Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 30 de agosto de 2015 Num: 1069

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Hablar sobre
Pedro Páramo

Guillermo Samperio

Instantánea
Marcos García Caballero

Kati Horna, vanguardia
y teatralización

Adriana Cortés Koloffon entrevista
con José Antonio Rodríguez

Asbesto: un
asesino en casa

Fabrizio Lorusso

Uno más de
esos demonios

Edgar Aguilar

¡Gutiérrez Vega, a escena!
Francisco Hernández

Manuel Ahumada,
testimonio y transgresión

Hugo José Suárez

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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Twitter: @JorgeMoch

Discúlpate. Y vete

Acá en Impunelandia la vida se vive a todo tren. Se puede ser lo mismo juez que parte. O mejor: en Impunelandia un político indiciado o bajo sospecha puede arrogarse el derecho de nombrar a quien lo investigue y de paso dictarle la investigación. Que lo exonere, claro. Algunos, que nos hemos vuelto muy cínicos porque solamente abrazando el escepticismo podemos lidiar con la frustración que nace ante tanto criminal impune y tanta pública burla a la más elemental decencia, en realidad ya no creemos ni en los individuos ni en las leyes y mucho menos en las instituciones a las que también terminamos mandando al diablo.

No se nos malinterprete: la mayoría somos gente pacífica y más o menos trabajadora, que vamos por allí tratando de vivir lo mejor que se pueda con lo que se tenga. Pero francamente estamos hartos de solamente dar y no recibir a cambio más que promesas incumplidas, prepotencia, amiguismos y vergonzosas exhibiciones de estupidez, ineptitud, nepotismo y sobre todo corrupción, una corrupción invasiva, latente, terriblemente arraigada en la idiosincrasia del mexicano, al grado de ya no sorprendernos cuando aparece su jeta en prácticamente todos los estamentos de la vida pública. Estamos cansados de pagar y pagar impuestos sin que haya reciprocidad verdadera: las carreteras muchas veces están en condiciones deplorables a pesar de lo mucho que pagamos en sus casetas a los concesionarios abusivos; los hospitales del Estado, que deberían ser primera línea de atención, tecnología y disponibilidad absoluta de personal e insumos, son a veces simples morideros donde no hay ni gasas limpias siquiera. Pagamos hidrocarburos carísimos y hemos perdido nuestro lugar preponderante como productores y procesadores de petróleo gracias a la fiebre privatizadora del grupúsculo de traidores que dice gobernar este país, pero lleva décadas dedicado a desmantelar el Estado tutelar para entregarlo a sus cuates, empresarios voraces, y a empresas trasnacionales pagadoras de jugosas comisiones por traicionar a la patria y conseguir además un trabajo bien pagado para cuando se agote la ubre pública a la que han estado pegados tantos parásitos por demasiado tiempo ya. No hay ferrocarriles mexicanos, ni astilleros donde fabriquemos barcos, ni hay, salvo honrosísimas excepciones que suponen titánicas batallas contra la burocracia indolente e inamovible, la competencia desleal o las simples zancadillas de la envidia, focos importantes de producción de tecnología propia, de mexicana invención. En cambio es abrumadora la proporción de maquiladoras extranjeras contra fábricas mexicanas. Salvo algunas rayas en el agua, no tenemos verdaderas puntas de lanza comerciales mexicanas creando nichos en el mercado internacional: en cambio la balanza comercial nos es desfavorable por mucho: somos importadores consuetudinarios, usuarios de tecnología ajena, copistas.

Así que ver confirmadas las sospechas que muchos albergábamos de que la presunta y muy mediática investigación de la casa blanca de Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto no es motivo de sorpresa sino de fastidio: ya sabíamos que Virgilio Uribe, el titular de la Secretaría de la Función Pública sería un simple patiño, un risueño tonto útil, otro mexicano del sistema que antepone su “lealtad” al papanatas en turno a su obligación de fiscalizar los abusos de los políticos. Pero no, en lugar de exhibir el evidente tráfico de influencias del presidente y su mujer, hizo lo que ya muchos adivinábamos: ponerse de tapete. Ser tapadera. Indigno guiñol.

Y también somos muchos, muchos mexicanos, creo, los que no le aceptamos a Peña la disculpa de utilería con que pretende que demos punto final al muy turbio asunto del proveedor de gobierno que se ha hecho archimillonario con los contratos que ha obtenido del mismo al que le “financió” la mansión de Las Lomas. A otro perro con ese hueso. No es válida la disculpa de un presidente evidentemente corrupto y evidentemente incapaz de ser eso, presidente, sin las muletas de la televisión y la mafia política cuidándole los cuartos traseros.

Disculpa no aceptada. Ahora váyase, señor Peña Nieto. Muchos mexicanos nunca lo creímos capaz de dirigir el país. Pero tampoco creímos que fuera tan cínico y tan transa. Váyase. Excúsese. Salga de escena con algo de recato, con algo parecido a la vergüenza. Váyase. Está usted desgastado, famélico (es inocultable su deterioro físico ya), y sumergido en un valle insondable de descrédito público.

Ya no siga perjudicando a este país.