19 de septiembre de 2015     Número 96

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Encuentros en la sierra

Predominan la injusticia y la desigualdad […] Transformar nuestra patria para no entregarla como la hemos
recibido es misión de nuestra generación […] La lucha será […] prolongada y hay que empezar jóvenes.

Resoluciones del Segundo Encuentro de la Sierra “Heraclio Bernal”

En 1959 los barbudos entran triunfantes en La Habana, en 1960 El Che publica Guerra de guerrillas y en 1963 Guerra de guerrillas, un método.

Cinco años después del triunfo de la Revolución Cubana, en febrero de 1964 en la sierra noroccidental de Chihuahua, un puñado de rebeldes, antecedente del que después tomaría el nombre de Grupo Popular Guerrillero se da a conocer volando un puente y poco después destruyendo una estación de radio; el 15 de julio someten a una fuerza de la policía judicial y se apoderan de su armamento; el 23 de septiembre de 1965, 13 combatientes de un contingente de 40 o 50 que no se pudo reunir completo, atacan el cuartel militar de Madera, ocho mueren en el intento, entre ellos Pablo Gómez y Arturo Gámiz.

Para muchos historiadores el breve curso que se cierra con el asalto constituye el primer caso en México de aplicación de la táctica “foquista” como método revolucionario. Y sí, el éxito del Movimiento 26 de Julio encabezado por Fidel y la sistematización de su método por El Che debieron influir en el camino elegido por el Grupo Popular Guerrillero.

Pero pienso que su raíz hay que buscarla aquí: en las luchas de los 50’s y principios de los 60’s en defensa de la tierra y por la dotación de ejidos. Y sobre todo en los asesinatos, masacres y arrasamiento de poblados con los que el gobierno los suprimía. En esta perspectiva, el asalto al cuartel de Madera es la prolongación armada de la lucha campesina. Rebeldía combatiente que abreva tanto en la Revolución Mexicana como en la Revolución Cubana.

La trayectoria de alzados como Pablo Gómez y Arturo Gámiz, dirigentes estudiantiles y luego magisteriales que se vinculan a la lucha campesina, es significativa. Pero también lo es la de rebeldes como los Gaytán: Salomón, Salvador y Juan Antonio, y los Scobell Gaytán: Antonio y Guadalupe, pertenecientes a familias de agricultores con una larga trayectoria de lucha por la tierra, en la que la autodefensa armada ya estaba presente antes de 1964 y sin que hiciera falta la lectura de El Che.

Posiblemente algunos activistas chihuahuenses habían leído Guerra de guerrillas, un método. Pero también leían periódicos y las conclusiones que de ahí sacaban eran aún más apremiantes que las que derivaban de la primera. Para ponernos en contexto, servirá la reseña de algunas noticias de tema rural publicadas entre 1962 y 1964, años en los que al calor del primero y segundo Encuentros de la Sierra realizados en Chihuahua y en Durango, respectivamente, va cobrando forma el proyecto insurreccional.

En mayo de 1962 en Petlalcingo, Acatlán, Puebla, soldados y policías matan al campesino Antonio Herrera y detienen a 13 más, que habían ocupado tierras de las haciendas Ídolo y El Mezquital y estaban construyendo una escuela. También en mayo, en Nautla, Veracruz, la policía arrasa el poblado El Huanal y expulsa a los campesinos que habían tomado tierras después de demandarlas sin éxito por cerca de 30 años. En el mismo mes, en Tlaquiltenango, Morelos, soldados al mando del capitán José Martínez y policías judiciales detienen al líder agrario y ex combatiente zapatista Rubén Jaramillo, a su esposa Epifania García, que estaba embarazada, y a sus hijos Ricardo, Filemón y Enrique, y los conducen a las ruinas de Xochicalco, donde los ametrallan en una zanja. La causa inmediata era que en febrero de l961 Jaramillo había encabezado la ocupación de los llanos de Michapa y El Guarín, donde se buscaba establecer una colonia agrícola. Los ocupantes fueron reprimidos y desalojados y al año siguiente el ejército ejecutó al dirigente y a su familia. Además de por su dramatismo, el asunto fue sonado porque meses antes el presidente de la República y el líder agrario se habían entrevistado y una fotografía que mostraba a López Mateos y Jaramillo abrazándose había sido recogida ampliamente por la prensa. Violento la cronología para mencionar que tres años después, en septiembre de 1965, otro ex combatiente del Ejército Liberador del Sur y compañero de lucha de Jaramillo es asesinado junto con su esposa en Amatepec, Morelos, por defender mil 684 hectáreas propiedad de campesinos, en las que los banqueros y empresarios Legorreta, Stoner y Sustaeta querían hacer un desarrollo turístico.

En junio de 1962, en la región de La Cañada, Michoacán, asesinan al dirigente campesino de Chilchota. En diciembre, en Iguala, Guerrero, un mitin donde la Liga Agraria del Sur “Emiliano Zapata” y la Asociación Cívica Guerrerense lanza a José María Suárez Téllez como candidato independiente a gobernador es asaltado por el ejército que mata a 20 personas, hiere a 219 y detiene a 985.

