Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 30 de agosto de 2015 Num: 1069

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Hablar sobre
Pedro Páramo

Guillermo Samperio

Instantánea
Marcos García Caballero

Kati Horna, vanguardia
y teatralización

Adriana Cortés Koloffon entrevista
con José Antonio Rodríguez

Asbesto: un
asesino en casa

Fabrizio Lorusso

Uno más de
esos demonios

Edgar Aguilar

¡Gutiérrez Vega, a escena!
Francisco Hernández

Manuel Ahumada,
testimonio y transgresión

Hugo José Suárez

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 
 

entrevista con
José Antonio Rodríguez

Adriana Cortés Koloffon


Imágenes: catálogo Kati Horna © 2005,
RM/Museo Amparo/Jeu de Paume.

Kati Horna abrevó en las vanguardias europeas de los años treinta: la escuela de la Bauhaus, el surrealismo, la nueva objetividad alemana, el constructivismo ruso. A fines de 2013, el Museo Amparo de Puebla le rindió un homenaje con una exposición integrada por más de ciento cincuenta fotografías, muchas de ellas inéditas. La fotógrafa húngara retrató la Guerra civil española, los cafés y el mercado de pulgas del París de los años treinta. En 1939 llegó a México con su esposo, el artista andaluz José Horna, donde permaneció el resto de su vida y conoció a Leonora Carrington, Remedios Varo, Alfonso Reyes y Elena Poniatowska, entre otros artistas e intelectuales. La muestra, integrada asimismo por las imágenes captadas en nuestro país, se exhibió posteriormente en el Museo Jeu de Paume, en París, y en el marco de Monterrey. El catálogo de la exposición, coeditado por RM y los Museos Amparo y Jeu de Paume contiene ensayos de reconocidos críticos mexicanos, españoles y franceses: Jean-François Chevrier, Estrella de Diego, Norah Horna, Juan Manuel Bonet, además de los curadores: Ángeles Alonso Espinosa y José Antonio Rodríguez, quien afirma que uno de sus amigos apodaba a Kati Horna “la fotógrafa de los huevos” quizá porque logró publicar en 1937 en un diario alemán “una serie fotográfica de un montaje con huevos que hacía una crítica mordaz a Hitler” o porque retrató a los soldados en la Guerra civil española dentro de las trincheras; eso “la hace una mujer singular”, asegura el crítico, profesor de historia de la fotografía en México en el postgrado de la UNAM y autor, entre otros libros, de Agustín Jiménez: memorias de la vanguardia; Nacho López, ideas y visualidad; Fotógrafas en México, 1872-1960, y curador de decenas de exposiciones para museos y galerías nacionales y extranjeras.

–¿Cuál fue la aportación de Kati Horna a la técnica de la fotografía?

–Creo que ella innovó muchas cosas. La década de los sesenta es muy poco estudiada en nuestra historia de la fotografía. Hay dos o tres fotógrafos de esa década que experimentaron. En la revista Snob experimentó en la escenificación. Le pedía a alguna amiga que hiciera puestas en escena. Teatralizó imágenes. Creo que hay muchas obras de Kati Horna que te permiten vislumbrar ciertas cosas. Uno desconoce el antes y el después de la escena que ella ha captado. En la década de los sesenta, particularmente ella crea circunstancias enigmáticas para sorprender al espectador.

–¿Qué piensa sobre su serie Hitlerei?

–Hace un montaje con huevos. Es una serie muy interesante, una de sus grandes obras, que hizo en 1937 y publicó en un diario alemán. Nadie escenificaba con objetos, salvo las corrientes vanguaristas. Ella construía historias con huevos, papas y zanahorias. Hitlerei es una crítica muy dura, sarcástica a Hitler. En la serie uno ve cómo primero surge un tímido Hitler en forma de huevo y después cómo lo aplastan. Lo maravilloso de esto es que lo publicó en un diario alemán en 1937, uno de los grandes períodos de poder de Hitler. No fue censurada. En 1939, como judía ortodoxa que era, tuvo que salir vía España hacia México.

–¿Qué opina acerca de su reportaje fotográfico sobre el que fuera el manicomio La Castañeda?

–Aparece en la revista Nosotros en 1944. Es muy significativo que una fotografía con un personaje a quien ella retrató siempre estaba junto a ella en su casa. Le puso por título El iluminado. Ella le preguntaba a su discípula, Flor Garduño, quien hace cuestiones espectaculares sobre el exotismo latinoamericano, como Sebastião Salgado: “¿Por qué fotografías permanentemente a indígenas?” Esa era una posición crítica.

–Elena Poniatowska dice que se mataba de trabajo.

–Fue fotógrafa esencial de la revista Nosotros, de los años cuarenta, importantísima, de la que poco se ha escrito. Incluso en revistas banales, portadas de fotonovelas de los años sesenta, porque ella sí vivía de su trabajo. Al final de su vida vivió de dar clases en San Carlos. También hay otro período importantísimo de Kati Horna: fotografió a la gran burguesía mexicana de los años cuarenta, cincuenta y sesenta en su vida cotidiana, en sus fiestas; es un material que no se conoce. Yo creo que eran trabajos particulares que no publicó.

–¿Podría establecerse un vínculo entre Sebastião Salgado y Kati Horna?

–Salgado atiende al espectáculo. Horna es muy sensible al entorno humano sin espectacularidades. Fotografía la cotidianidad de los soldados de la República incluso afeitándose, conviviendo con ellos; eso hace a una fotógrafa muy cercana al entorno humano, siempre permeada por la mirada vanguardista.

–¿Cuál era su método de trabajo?

–Kati Horna sólo dio dos entrevistas en su vida. No sabemos bien cómo pensaba. En alguna ocasión la entrevistaron en televisión y es uno de los pocos documentos que tenemos para entenderla. Otro testimonio fue para una revista de arquitectura, donde habla sobre cómo se acerca el fotógrafo a la arquitectura. El de televisión nos deja ver muchas cosas, una de ellas es que no le gustaba mostrar el deterioro humano ni físico de los entornos.

–¿También trabajó el collage?

–Lo paradójico con Kati Horna es que transformaba las imágenes. Admiraba mucho a Cartier Bresson, quien era muy respetuoso de la imagen, del encuadre, de la composición. Era un ortodoxo de la fotografía. Seguramente lo conoció, aunque no lo sabemos. Ella hacía fotografías en triángulo o imprimía el negativo y así lo publicaba, es decir, la imagen invertida porque tenía también la libertad de publicar sus imágenes como ella quería.

–¿Encuentra puntos de contacto entre su obra y la de Leonora Carrington?

–En la entrevista para televisión, Horna decía que su obra no tenía nada que ver con la de sus amigas. Dice que sabía de las reuniones de André Breton en un café de París, pero que ella no acudía. Lo dice expresamente: “Leonora Carrington, Remedios Varo, Benjamín Peret son mis amigos pero no tengo afinidad con sus ideas estéticas.” Aunque respetando su opinión, me parece que en su obra se perciben trazos surrealistas.