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Reporte Económico

Drogas Políticas Fallidas, Negocio en Auge (2/2)

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Estados Unidos

A

medio siglo de que EU ahogara en drogas la ola protestataria de su juventud y procediera, acto seguido, a un control de daños con la declaración de Nixon de una "guerra a las drogas", todo indica que tal guerra de nada ha servido pero sus estragos son patentes.

El consumo mundial no se ha detenido – ya hay unos 250 millones de consumidores (G-1) – y tras él crece la producción y un tráfico cada vez más sofisticado, operando en redes globales de enorme poder económico, logístico y corruptor.

Se estima que en Estados Unidos (2013) unos 41.6 millones de personas mayores de 12 años consumían en algún grado drogas ilícitas, 6.8 millones más que en 2004 (Gráfico 6). Se observa una baja en el consumo de cocaína, un alza sustancial en el de marihuana, y un consumo sostenido del resto de las drogas.

Así, la prevalencia de consumo (porcentaje de la población de 12 años y más que consume) pasó de 11.0% en 2000 a 15.9% en 2013 (Gráfico 7).

Magnitud del mercado

El valor del mercado mundial de drogas ilícitas puede estimarse en unos 350 mil millones de dólares anuales. Ello a partir del cálculo de la UNODC de 2013 que lo valoró en 320 mil millones, el 37% del valor de la economía ilegal en el mundo: 870 mil millones (Gráfico 8).

Un estudio de la Presidencia de Estados Unidos (Gráfico 9), valora el mercado estadunidense de cuatro drogas ilícitas (2010) en 109 mil millones de dólares: marihuana 41 mmd, cocaína 28, heroína 27, y anfetaminas 13.

También para 2010 UNODC estimó el mercado estadunidense de cocaína en 35 mil millones de dólares, destacando la distribución de tal monto (Gráfico 10): 84.3% se queda en Estados Unidos (15.1 en los vendedores mayoristas y 69.2 en los menudistas); 13.1% se quedan los traficantes internacionales; y sólo 2.6% queda en los países productores andinos de coca (1.4 en los campesinos y 1.2 en los traficantes locales). El dedo flamígero de Estados Unidos hacia los países productores está, como se ve, mal apuntado.

Conclusiones

1) Las llamadas políticas anti-drogas, o las declaradas guerras al narcotráfico son, en el mejor de los casos, inoperantes. Los países consumidores administran, eso sí, sus propios mercados, con una cierta contención a la demanda por un lado, y por el otro asegurando el abasto y regulando la oferta en contubernio inocultable con las redes globales del narcotráfico.

2) Este montaje incluye una persecución implacable (para consumo mediático y opinión pública) de traficantes menudistas y de poca monta, decenas de miles de los cuales atestan las cárceles de Estados Unidos y otros países sin la menor afectación al flujo de estupefacientes.

3) Los países consumidores van transitando, además, a ser productores en gran escala de las drogas naturales que repudian y desde luego de la nueva gran vertiente de drogas sintéticas. Leyes más laxas en EU y otros países van ya de hecho legalizando la producción y el consumo de algunas drogas, destacadamente la marihuana.

4) Sostener a estas alturas que la ilegalización y la prohibición es una política acertada, funcional y efectiva es ofensivo a la racionalidad y a décadas infructuosas con enormes daños derivados. La llamada guerra al narcotráfico siempre fue, es y será una guerra perdida por dos razones: a) el consumo no desaparecerá, y b) el negocio es de tal magnitud que erradicarlo es simplemente imposible.

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5) Estos daños de la "guerra" a las drogas se observan en todo el mundo, pero están teniendo un costo intolerable para los países débiles, productores o de tránsito, especialmente los latinoamericanos, México entre ellos, que padecen en lo externo el acoso político, las amenazas económicas y la intromisión estadunidense, y hacia adentro viven una violencia imparable, criminalidad en ascenso, armamentismo indebido, corrupción generalizada, inseguridad, y un desgarramiento social que ya contabiliza decenas de miles de muertos, heridos, lisiados, desaparecidos, secuestrados y desplazados; así como extorsiones, cohecho, tráfico de personas, lavado de dinero, y muchas formas de criminalidad que, siendo distintas al tráfico de drogas, surgen y complementan el escenario de descomposición y desgarramiento social que tiene como eje económico al narcotráfico.

Nueva política sobre drogas

Es ya inaplazable encauzar el tema de las drogas bajo nuevos criterios realistas, justos y objetivos, idealmente con acuerdos globales que den respuesta institucional y legal a un comercio de drogas que en su ilegalidad sólo ha derivado en una criminalización absurda de consumidores y abastecedores, en un inmenso mercado negro sin solución policiaca, y en la globalización de redes criminales.

La prevista Sesión Especial de la ONU sobre el tema el próximo año (UNGASS 2016) es una oportunidad que sería imperdonable desaprovechar para adoptar una nueva política basada en la legalización de las drogas y su traslado de un mercado negro a un mercado controlado y supervisado, un tanto similar al de las drogas de patente actualmente en el mercado, con controles de producción, calidad, restricciones de venta y pago de impuestos, como están haciendo muchos países: Holanda, Uruguay, Jamaica,... y en EU los estados de Washington, Colorado, Alaska, Oregon y el Distrito de Columbia, capital de la nación.

Si la tozudez y el cálculo de conveniencia impidiera a los países consumidores ricos honrar la corresponsabilidad admitida, aceptar lo obvio y cambiar la ruta, los países débiles productores deberán avanzar por su lado, en conjunto o individualmente, en esta legalización, única forma de desarticular la violencia, la criminalidad y la degradación social y económica que la actual estrategia conlleva.

Nada es peor que la situación irresuelta del narcotráfico que abruma y destruye a nuestros países. Una pacificación es inaplazable y lograrla está al alcance de la mano. Cambiemos prohibición y crimen por educación, información y oportunidades de vida a todos los niveles; ese es el único antídoto eficaz para contener la drogadicción en el siglo XXI.

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