En febrero de 1963, en el ejido de Gámbara, Nueva Italia, Michoacán, asesinos a sueldo enviados por William Jenkins, matan a Luis Ortega Manríquez, que encabezaba la lucha por recuperar tierras de Tepalcatepec que el estadounidense, dueño también del ingenio poblano de Atencingo, acaparaba. En marzo, en el Ticuí, Atoyac de Álvarez, Guerrero, soldados al mando del coronel Olvera Fragoso, torturan y matan al líder cafetalero conocido como El Tabaco, para obligarlo a decir “dónde están las armas”. Durante marzo y abril, en ese mismo estado, soldados con tanquetas artilladas arrasan los poblados de La Gusanera, Papanca y Santa Lucía, en Costa Grande, y de San Nicolás, Llano Grande, Contepec de los Costales, San Luís Acatlán y La Barra, en Costa Chica, dejando a más de dos mil familias en el desamparo. En mayo y también en Guerrero, pero en San Jerónimo, matones enviados por el gobernador Abarca Calderón y protegidos por el ejército, asesinan al líder Roberto Olea Castillo. Días más tarde, cinco campesinos que habían declarado como testigos del crimen son asesinados. En julio, y en el mismo estado, soldados detienen en San Marcos a nueve campesinos del opositor Frente Electoral del Pueblo y los entregan a las gavillas asesinas de Los Cruz y Los Zanatones, que los ejecutan; más tarde, el pueblo es arrasado y quemado. En septiembre, en Acatlán de Pérez, Oaxaca, la comunidad Macedonio Alcalá es destruida con tractores por pedir tierras. En noviembre, en Huimanguillo, Tabasco, porque sus habitantes habían tomado tierras de la hacienda ganadera de los Pulido, el poblado de Cuauhtémoc es incendiado dejando descobijadas a 68 familias. Cinco meses después le prenden fuego otra vez buscando que ahora sí se queme la escuela, que la primera vez se había salvado.

En enero de 1964, en Pueblo Nuevo, Ixmiquilpan, Hidalgo, el ejército desaloja a los campesinos que ocupaban tierras de los latifundistas Martiniano Martín y Donato Simón. En marzo, en Jujucato, Villa Escalante, Michoacán, ejidatarios que estaban en posesión de tierras de la hacienda de Chora, que se les habían dotado por resolución presidencial, son desalojados por soldados y policías que matan a tres, detienen a 11, violan y golpean a las mujeres y saquean el pueblo.

Y también en Chihuahua. Si en Morelos excombatientes zapatistas como Jaramillo y Montiel lidereaban nuevas luchas por tierra, en el estado norteño Dionisio Sánchez Lozoya, que había sido teniente de la División del Norte, encabeza en junio de 1960 a dos mil familias que invaden la hacienda Santo Domingo, de William Stevens. Y también ahí el resultado es un violento desalojo.

Fundada en 1949 y vinculada al Partido Popular Socialista, la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) impulsa en 1958 y 1959 importantes luchas por la tierra en Baja California, Sonora, Sinaloa y Nayarit. Con el tiempo, la organización se derechiza, pero en ese curso aparecen también desprendimientos como el de Álvaro Ríos en Durango que quieren seguir en la lucha.

Este es el caso de Chihuahua, donde 300 grandes propietarios son dueños de ocho millones de hectáreas y de 30 por ciento de las tierras de riego. Emblema del latifundismo es Bosques de Chihuahua, de banqueros como Aníbal de Iturbide, Carlos Trouyet y los Vallina. En el otro extremo cien mil ejidatarios poseen solo 4.5 millones de hectáreas y varios cientos de miles más tienen instauradas solicitudes de dotación de tierra que se apolillan en los estantes del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC).

En enero de 1963 la UGOCM cobija en Chihuahua más de 25 invasiones, que son desalojadas con saldo de siete muertos. En abril se reactivan las tomas y la represión militar. El gobernador promete tierra y la UGOCM da tregua. Pero como no cumple, a fines de 1963 la lucha se reanuda, ahora aglutinada en torno a la convergencia surgida del Encuentro de la Sierra “Heraclio Bernal”, realizado en Dolores de Cebadilla, Madera, con delegados de cinco estados. En febrero de 1964 vuelven las ocupaciones en Delicias, Buenaventura, Madera, Casas Grandes, y vuelven los desalojos militares y las detenciones, entre ellas la del dirigente estudiantil y magisterial Arturo Gámiz. Tercera oleada de invasiones y tercera represión militar.

No sorprende entonces que el Segundo Encuentro de la Sierra, realizado en febrero de 1965, en Torreón de Cañas, Nieves, Durango, se haya radicalizado políticamente y en sus resoluciones los participantes declaren que “Por nuestra cuenta no daremos marcha atrás en el camino de la revolución”. Y aquí entra el método guevarista.

Pero en el fondo de todo está la tierra, ancestral motor de las luchas campesinas. En un artículo publicado en El Norte el 22 de julio de 1963, Pablo Gómez da en el clavo: “No es el campesino quien invade la tierra que le dio la revolución, sino el latifundista que otra vez se apoderó de ella”.

Y medio siglo después se siguen apoderando. 

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