la autoridad estatal detectó que los precios del recurso eran demasiado altos y ordenó su reducción en 30 por ciento (¡supersic!).

En Berlín, donde las operaciones de agua fueron parcialmente privatizadas en 1999, los precios se elevaron 28 por ciento después del periodo estipulado de tres años de gracia, mientras las inversiones para preservar la infraestructura fueron reducidas en más de la cuarta parte, lo que orilló a que los ciudadanos lanzaran la iniciativa de un referendo.

En forma inconcebible para una ciudad tan civilizada como Berlín, se había otorgado a dos empresas privatizadoras, RWE y Veolia, un retorno garantizado (¡supersic!) por 30 años.

El ultraje ciudadano orilló en 2012 a que la Oficina del Cartel (sic) Federal reglamentara que los precios del agua tenían que ser reducidos 18 por ciento.

Gracias a la presión ciudadana, la ciudad de Berlín recompró (sic) sus acciones a las empresas privatizadoras. Que conste que Alemania es la principal geoeconomía de la Unión Europea.

Perogrullada global: los ciudadanos conscientes son quienes mejor defienden su derecho a la vida.

En paralelo, más de 1.5 millones de ciudadanos firmaron una petición para el libre acceso al agua que obligó a la Comisión Europea en 2012 a remover la directiva de incluir al agua en sus concesiones, que hubiera abierto la puerta a los proveedores privados de agua en varios lugares de Europa.

Sentencian que la oposición popular a las privatizaciones es probablemente la más vehemente y emotiva en el caso del agua y afirman que la percepción general es que el más elemental de todos los bienes no puede ser dejado a las fuerzas del mercado, que solamente están encaminadas a obtener ganancias. Les faltó agregar que tales privatizaciones barbáricas son concretadas sin tomar en cuenta el daño que ejercen en la mayoría de las poblaciones carentes de recursos pecuniarios para saciar la sed.

Una crítica feroz contra la privatización barbárica del agua –que en el México neoliberal itamita lo epitomiza la fétida cuan corrupta “ley Korenfeld (http://goo.gl/fhuPLL)”– radica en que las empresas privadas de agua seguido capturan en forma gratuita (¡supersic!) acueductos, estaciones de bombeo, represas que usan con poco costo para luego dictar (sic) los precios cuando la expectativa, de que a cambio desarrollen infraestructura, ha sido raramente cumplida.

La privatización financierista del agua forma parte del teatro del absurdo: manicomio paroxístico de incongruencias e ­incoherencias.

Privatizar el agua es privatizar la vida: suprema neoesclavitud del neoliberalismo.

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