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La flor de la palabra preside la literatura del también traductor, lingüista e historiador

Murió el poeta Víctor de la Cruz, hijo dilecto de los binizaa’ (zapotecas)
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Víctor de la Cruz, en primer plano; a su derecha, Natalia Toledo y Víctor Cata, en imagen de 2010, durante un encuentro de poetas zapotecas en la Casa de la Cultura de JuchitánFoto Diana Manzo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 11 de septiembre de 2015, p. 6

Juchitán, Oax.

La tarde del pasado miércoles Víctor de la Cruz fue cobijado por sus ancentros, los binizaa’ (zapotecas).

El poeta, traductor, investigador, lingüista, historiador e integrante de la Academia Mexicana de la Lengua (AML) murió a la edad de 79 años,

De la Cruz, quien nació en 1946, fue el segundo con grado de doctor del estado de Oaxaca que ocupó una silla en la AML, después del escritor Andrés Henestrosa, también zapoteca.

Sus últimos días los pasó en el municipio de la Ollaga, a la sombra de un enorme árbol y recostado en su hamaca; gustaba de observar el correr de un ojo de agua, manantial donde recreaba su mente para plasmar historias de los pueblos indígenas.

El poeta cursó la licenciatura en derecho y el doctorado en estudios mesoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México.

En 1974 ingresó al Instituto Tecnológico del Istmo como profesor de filosofía, historia y redacción, donde impartió cátedras durante cinco años y en 1979 y 1980 trabajó de docente en el programa de formación profesional de etnolingüistas del Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

La flor de la palabra es la obra más importante de Víctor de la Cruz; ahí recopiló datos a modo de una literatura zapoteca, texto que no sólo ha recorrido el Istmo de Tehuantepec, sino otros países.

Fue asesor de los centros de Investigación y Desarrollo Binnizá AC (zapoteco del Istmo) y del de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), en Oaxaca.

Sus obras científicas y de poesía han sido traducidas al inglés, francés, italiano y alemán. De su narrativa destacan Primera voz (1968), El problema de la validez del derecho (1973), Diidxa’ sti’ Pancho Nácar (1973-1982), y Los niños juegan a la ronda (1974).

Fue uno de los creadores de la revista de mayor trasendencia entre los literatos indígenas zapotecas, Guchachi Reza, la cual se distribuyó en el país.

Múltiples reconocimientos

De la Cruz recibió premios y distinciones, como el Nacional de Ensayo para el Magisterio, el Casa Chata, un reconocimiento al mérito en investigación científica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y el galardón Javier Clavijero.

Entre otras obras de su autoría figuran Cuatro elegías, Dos que tres poemas, Canciones zapotecas de Tehuantepec, Corridos del Istmo y Las guerras entre aztecas y zapotecas.

La comunidad de poetas y escritores del Istmo de Tehuantepec lamenta el deceso de su par Víctor de la Cruz y expresa que se ha ido un hijo predilecto de los biniza’ (zapotecos), de quien recordarán su legado.