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Terminar con el cruel bloqueo, prioridad de la isla

Busca la Iglesia católica participar en educación y medios de comunicación
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 20 de septiembre de 2015, p. 19

La Habana.

El inmenso avión de Alitalia posiciona su fuselaje, la escalinata se coloca al costado de un templete con techo blanco donde se realizará la ceremonia de bienvenida. Abajo esperan con impaciencia los sonrientes Raúl Castro y Jaime Ortega, cardenal de La Habana. Por la parte de atrás de la nave van saliendo los reporteros y periodistas acreditados a tomar sus puestos.

El Papa baja lento, pero con seguridad, después de los saludos y abrazos iniciales, Francisco se detiene a conversar con un grupo de niños cubanos que le abrazan y besan. Ahí el Papa está en su elemento, bromeando con los infantes, mostrando lo que él llama la catequesis gestual, es decir, las actitudes dicen más que mil discursos. Las ráfagas de viento no parecen calmar el intenso calor húmedo, muy del Caribe, con un cielo nublado como telón de fondo.

La ceremonia tiene un tono militar: cañonazos, honores, el sargento gritón, las armas empuñadas y el sonido de la botas parecen excesivos por la naturaleza del encuentro. El papa Francisco luce tranquilo, mientras Raúl Castro manifiesta cierta tensión, reflejada en las repetidas equivocaciones y carraspeos en la lectura de su texto de bienvenida.

En general estas visitas van de menos a más. Los saludos iniciales son ordinariamente protocolarios, de agradecimientos y menciones simbólicas. Pero en esta ocasión hay que hacer un análisis más puntilloso porque hay matices que ameritan atención.

El discurso de Raúl Castro fue sobrio y guardó una postura cuidadosamente laica. Fue cálido hacia Francisco y de amplio reconocimiento por su intervención para relanzar las relaciones diplomáticas y abrir el tortuoso proceso de deshielo con Estados Unidos. Puso en la agenda dos reivindicaciones: poner fin al bloqueo y devolver la base de Guantánamo. No hizo menciones religiosas ni espirituales, tampoco recordó las anteriores visitas de Juan Pablo II ni de Benedicto XVI.

Hizo énfasis en el respeto a la libertad religiosa y resaltó que “el gobierno de Cuba y de la Iglesia católica mantienen relaciones en un clima edificante…ejercemos la libertad religiosa como derecho consagrado en nuestra constitución”. A lo que el Papa posteriormente respondió: Hoy renovamos estos lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas y en sus preocupaciones, con libertad y con los medios y espacios necesarios para llevar el anuncio del reino hasta las periferias existenciales de la sociedad.

Muchos católicos han interpretado que Francisco ha lanzado señales, para apoyar no sólo mayor libertad para la Iglesia cubana sino demandar mayores espacios de actuación social en la isla. Así lo señaló Federico Lombardi, el director de la sala de prensa de la Santa Sede, en la víspera del viaje.

La Iglesia católica busca más libertad, solvencia administrativa, capacidad de gestión para recibir donativos y celebrar convenios y colaboraciones internacionales, pero, sobre todo, subyacen dos demandas hasta ahora inconcebibles en el actual régimen cubano: a) acceso a los medios de comunicación y b) acceso a la educación. Ambas ahora en manos del Estado.

En el mensaje de Francisco, lo primero que llamó la atención fue su saludo a los cubanos que están dispersos por el mundo y que, por cierto, han sido particularmente críticos con él. Asimismo, al celebrar el proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y Estado Unidos, hubo una alusión que puede tener varias lecturas. Francisco cita al poeta cubano José Martí diciendo: Este restablecimiento es un signo de la victoria de la cultura, del encuentro, del diálogo, del sistema del acrecentamiento universal, por sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos.

El uso de la palabra dinastía es delicado en el contexto cubano, aunque sea una cita. Esta expresión puede incomodar, sobre todo, si se la vincula con las reflexiones expresadas por el propio Francisco en el programa de televisión con jóvenes que realizó un día antes en CNN, pues ahí, ante la pregunta directa de un joven, habla del liderazgo y sus límites, dice que si el liderazgo y el poder no son cedidos a nuevos liderazgos se convierten en dictadores.

Son cuestiones finas y de alta política que ya veremos si son retomadas en los dos días que restan de esta visita.

Más allá de las negociaciones y los buenos oficios que pueda ofrecer Francisco en Washington sobre el embargo, la actuación del pontífice argentino está orientada a fortalecer la iglesia local y la continuidad con la que el Vaticano se ha manejado desde hace cerca de 20 años.

La agenda de Francisco es intensa y se rumora que hoy domingo pueda darse el encuentro con Fidel Castro, que recordaría parte de aquella negociación con Juan Pablo II en 1989.

Es importante resaltar la acogida entusiasta del pueblo, que acompañó cada tramo del largo recorrido del aeropuerto hasta la zona de Miramar en La Habana, donde se ubica la nunciatura y muchas otras sedes diplomáticas acreditadas.

El clima es notoriamente diferente a las otras visitas pontificales. Hay mayor libertad y tolerancia hacia las manifestaciones públicas de los creyentes. Justamente la noche del viernes se realizó en la hermosa catedral de La Habana una multitudinaria celebración religiosa de jóvenes católicos. Los cánticos y festejos callejeros son signos de nuevos tiempos, que años atrás no eran para nada ordinarios.