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40 Festival Internacional de Cine de Toronto
De un extremo al otro
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Keith Richards, guitarrista de los Rolling Stones, arriba a la alfombra roja del festival de cine de Toronto, para asistir al estreno del filme Keith Richards: Under the influence. El músico confirmó los planes de la banda de grabar un disco el próximo año Foto Reuters

Toronto.

E

n esta edición, el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF, por sus siglas en inglés) ha logrado reunir las películas con los premios mayores de cuatro festivales de primera línea: de la Berlinale está Taxi, de Jafar Panahi; de Cannes, Dheepan, de Jacques Audiard; de Venecia, la ya comentada Desde allá, de Lorenzo Vigas, y de Locarno, Right Now, Wrong Then, del surcoreano Hong Sang-soo, que era la que me faltaba ver.

Su título original es kilométrico: Ji-geum-eun-mat-go-geu-ddae-neun-teul-li-da. A saber cómo se traduce en español, pero su título en inglés se refiere a dos momentos, uno acertado y otro equivocado. Así se resume la estrategia narrativa de Hong, quien relata la misma situación dos veces, con ligeros, aunque significativos, cambios entre una y otra. De visita en la ciudad de Suwon para presentar una película suya y dar una conferencia, un célebre cineasta (Jung Jae-yong) trata de ligarse a una linda artista incipiente (Kim Min-ji). En el transcurso de un día la acompaña a su estudio para ver sus pinturas, luego la lleva a comer sushi y beber soju, y él se emborracha. Por supuesto, hace el ridículo. Sin embargo, las consecuencias son diferentes.

Hong ha reconocido su admiración por la Nueva Ola francesa. De hecho, por su manera intelectual de describir los curiosos fenómenos del enamoramiento y su posible desencanto, se le podría considerar la versión asiática de Eric Rohmer. En este caso, son sólo matices en una constante conversación entre los personajes los que producen un desenlace diverso. Además, su estilo formal es en extremo simple. Hong resuelve todas sus secuencias con la cámara fija y sólo emplea un paneo o el desacreditado zoom para acentuar algo en su encuadre. A algunos, su tipo de cine puede resultar tedioso –varios espectadores abandonaron la sala en su función de prensa. Los más pacientes –el jurado de Locarno, entre otros– son capaces de encontrarle su encanto.

En un giro de 180 grados también pudo verse la película The Devil’s Candy (Los dulces del diablo), en la sección Midnight Madness. En su segundo largometraje después de su elogiada Cita de sangre (The Loved Ones, 2009), el director australiano Sean Byrne le da un giro a la trama de la casa maldita, pues en este caso la posee nada menos que Satanás, quien le da órdenes mentales a un poseído (Pruitt Taylor Vince) para que le sacrifique niños (que son, se explica, los dulces titulares). La nueva familia que ocupa la casa es víctima de los ataques de aquel.

La historia en sí no es particularmente original. Sí lo es, en cambio, la barroca imaginería conseguida por Byrne, que promete ser un estilista de la estridencia (toda la acción sucede a ritmo de rock metalero). En particular afortunada es la caracterización del padre de familia (Ethan Embry) que, con barba, pelo largo y salpicado de sangre, es una copia maliciosa de un Cristo de estampita. Muy apropiado en una lucha entre el Bien y el Mal.

Si bien las multitudes del TIFF continúan en su apogeo en las funciones públicas, en las de prensa e industria es notoria la disminución de personal. Ya desde el martes empezó el abandono de compradores y distribuidores que, ya se ha vuelto norma, prefieren limitar su asistencia al primer fin de semana de cada festival. Incluso desde el lunes se volvió a abrir la calle King, la calle del festival, para el tránsito normal, quitándole al asunto el aire carnavalesco de los primeros días. Sin embargo, la lluvia del fin de semana ha dado lugar a días de sol y calor. Lo que desmiente la superstición de que la presencia de Arturo Ripstein en un festival viene acompañada invariablemente de chubascos.

Twitter: @walyder