Opinión
Ver día anteriorDomingo 13 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El presupuesto de la soledad
L

os happy few, en feliz expresión de Héctor Aguilar Camín en Milenio, aplaudieron la renuncia del gobierno a seguir con su tímida reforma impositiva y acto seguido el Presidente envió al Congreso de la Unión su particular versión de la austeridad vernácula. Sin petróleo que subsane nuestra inveterada costumbre de no pagar impuestos, no queda otra que renunciar a los mínimos de bienestar apenas mantenidos; aprestarse a no endeudarse, no obstante lo barato que se mantiene el endeudamiento, y reducir el nivel de gasto o su ritmo de crecimiento, con tal de cumplir con metas que nadie nos ha impuesto pero que nosotros adoptamos para seguir siendo los boy scouts de un orden internacional no sólo vetusto, sino en realidad periclitado, al que nadie le hace caso, ni siquiera sus cancerberos de antaño, alojados en los cubículos del FMI y similares.

Se trata de una fijación peligrosa, porque al volverla política de Estado el propio grupo gobernante, el actual o el que llegue, se convierte casi de manera automática en rehén de las calificadoras internacionales de deuda y crédito de los países. Para no hablar de los oligarcas insaciables que no sólo se niegan a pagar impuestos sino que ahora reclaman deducciones y prebendas inicuas como si se tratara de un secuestro total del Estado.

No vale, para estos personajes de la corrosión, la potencialidad económica o productiva instalada o por instalar. Lo único que cuenta es la capacidad de los estados para cumplir con sus compromisos en divisas, es decir, en dólares contantes, constantes y sonantes, como no es el caso del México actual. O bien, para mantener el régimen fiscal de subsidios, exenciones y dádivas que los propietarios ven como el precio que el país debe pagarles por su presencia.

Tómese nota: para JP Morgan, centenario cancerbero del buen comportamiento internacional, México es un país riesgoso, un mercado emergente de alto riesgo. “Si se depende del dinero de otros y el precio de su principal exportación se cae, entonces tiene usted –país o persona, agrego– un problema mayor”. México, considerado por muchos inversionistas como un puerto seguro, se muestra hoy como un mercado emergente de alto riesgo. Entre 2013 y 2015, México se movió según esta enorme casa de inversión del rango 3 al rango 4 en cuanto al riesgo externo. Podríamos decir, sin demasiada hipérbole, que encaramos de nuevo, si es que en efecto lo abandonamos alguna vez, el escenario del estrangulamiento externo que supuestamente dejamos atrás con la apertura externa y la firma del TLCAN. La pesadilla de Prebisch, en palabras del colega Juan Carlos Moreno, sigue con nosotros.

Del porqué de esta fijación estatal de cumplir con los ordenamientos de un sistema desplomado hace tiempo, habrá que encargarse con calma. Quizás es parte de ese fin de época del que hablase Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Cepal, hace unos años. O tal vez sea pura y ominosa expresión del desarrollo evanescente con el que David Ibarra nos abruma y angustia, con sus escritos y sus celebraciones más que merecidas al dejar atrás sus primeros 85 años. O se trata, sin más, de puro y duro subdesarrollo.

Lo cierto es que tanta y buena disposición de los dirigentes del Estado para con reglas que nadie o muy pocos en el mundo parecen dispuestos a respetar, lleva a pensar que algo más grave que la fe se ha apoderado de los oficiantes del rito estatal de la estabilidad impuesto hace años, cuando las crisis de la deuda y su secuela de inestabilidad, inflación y devaluación se apoderaron del imaginario colectivo de esta sufrida República. Lo que debería estar claro es que estamos frente a una patología y no ante opciones de política económica susceptibles de una deliberación mínimamente racional y democrática.

El Presupuesto dejó de ser el teatro social y político para determinar prioridades y preferencias de la sociedad, directamente o mediante sus representantes políticos electos. Es un simulacro y poco más: una ventanilla para diputados abusados que bajan recursos para su pueblo o su jefe; una tramoya para que los grandes y medianos intereses corporativos y empresariales busquen acomodo sin que los compromisos republicanos se interpongan. Es una vergüenza… Este es el presupuesto de la soledad que es la del régimen, la del gobierno y sus remisos operadores… Una lástima; después de tanto viajar…