Opinión
Ver día anteriorLunes 21 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Derechos humanos en México, el desplome
L

os periodistas estamos obligados a seguir la actualidad, por muy dolorosa que sea. Tal es nuestro trabajo y legado. Por lo demás, el tema resulta abrumador hoy en México: los casos y los hechos resultan muy impresionantes, hasta el punto de que ocupamos algunos de los primeros lugares mundiales en desapariciones forzadas, torturas o asesinatos que son, entre muchas otras causas, el resultado de la corrupción, de las drogas y del mediocre desarrollo económico, que compensa las carencias en el ingreso por la vía delincuencial.

En estos tres primeros años del gobierno de Enrique Pena Nieto se pueden mencionar con nombre propio los delincuentes, de cuello blanco o no, que han contribuido al desplome. De todos modos, pareciera que en las últimas semanas hay un mejor esfuerzo de las agencias de gobierno encargadas del asunto. Aunque queda siempre en el aire la pregunta sobre su constancia. Ojalá vayamos efectivamente hacia adelante: de otra manera México y su actual régimen quedarán en la memoria de nuestra sociedad como uno de los más débiles y corruptos de que tengamos noticia. Por eso sin duda hay buen número de razones que explican el desplome de la confianza ante los actuales gobernantes y la opinión tan contundente y generalizada que sitúa en un grado mínimo de aceptación el desempeño de Peña Nieto y su equipo de colaboradores.

Desde luego, los señalamientos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero también de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y otros prestigiosos organismos de carácter privado o internacional, han contribuido a esta impresión general. Incluso la Universidad de Innsbruck, que ha encontrado más que indicios al hallar la filiación del ADN de al menos dos cadáveres encontrados, no en el tiradero de Cocula, sino en el río adyacente, confirman lo que parece ser la otra verdad histórica: los policías de Iguala entregando a los de Cocula y a los Guerreros unidos a los normalistas, y aquéllos asesinándolos a mansalva y procurando esconder el crimen. La detención de ciertos capos de la mafia de las drogas en Guerrero parecerían ya confirmar la hipótesis.

El hecho escueto es que, en efecto, la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa ha levantado una mayúscula indignación en México y en el ámbito internacional, en primer lugar porque después de un año de investigaciones y falsedades evidentes de los responsables del orden y la seguridad en México, apenas hoy parece traslucirse un ápice de la tragedia. Y esto a pesar de que se ha presionado grandemente a escala nacional e internacional, y que por los estudios de algunos organismos de fuera se corrigen las primeras escandalosas y mentirosas informaciones (como la de que los normalistas fueron incinerados en el tiradero de Cocula). Ojalá al gobierno no se le escape esta oportunidad, como tantas otras que ha disimulado o de plano escondido. Se juega demasiado en el país, como para seguir dando su lugar a los valentones que tienen la verdad en sus manos.

No desprestigia que instancias internacionales se ocupen de la indagación de los hechos, sino más bien que exhiban las mentiras y mitologías de los investigadores nacionales. Tal cosa sí nos pone por los suelos. Por eso causa un poco de escozor que ahora Peña Nieto se ponga tan justificadamente exigente con las autoridades egipcias en el muy desdichado percance en el que tan injustificadamente perdieron la vida ocho turistas compatriotas. Sí, en su exigencia tiene toda la razón, pero parece olvidarse de que México es la estrella entre los países que ni van al fondo de las investigaciones y menos que después revelen sus detalles y castiguen a los culpables.

Por supuesto, la situación en conjunto parece confirmar que se procedió bien al echar mano de organismos internacionales coadyuvantes: espero que algo hayamos aprendido tanto en el aspecto técnico como en el jurídico, para de verdad obtener resultados satisfactorios. ¿Será posible? Sólo el tiempo lo dirá. Pero por lo pronto no hay duda de que este asunto y otros que pudieran mencionarse han sido manejados con una incompetencia que raya en lo delincuencial y que precisamente ha sido uno de los motivos más claros de crítica y rechazo a la administración de Peña Nieto.

En casi todos los gobiernos mexicanos ha habido algún tema central que lo penetra y define para bien o para mal, según los resultados de los responsables ante la situación, al final de cuentas. Con Lázaro Cárdenas fue la expropiación del petróleo, para auténtico bien de los mexicanos. Con Gustavo Díaz Ordaz, la represión y la matanza de Tlaltelolco, en uno de los gobiernos más feroces que puedan concebirse. Con Luis Echeverría, a pesar de su tenue apertura democrática, el baldón se lo llevó por la gran represión y violencia contra los jóvenes levantados de la época. Con Miguel de la Madrid, cuando menos, la transición al neoliberalismo. Con Carlos Salinas de Gortari, su acelerador hacia el neoliberalismo y su falso propósito de entrar al primer mundo, que por ningún lado se vio en beneficio de los mexicanos, sino sólo tal vez en beneficio delirante de un reducidísimo grupo. A Ernesto Zedillo, su incomprensión pusilánime y ataques a los indígenas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) lo marcarán para siempre como un mexicano de muy cortas miras y de larga incompetencia y capacidad represiva. Los periodos del Partido Acción Nacional (PAN) en la Presidencia se distinguieron por la violencia militar y, un buen número de gente dice, por la corrupción sin freno. A Peña Nieto no es que le haya tocado bailar con la más fácil, pero sí ha mostrado indudable incompetencia y tampoco visión mínimamente creativa en el largo plazo. Desde luego, la creencia de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) cambiaría se ha quedado, en el mejor de los casos, en buenos deseos no realizados.

Resumiendo: el asunto de los derechos humanos en México pasa por una fase más que preocupante, indigna para el país. En tal materia, la indiferencia y la negación de los derechos humanos es una estrella negra en el historial reciente de México. ¿Podremos hacerlo? No parece fácil en la situación actual.