Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 30 de agosto de 2015 Num: 1069

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Hablar sobre
Pedro Páramo

Guillermo Samperio

Instantánea
Marcos García Caballero

Kati Horna, vanguardia
y teatralización

Adriana Cortés Koloffon entrevista
con José Antonio Rodríguez

Asbesto: un
asesino en casa

Fabrizio Lorusso

Uno más de
esos demonios

Edgar Aguilar

¡Gutiérrez Vega, a escena!
Francisco Hernández

Manuel Ahumada,
testimonio y transgresión

Hugo José Suárez

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Todd Clouser, Señor Mandril y el Buena Vista

No sólo es un espléndido compositor, guitarrista, cantante y entertainer. Todd Clouser es, además, un incansable generador de proyectos que contribuyen a mejorar la vida musical de México. Graduado en el Berklee College of Music de Boston, este estadunidense de treinta y cinco años vino a enamorarse de nuestro país cuando visitó las que serían sus residencias: San José del Cabo y el DF. Colaborador de músicos notables de la escena neoyorquina (John Medeski y Billy Martin, verbigracia), Todd ha fungido como puente entre dos países, impulsando intercambios y giras recíprocas en las que se ven beneficiados numerosos artistas, pero sobre todo melómanos. Hace meses escribimos unas líneas sobre su último proyecto, A Love Electric, power trío de blues-jazz-rock con el que ha girado extensamente en América y Europa. Hoy, empero, nuestra motivación es diferente.

Fuimos a verlo tocar al Foro del Tejedor del Péndulo Roma (allí donde el incansable Esteban Amozurrutia trabaja programando y haciendo el audio). Nos intrigaba su nueva propuesta: Chant. Un ejercicio lúdico y ligero que intenta desacralizar la idea del “espectáculo”, del show que distingue, que divide a quienes habitan el escenario de quienes escuchan pasivamente conformando la “audiencia”, el “público”. Digamos que Clouser vuelve a dos tesis antiguas, fundamentales para que la música sea argamasa social. Primera: las canciones deben generarse en ambientes múltiples, independientemente de si la ejecutan profesionales o no. Segunda: hay que cuestionar la idea del silencio, del respeto frente a ellas.

Las trece piezas (o experiencias sónicas) del disco, según se explica en sus textos, surgieron a guitarra y armonio para luego recibir baterías y otros instrumentos, todos operando alrededor de coros integrados por cantantes con o sin experiencia, casi siempre alterados vía efectos reverberantes. La más larga dura apenas 3 minutos y 40 segundos. La más corta, 1 con 38. Hablamos de breves invocaciones a la conjunción grupal, a veces alegre, a veces instrospectiva, a veces perturbadora mas siempre dispuesta a dejarse guiar por este chamán de guitarra y sombrero.

Hay coqueteos con el mundo negro (de los spirituals al dub pasando por África), pero también acentos de experimentación contemporánea. Lo que se distingue de sus letras es literatura inteligente, política y surrealista. Porque –cosa curiosa, lectora, lector de este domingo– pese a que Chant está dedicado a la voz y a tener numerosos cantantes invitados, su expresión final es un murmullo onírico convertido en espirales de humo. Nos gusta mucho.

Producto de una beca de Conaculta/Fonca, por otro lado, el quinto disco en estudio del Señor Mandril (La especie del ojo funky), es un signo de madurez definitivo. Su portada luce magnífica. En ella se observa a un mandril de tres ojos en plan hinduista, a cargo del ilustrador digital Ozzo Ozzbourne. Y aunque siempre han sido buenos en lo que hacen –esa suerte de jazz-funk con toques de rock y electrónica–, está claro que hoy suenan mejor y que tras diez años de existencia, con hartas experiencias en el continente, han sabido depurar su discurso e instrumentación. Bajo, batería, teclados, flauta, saxo, trompeta y percusiones son los elementos con que invitan al baile y el trance ligero en diez tracks, mismos en los que repiten bloques de lego sin sorpresa; grooves de confianza vigorizante, muy al estilo Mandril. Búsquelo y sonría.

Finalmente, un colofón cubano. Cachaíto, Rubén González, Ibrahim Ferrer, Compay Segundo, Puntillita… Todos muertos, fueron parte del mítico Buena Vista Social Club, grupo de época que transformara la industria del folclor; a una melomanía sedienta de apoyo en la credibilidad, la justicia y el respeto a las viejas tradiciones. Todos tuvieron sus propios discos y giraron por el mundo cosechando lo que en su juventud y madurez parecía imposible. Todos, al lado de quienes siguen vivos (Omara, Eliades, Guajiro, Virgilio, Juan de Marcos), consiguieron el éxito y nos hicieron bailar. Por ello es noticia que World Circuit y Corason saquen un álbum, Joyas encontradas, con rarezas en vivo y en estudio. Es de celebrarse aunque sepamos que no son verdaderos hallazgos sino “el resto”, los remanentes de una obra con lejanos esplendores. ¿Vale la pena? Por supuesto que sí. Son momentos en vivo y en estudio para atesorarse melancólicamente, pese a su falta de unidad y fallas de producción. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.