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En un encuentro con jóvenes cubanos los invita a dialogar con los diferentes

La riqueza en el religioso pauperiza el alma, señala Francisco ante clérigos

La pobreza en la vida sacerdotal es un muro frente a las tentaciones del poder, dice el Papa

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El papa Francisco hizo ayer un recorrido por la Plaza de la Revolución, en La Habana, previo a la misa, y, fiel a su costumbre, rompió el protocolo, se bajó del vehículo y saludó a varios fielesFoto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 21 de septiembre de 2015, p. 23

La Habana.

Una intensa jornada vivió Francisco en su primer día en La Habana. Bajo un calor agobiante, el Papa presidió una masiva misa en la Plaza de la Revolución, corazón político de Cuba; de manera privada visitó la casa de Fidel Castro, por la tarde realizó una rápida visita de cortesía al presidente del consejo de Estado y del Consejo de Ministros de la república en el Palacio de la Revolución; posteriormente celebró las vísperas con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en la catedral de esta capital. Y Finalmente saludó a los jóvenes del centro cultural Padre Félix Varela.

En su homilía matinal, el Papa enfatizó un tema recurrente en sus homilías y documentos: el verdadero poder del cristiano es el servicio. Ya lo había abordado en Brasil cuando les habló a los obispos, pero ahora fue más explícito y lo abrió socialmente, al plantear: la invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar.

En la cálida mañana, Francisco ofreció su homilía ante una multitud en la Plaza de la Revolución. Llegó al lugar a bordo del papamóvil e hizo un recorrido entre la multitud. Fiel a su costumbre, rompió el protocolo, se bajó del vehículo y saludó a varios fieles especialmente a enfermos, ancianos y niños.

A la celebración dominical también asistieron Raúl Castro y, sentada al lado, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, vestida totalmente de blanco y tocada con un elegante sombrero de ala. El servicio nunca es ideológico, enfatiza Francisco, “ya que no se sirve a las ideas, sino a las personas… pero debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del ‘servicio’ que ‘se’ sirve de los otros. Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los ‘míos’, en nombre de lo ‘nuestro’. Ese servicio siempre deja a los ‘tuyos’ por fuera, generando una dinámica de exclusión”.

Al final de la misa, el Papa envió un mensaje especial a Colombia que vive momentos de negociación y diálogos por la Paz entre el gobierno y las FARC. Francisco dijo que el momento actual es “crucial… No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso en este camino de paz y reconciliación”, lo dijo de forma muy enfática. El Papa pidió que la larga noche de dolor y de violencia se transforme, con la voluntad de todos los colombianos, en un día “sin ocaso, de concordia, justicia, fraternidad y amor, en el respeto de la institucionalidad y del derecho nacional e internacional… No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso”, señaló el Papa, flanqueado en la amplia plaza en los laterales por la icónica efigie del Che Guevara, a su izquierda, y por el gran monumento al prócer independentista cubano José Martí, a la derecha, al recordar la muerte y sangre derramada por el conflicto armado colombiano que ha dejado al menos 220 mil muertos y más de 6 millones de desplazados, según cifras oficiales.

La visita a la casa de Fidel Castro es un detalle delicado de Francisco. Hay mucho de simbolismo en el cruce de trayectorias entre estas dos figuras. Fidel Castro de 89 años, frágil e inmortal, veterano lúcido. Es el contacto entre el revolucionario intrépido y el pastor reformista que sueña cambiar la Iglesia. No hubo prensa; sólo Federico Lombardi, vocero de la sala de prensa vaticana, refiere el todo cálido y los intercambios simbólicos en forma de regalos. Destaca el obsequio que ofrece Fidel al Papa, su libro Fidel y la religión: conversaciones con el sacerdote dominico Frei Betto. Un clásico de mitad de los años 80 que refiere al diálogo entre la religión y la revolución, entre la teología y el marxismo, entre la pastoral y la opción por los pobres.

Por cierto, el brasileño Frei Betto, propulsor de la Teología de la Liberación, presente en La Habana invitado por el gobierno como asesor, ha dado conferencias afirmando que la izquierda latinoamericana está muy feliz con Francisco; dijo que es el primer Papa que tiene claramente una opción con los pobres y que denuncia las causas de las injusticias, no solamente los efectos.

Fue más breve la visita de cortesía con el presidente Raúl Castro y su gabinete, debido al encuentro con Fidel.

De ahí el Papa se trasladó al corazón de la vieja Habana, donde se ubica la catedral. Un hermoso templo católico de estilo barroco en su interior con una sólida fachada austera; posee tres naves y ocho capillas laterales. Ahí se escenificó un encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas. Aquí el Papa improvisó e interactuó con los mensajes del cardenal Jaime Ortega que habla sobre la Iglesia cubana, que es pobre no sólo en recursos, sino en el estilo de vida de los clérigos.

Francisco retoma su prédica sobre la pobreza en la Iglesia y, citando a san Ignacio, señala que la pobreza en la vida religiosa es un muro frente a las tentaciones del poder y de amor por la mundanidad. Cómo deseé que Norberto Ribera estuviera escuchando este mensaje: La riqueza en el religioso pauperiza el alma y los hace pobres de espíritu. La tentación por el poder hace que el religioso termine mal o mediocre, dijo. Y quizá pensando en los Legionarios de Cristo o en el Opus Dei, Francisco arremete: Dios envía ecónomos incompetentes para que se derrumben las fortunas de ciertas congregaciones religiosas que se preocupan más por los bienes materiales. En cambio exaltó aquellas opciones religiosas de muchas monjas que optaban por enfermos, discapacitados, ancianos, desahuciados como los más pequeños, donde la misericordia de Dios se ennoblece.

Finalmente, Francisco se encontró con los jóvenes en el  contorno de la catedral. Su rostro visiblemente está cansado no sólo por la larga jornada, sino por el calor; se reanima con la energía de miles de jóvenes católicos que han venido de todo el país. A cada gesto y palabra de ánimo le responden con aplausos y vivas. El Papa improvisa, sólo tiene una guía, reconoce las dificultades de los jóvenes hoy por insertarse laboralmente y presenta cifras aterradoras de desempleo en Europa que rebasan el 70 por ciento entre personas de 25 años. Pero los invita a soñar, a rencantarse con grandes y ambiciosos proyectos, a dialogar con los diferentes, a fomentar una cultura del encuentro y de la reconciliación y enaltecer la grandeza del pueblo y de patria cubana generando amistad social como vía de esperanza.