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Jeremy Deller en el Muca
L

os disociados fragmentos objetuales, receptáculos de la memoria del autor británico se exhiben en el enjundioso espacio universitario. Deller no es tan joven como físicamente parece, tiene unos 50 años y más que artista, él mismo se considera curador de exposiciones y amante de la historia del arte, ya que estudió en el afamado Courtauld Institute de la Universidad de Londres, cuya galería, ahora ubicada en Somerset House, fue antes vecina del Warburg en Bloomsdbury, en la época en la que todavía lo frecuentaba sir Ernst H. Gombrich, quien fue su director.

Aunque de estatura menos que mediana, Deller tiene una faz muy bien construida, ojos inteligentes y un decir directo y sin retruécanos pero no desfachatado. Tal vez si no supiéramos que obtuvo en 2004 el Premio Turner y que en la versión 2013 de la Bienal de Venecia ocupó el muy amplio y visitado pabellón de Inglaterra, no le prestaríamos atención porque al revés que como sucede con William Kentridge, quien ocupó estos mismos espacios, poco sabríamos de él pese a que la actual muestra (pues eso es, una muestra) se exhibió antes en el Centro de Arte Dos de Mayo de Madrid y posteriormene tendrá presencia en Buenos Aires, de modo que las tres instituciones la comparten, como comparten lo que hasta el momento veo como importante contribución: un libro de ensayos que contiene uno de Hal Foster. Más que un catálogo que lleva el siguiente título Jeremy Deller: el ideal infinitamente variable de lo popular cuenta con dos ensayos de Cuauhtémoc Medina, uno de los cuales fue realizado para la exhibición en Madrid y trata de la que hasta ahora y quizá hasta siempre es la más notable obra de Deller: la reactuación (re-enactment) de la huelga minera de 1986 que enfrentó a los sindicatos mineros, a los mineros mismos, entre otros al padre de Deller, con la policía: casi una guerra civil.

La película, según su sentir y el de los expertos, marca el ocaso de una época en Inglaterra, que a través de ese hecho, según pude entender, cambió de tónica en el aspecto de lo que denominamos espectacularidad

La fotografía que muestra a un minero de edad algo avanzada, junto al luchador y figura refulgente de la farándula, el divo Adrian Street, inspiró en buena medida el pormenorizado ensayo de Dawn Ades, quien de alguna manera hace ver que Deller pudo ser músico, fotógrafo, taxidermista, criminólogo, etnógrafo, sociólogo o antropólogo, pues hay rastros de toda estas disciplinas en su quehacer, como en cambio, según él mismo ha declarado a diferentes medios, no se especializa en los métodos que consideramos propios de las artes plásticas, como el dibujo, el modelaje, el claroscuro, el cromatismo, la talla. Pero no porque el título de la muestra incluya el término popular se vale encasillar a Deller en el conglomerado del pop art ni en sus principales íconos que los propios ingleses estuvieron entre los primeros en entregar a la posteridad.

Lo popular en Deller es cotidiano; no es, propiamente hablando, icónico al modo en que lo concibió por ejemplo Lawrence Alloway en un libro cooordinado por Lucy Lippard, o sea la evolución del pop a lo largo del tiempo, como magnificación de elementos del consumismo y la cultura de masas que llegó a integrar una corriente antagónica u opuesta al expresionismo abstracto.

Los retazos memoriosos de Jeremy Deller pueden o no contener carga simbólica, pero no se identifican con el pop, se analogan más bien con la idea de que se es autor artístico sin producir obras de arte.

Deller tampoco se propone como creador de arte público con fines crítico-sociales o políticos (aunque los haya en sus proclamas), sino como difusor de la ambigüedad y amplificador de la confusión reinante, va en contra de la acumulación, capitalista o no, de lo que calificamos de obras de arte.

Fuera de sus proclamas que se presentan debidamente enmarcadas y resaltadas, los objetos que recrean su recámara de adolescente, donde tuvo lugar su primera curaduría, carecen de toda pretensión icónica, pero pueden contar historias o rememorar ídolos pasados.

En ese aspecto guarda alguna afinidad con Andy Warhol, cuantimás que Deller estuvo un tiempo en La Fábrica y declara haber observado sus tácticas y su consabido concepto de la fruición que proporciona un minuto de fama y de aplauso. No es figura que se encuentre en el ámbito del mercado del arte tanto que se sabe que ha puesto a la venta (a un precio sumamente razonable) un conjunto de cinco serigrafías que tienen como tema una happy face, en edición limitada; todas son iguales, pero en diferentes colores fluorescentes. Si el posible cliente compra el lote de las cinco se le proporciona un descuento. Pudiera ser que la edición ya se haya agotado. Es así que se ayuda él mismo a financiar otros proyectos de mayor alcance.

La indudable obra maestra de Deller es la reactuación de la aludida huelga minera que tuvo lugar el 20 de mayo de 1984 en el área de Yorkshire.

La película The Batlle of Ungrave reenacted fue dirigida por Mike Figgis, una de cuyas cintas más conocidas es Adiós a las Vegas. Figgis es de la misma generación que Jeremy y la filmación de la película estuvo a punto de desencadenar una revuelta genuina.